Bienvenida

أهلا و سهلا إلى بيرو إسلام ,تدونة أسست لاجل دعوة الإسلام و لمعلومات عن أمور أخرى متعلقة به كحال المسلمين في

العالم و الأخبار الحالية و غير ذلك

Bienvenidos a Perú Islam, blog creado como un medio mas para la difusión del Islam; así como para información de muchas otras cosas relacionadas al mismo, como la actualidad de los musulmanes en el mundo entero, noticias actuales y mucho mas...

miércoles, 26 de noviembre de 2014

¡Cuidado! la desobediencia a los padres es un pecado mayor

La desobediencia a los padres es un pecado mayor

Según estos Hadices, la desobediencia a los padres es un pecado mayor.

De Abu Bakr - que Allah esté complacido con él - dijo: Estábamos con el Mensajero de Allah - que la paz y las bendiciones de Allah sean con él - cuando dijo: “¿Queréis que os informe sobre los más graves entre los pecados mayores? Contestamos: si ¡Mensajero de Allah! Dijo: Asociar algo a Allah, desobedecer a los padres y el falso testimonio (o el dicho falso). El Mensajero de Allah estaba reclinado, se sentó y siguió repitiéndolos (estos pecados mayores) hasta que deseamos que se callara”. (Bujari, Muslim y Tirmidhi).

El hombre no debe, en ninguna situación, causar a sus padres ser insultados. En el Hadiz auténtico de Muslim, de Abdullah Ibn Omar Ibn Abdel ‘As relató que el Mensajero de Allah - la paz y las bendiciones de Allah sean con él - dijo: “Entre los mayores pecados está que el hombre injurie a sus padres. Dijeron: ¡Mensajero de Allah! ¿Acaso un hombre injuriaría a sus padres? Respondió: Sí, (cuando) insulta al padre de un hombre y entonces éste insulta al suyo; e insulta a la madre de un hombre y entonces éste insulta a la suya”. (Bujari, Muslim, Abu Daud y Tirmidhi-).

Allah Todopoderoso te ha ordenado hacer el bien con tus padres, y ha comparado este caritativo con el acto de adoración, Él te ha ordenado ser agradecido a tus padres, y el hecho de agradarles es como si fueran agradando a Allah. Del mismo modo, Allah considera desobedecer a los padres como si fuera uno comete el shirk. Por lo tanto el shirk y la desobediencia a los padres son prácticamente el mismo nivel y en tal pecado.

Por tanto, es imperativo evitar cometer estos pecados mayores.

Hay que evitar las faltas graves como Allah Todopoderoso dice:

"Si evitáis las faltas graves que os hemos prohibido, os cubriremos vuestras malas acciones y os haremos entrar por una entrada noble”. (Corán 4: 31).

Es especialmente importante tratar bien a la madre

De Al-Mughirah Ibn Shu’ba - que Allah esté complacido con él - narró que el Mensajero de Allah – la paz y las bendiciones de Allah sean con él - dijo: “Allah Todopoderoso os ha prohibido desobedecer a las madres, enterrar las niñas vivas, privar objetos de la gente y pedir cosas que pertenecen a los demás, os ha hecho algo odioso la charla que no tiene benefició, plantear demasiadas preguntas, y despilfarrar los bienes”. (Bujari, Muslim y Abu Daud).

Es un Hadiz dedicado a las madres, que tienen un gran favor hacia los hijos. La frase que viene en la tradición profética (Hadiz): “man’an wa hat”: no cumplir con las obligaciones hacia los demás, y pedir cosas que pertenecen a los demás) significa no cumplir con los deberes que tiene que hacer hacia los demás y apoderarse de sus propiedades sin ningún derecho.





jueves, 1 de mayo de 2014

Dr. Moustafa Mould, exjudío, EE.UU. (parte 5)


Lo primero que noté fue el murmullo de muchas voces de hombres leyendo el Corán mientras esperaban al Imam (líder de la congregación) para que diera el jutbah. Fui transportado instantáneamente de regreso en mi mente a mi vieja sinagoga y a los susurros idénticos de los ancianos leyendo los Salmos (Zabur) al comienzo de las oraciones matutinas. Esto me dio un confortable sentimiento de nostalgia. Un poco después, caminando por otro lugar, escuché al Imam recitando una Surah. Eso me sonó muy similar a las lecturas de la Torá que disfrutaba las mañanas de los sábados, de nuevo confortable y nostálgico. Nada de eso hizo que quisiera regresar a ninguna sinagoga; en lugar de ello, eso hizo al Islam más confortable y familiar para mí.

Soy lingüista y he sido especialista en el campo de la investigación. Encontré un libro para aprender idioma somalí y contraté un tutor, que fue un mejor amigo que un profesor. Aprendí rápidamente los saludos, sustantivos y verbos comunes, términos de parentesco, los números y cómo decir la hora. Parte del vocabulario, tomado del árabe, era igual que en swahili y hebreo. El somalí también está lejanamente relacionado con las lenguas semíticas. La gramática era similar, sin embargo, realmente era difícil de aprender, y cuando estuve más ocupado y cansado con el trabajo, nuestras lecciones se volvieron más conversaciones sobre cultura, política y religión. Él era lo suficientemente ilustrado para distinguir entre el Islam genuino y algunos aspectos prevalecientes de la cultura y las supersticiones autóctonas preislámicas que me habían molestado.

Al cabo de poco, él se ofreció a traer a un sheij a mi casa para que yo pudiera pronunciar la shahadah. A pesar de todo, aún tenía dudas, en especial pensando en mi familia. Pero ellos estaban a miles de kilómetros de distancia y yo estaba viviendo cómodamente en una sociedad musulmana. Tenía buenos amigos y colegas, y me resultaba claro que gran parte de su bondad se debía al Islam. Le pedí que trajera al sheij y así lo hizo. Él me preguntó acerca de mis creencias, y le dije que yo había sido judío, no cristiano (así que no tenía problemas con la trinidad), y que hacía mucho había dejado la carne de cerdo, el alcohol, los juegos de azar y la zina, y después que él estuvo seguro de que yo entendía lo que iba a decir y que conocía los cinco pilares, declaré mi shahadah. Mi prometida me había sugerido el nombre Moustafa, que me gustó muchísimo.

Después de tanta vacilación y de posponerlo por tanto tiempo, sentí un alivio enorme y una sensación restaurada de pertenencia que había perdido más de lo que me había dado cuenta. Todos mis amigos somalíes estaban, por supuesto, encantados y me apoyaron mucho. Comenzaron a llamarme seedi (cuñado). En cuanto pude, compré algo de joyería en oro y volé hasta Nairobi. Para casarme, tuve que ir a la oficina del qadi en jefe y declarar la shahadah de nuevo ante algunos testigos, a fin de obtener un certificado oficial de conversión, cosa que no había en Somalia.

Fuimos ante el qadi e hicimos nuestro nikah. Un par de días después, tuve que volar de regreso a Mogadishu para retomar mi trabajo. Menos de un año después, a los 43 años de edad, estaba exultante y bendecido por Dios al convertirme en padre de un hermoso niño musulmán. Volé a Nairobi, y después de una breve discusión, estuve de acuerdo con la sugerencia de nombre de mi esposa. Ahora yo tenía hasta un kunya (apodo), era Abu Jalid, y él fue llamado así por el gran compañero Jalid Ibn Al Walid, que Allah esté complacido con él.
Probablemente se pregunten si le dije a mi familia acerca de mi conversión al Islam, y la respuesta es que no lo hice durante un tiempo. Por supuesto, le dije a mi familia sobre mi matrimonio y ellos no estuvieron sorprendidos ni disgustados.

Yo era un hombre de mediana edad que debía saber lo que hacía, y ellos principalmente estaban felices por mi felicidad. Cuando Jalid nació ellos estaban encantados y querían conocerlo y a su madre. Cuando Jalid tenía poco más de un año, volví a Boston de vacaciones y llevé conmigo a mi esposa y a mi hijo. Los dos muchachos, Ali y Yusuf, estaban lejos en un internado musulmán en el nororiente de Kenia.

Nos recibieron con calidez y cariño, como cualquiera podía esperar, y fue una gran visita. No hay duda de que un bebé, en especial un nieto, tiene el efecto más saludable y beneficioso en la gente. Mi esposa había llevado unos regalitos para mi madre, mi hermana y mis tías, y ellas tenían también regalitos para ella. Supongo que todos asumieron, como lo había hecho yo antes, que una musulmana podía casarse con un judío o con un cristiano. Ellos sabían que mi esposa y nuestros hijos eran musulmanes, y que Jalid había sido criado como musulmán, y no tenían problema con eso. También sabían que yo no había sido judío practicante por cerca de 30 años, y ya había estado casado antes con una no judía. Decidí que si me preguntaban, no mentiría; y si no, esperaría un momento más oportuno. Hace unos pocos años, finalmente me preguntaron y les conté. No puedo decir que quedaron complacidos, pero no estaban sorprendidos, enojados ni fríos conmigo, y seguimos teniendo una relación cálida y amorosa.

Pasó otro año y me fue extendido el contrato por un año más, y después de eso perdí mi trabajo. Como el nuevo faraón “quien no conocía a José”, llegó un director nuevo, quien no vio valor en los programas de inglés y decidió terminarlos. Yo ya lo había visto venir y había aplicado para un trabajo similar en Yemen, así que no hice mucha oposición, pero al final el trabajo en Saná fracasó y como había predicho mi familia, quedé otra vez como en el principio —bueno, no del todo—.

En 1988, dejé a mi familia en Nairobi y regresé a los Estados Unidos solo y sin trabajo. Fue muy difícil (también fue en invierno), pero esta vez tenía algunos ahorros, nuevas habilidades y una hoja de vida más sólida. Era mejor como buscador de trabajo, conocía mi camino por Washington y había hecho contactos. Todavía tenía el traje. Lo mejor de todo, tenía mi fe en lugar de los antidepresivos. Rápidamente conseguí un par de trabajos de profesor de medio tiempo y un trabajo en una tienda para hombres. Los trabajos de profesor terminaron, así que vendí trajes tiempo completo durante unos tres años, siempre buscando un trabajo mejor, hasta que finalmente —me tomó dos años— logré traer a mi familia e hicimos lo mejor que pudimos, confiando en Dios.


En ese momento, hace cuatro años, un vecino musulmán nos habló de un instituto islámico nuevo que había sido abierto recientemente, donde estaban buscando un profesor de inglés. Llamé de inmediato, hice una cita y me reuní con el director. Por la gracia de Dios, fui contratado para enseñarle a parte de los empleados y hacer trabajo editorial. Irónicamente, ahora estoy en un cubículo en una oficina sin ventanas en el norte de Virginia, ¡pero qué diferencia! Estoy en un ambiente islámico, rodeado e inspirado por buenos hermanos musulmanes, muchos de ellos eruditos excelentes, a quienes amo y respeto mucho, y de quienes aprendo a diario. ¿Y en qué trabajo? Leyendo libros sobre Islam, editando manuscritos sobre Islam, y escribiendo acerca de lo que leo. En esencia, se me paga por estudiar Corán, Hadiz, Aquidah, Fiqh, Sirah, historia islámica y árabe. Doy gracias a Dios y Lo alabo todos los días por llevarme al Islam y por colmarme con todas estas bendiciones. Alhamdulillah Rabbil alamin.


Tomado de: www.islamreligion.com


Dr. Moustafa Mould, exjudío, EE.UU. (parte 4)


¡Entonces me enamoré! Ella era una viuda somalí inteligente, ingeniosa, encantadora y joven, con dos hijos jóvenes y guapos. Su inglés era muy limitado, y mi somalí era inexistente, pero podíamos comunicarnos fácilmente en swahili. Hablamos de matrimonio, pero había algunos problemas prácticos.

Yo sabía que no podía quedarme mucho más tiempo en la Universidad de Nairobi; ellos estaban tratando de africanizarla lo más rápido posible, y para ellos yo solo era otro extranjero blanco. Antes de hacerme más viejo, necesitaba un trabajo nuevo, posiblemente una carrera nueva, quizás con el Departamento de Estado o con una agencia sin ánimo de lucro. Desde el punto de vista de ella, el obstáculo era simplemente que yo no era musulmán. Yo pensé erróneamente que cualquier musulmana podía casarse con alguien de la Gente del Libro, pero ella me corrigió prontamente: los hombres pueden hacerlo, las mujeres no.

Ella me hablaba sobre el Islam, y yo había aprendido algunas cosas de mis colegas y otras personas. Yo ya creía en Dios el Uno, Quien fue el Creador del universo y de todo en él. También creía ya en los conceptos islámicos de tawhid y shirk y sabía acerca de la falacia de creer en cosas como la astrología o la quiromancia. Durante mucho tiempo, había creído que Jesús era uno de los profetas, y creía que Muhammad – la paz y las bendiciones de Allah sean con él - fue un Profeta y un Mensajero, y había dejado de ser relevante para mí el que Muhammad no fuera un profeta judío.

Había dejado de comer cerdo, no jugaba (juegos de azar) y muy rara vez bebía cualquier cosa más de una copa ocasional de vino en una cena gourmet. Desde mis días en los Cuerpos de Paz, ya me sentía más cómodo con las nociones africana e islámica de modestia, crianza de los hijos, etc., que con la “revolución sexual”, los “ismos” y el fenómeno de las familias desintegradas que surgieron en las décadas de 1970 y 1980 en los Estados Unidos. No parecía haber mucho que pudiera evitar que me hiciera musulmán. Estaba tan cerca en 1983, pero entonces, ¿cuál era el problema?

De hecho, había dos. Primero, estaba el asunto de mi identidad y mi herencia. Me imagino que para un cristiano no debe ser tan traumático cambiar de una religión a otra. Si un católico alemán se vuelve luterano, o incluso judío o musulmán, sigue siendo alemán. Es cierto que yo me sentía estadounidense primero y judío después —nunca pude considerarme ruso—. Pero en Estados Unidos, nación de inmigrantes, incluso los más aculturados le dan alguna importancia a los orígenes nacionales o étnicos de sus familias. A pesar de que no quería lidiar con los judíos como judíos ni como comunidad, me resistía a perder esa identidad.

El segundo obstáculo era mi familia. Si bien no eran ortodoxos, la mayoría eran muy tradicionales y todos eran pro Israel, algunos eran sionistas ávidos y muchos consideraban a los árabes como enemigos, y yo pensaba que seguramente consideraban a los musulmanes como enemigos. Temía que me iban a repudiar como loco o incluso traidor. Lo peor para mí, pues seguía amándolos, era que saldrían heridos.

Primero lo primero: dejé ese problema en el aire y cuando mi contrato expiró, no lo renové sino que regresé a los Estados Unidos con la esperanza de encontrar otro trabajo, preferiblemente de regreso en África Oriental. Fue terriblemente difícil. No tenía casa, ni ingresos, ni siquiera un traje para las entrevistas. Invertí en un traje de lana, tres corbatas y un abrigo de invierno —fue mi primer invierno en 20 años—, conseguí algunos libros sobre cómo escribir una hoja de vida y un formato SF171, y me quedé con un amigo en Washington, intentando en todas las agencias gubernamentales, consultando firmas y organizaciones privadas de voluntariado que tuvieran algo que ver con África, hasta que se me acabó el dinero. Tuve que regresar a Boston y quedarme con mi hermana, donde tenía comida y refugio, pero estaba lejos de los puestos de trabajo. Además, yo estaba pasando por un caso grave de choque cultural. Así que ahí estaba: quebrado, en invierno, con un choque cultural en medio de mi crisis de la adultez, enamorado y tomando antidepresivos.

Ahora puedo bromear al respecto, pero el dolor y el temor en esos días eran intolerables. Por primera vez en mi vida adulta, comencé a rezar. Recé duro y con frecuencia. Me prometí que, si podía regresar a África y casarme con mi amada, declararía mi sumisión a Allah y me haría musulmán.

Conseguí un trabajo temporal realmente horrible en un almacén, que al menos me daba para la comida, los pasajes de bus y el lavado de la ropa, y luego uno mejor pero vergonzoso como recepcionista en una oficina de consejería de una universidad local. Pude ver que los cuatro psicólogos yuppie me veían como un perdedor de 42 años de edad, y yo estaba bastante de acuerdo con ellos. Por vergüenza, no dije nada sobre mí, pero cuando el teléfono paraba de sonar con estudiantes en pánico a mitad de semestre, estaba leyendo los clasificados de trabajos y escribiendo cartas de aplicación. Encontré que una agencia gubernamental estaba contratando profesores de inglés para Egipto —suficientemente cerca— y apliqué de inmediato. Una semana después, otra agencia a la que había aplicado hacía seis meses, me invitó al D. C. para una entrevista.

En cuanto llegué a Washington llamé para el trabajo de profesor de inglés para ver si podía obtener una entrevista, ¡pero ya no quedaban vacantes! A pesar de ello, pedí una reunión con ellos, solo en caso de que surgiera algo después. Obtuve la entrevista, y fue entonces cuando me dijeron: “A propósito, pronto tendremos abierta una vacante, pero es en Somalia”.

“¡Somalia!”, prácticamente grité, “¡es fantástico!”

“¿Lo es?”, me preguntó ella con incredulidad.

“Claro, me encantaría ir allá. Ya estoy familiarizado con la cultura y la religión”, dije muy fuerte, pero pensando para mí que solo había una hora de Mogadishu a Nairobi, y que podría reunirme con mis futuros parientes políticos. Le di mis referencias, las que ella conocía personalmente. Ella dijo que los llamaría y que en lo que a ella concernía si me interesaba el trabajo, probablemente lo tendría.

Terminé mis entrevistas en la otra agencia. Ellos incluso me mostraron el cubículo en la oficina sin ventanas donde probablemente trabajaría, y regresé a Boston, eufórico. Podría tener una posibilidad, gracias a Dios. ¡Pero qué posibilidad era!: un contrato renovable a un año, en una oficina caliente y polvorienta —pero africana— cerca al Océano Índico, o una carrera en un trabajo de servicio civil con un plan de retiro en una oficina sin ventanas en Virginia del Norte.

Dos semanas después, ella me llamó para ofrecerme el trabajo de director del programa de inglés en Mogadishu diciéndome que tenía 48 horas para pensarlo. Todos me decían que la opción era obvia, tenía que aceptar el trabajo con pensión en Washington, de otro modo estaría de nuevo en el punto de partida en uno o dos años. Sostuve que yo era un africanista, y que la experiencia me ayudaría, y haría buenos contactos. Acepté el trabajo y comencé a hacer mis preparativos. Un par de semanas después, la otra agencia me envió una nota breve, sin explicaciones, informándome que no tendría el trabajo sin ventanas.

Alhamdulillah, hubiera podido terminar fácilmente sin ninguno de los dos trabajos, pero Allah me guio hacia la decisión correcta. Ahora tenía empleo y probablemente me casaría. Di mi aviso de renuncia en la universidad, y en mi último día escribí una carta a los psicólogos informándoles que me iba para aceptar un cargo de director de proyecto en la Embajada de los Estados Unidos en Somalia, firmado: M. Mould, Ph. D.

Por supuesto, tuve que parar en Nairobi durante algunos días en mi viaje a Mogadishu, donde tuve un rencuentro emotivo con la hermana somalí. Traté de hacer algunos planes futuros, pero el problema era que había sido contratado como soltero, lo que significaba que no tenía beneficios para familia ni alojamiento. Además de esto, no tenía idea de cómo sería Somalia o mi trabajo ni cuánto tiempo estaría allí. Creía que podría visitarla a menudo, y siempre estaba el teléfono. También, ella podría venir a visitar a su familia, a la que no veía desde su infancia.

El trabajo era interesante, poco de enseñanza, principalmente administración y gestión, y tratar con los funcionarios de la embajada. La mayoría de mis estudiantes eran empleados oficiales de alto rango, y algunos de ellos se hicieron buenos amigos míos. Fuera del trabajo, la historia era muy distinta. La cultura y la atmósfera en la Somalia urbana eran más medio orientales que africanas. Durante mis siete años en Uganda y Kenia, aprendí los idiomas y la gente fue abierta y amigable, y nunca tuve problemas ajustándome o adaptándome, siempre me sentí como en casa. Mogadishu me provocó un choque cultural. No conocía el idioma, nadie sabía swahili, y los somalíes educados sabían italiano, no inglés. Todas las señales y letreros estaban en somalí. Lo peor eran las comunicaciones. Las líneas telefónicas permanecían atestadas, la oficina postal sofocaba de calor, y el único servicio que era eficiente era el telégrafo. El correo no era nada fiable, excepto la bolsa diplomática. A veces, era casi imposible ponerme en contacto con Nairobi.


 No me malentiendan. Yo era muy feliz allí, disfrutando los paisajes y los olores, la comida italiana y somalí, mi vista del océano, que estaba a poca distancia de mi casa y mi oficina, y descubriendo una cultura nueva. Vivía en el centro, en una de las secciones más viejas, detrás de la embajada italiana, y era despertado temprano en las mañanas por un adhan hermoso desde el altavoz de una mezquita cercana. Trabajaba con calendario musulmán: de domingo a jueves, de 7 a 3. Los viernes caminaba por ahí, y a menudo me encontraba fuera de una pequeña mezquita detrás de la embajada estadounidense, y mientras la mirra y el incienso salían de las puertas en los callejones, me detenía y escuchaba los sonidos del Yumuah.


Tomado de: www.islamreligion.com

El nuevo musulmán y la guía correcta (derechos) parte II


2.- derecho a la hermandad:

Entre las bondades de esta religión y entre las generosidades del Islam esta la unidad de la gente, la unidad de sus corazones bajo un solo concepto, el concepto de la adoración a Allah – alabado sea – practicar Su unicidad y la sinceridad hacia Él.
Dice Allah alabado sea:

“¡Oh gente! Adoren a vuestro Señor que os ha creado a vosotros y a los que os precedieron, tal vez así tengáis temor de Dios.” (Corán 2: 21)

El Islam rechaza toda forma de racismo, intolerancia y discriminación ya sea por el color, sangre, sexo, idioma, nación, prestigio o riqueza.

Dijo el Mensajero de Allah –la paz y las bendiciones de Allah sean con él – en su sermón de la peregrinación:

“¡Oh gente! Ciertamente vuestro Señor es Uno y vuestro padre es uno, no hay preferencia del árabe sobre el no árabe, y viceversa, ni del rojo sobre el negro y viceversa, excepto el Taqwa (temor de Allah)…”  (Ahmad)

El Islam honra a todo hijo de Adam y protege los derechos de todo ser humano, dice Allah – alabado sea:

“Es cierto que hemos honrado a los hijos de Adam. Los llevamos por la tierra y por el mar, les damos cosas buenas como provisión y les hemos favorecido con gran preferencia por encima de muchas de las criaturas.” (Corán 17:70)

El Islam también otorga por cada acción una recompensa, y prohíbe la injusticia, la opresión y la corrupción y ordena la verdad y la justicia. Si la gente cree en Allah y en Su Mensajero, lo reconocen y le siguen serán entonces una sola comunidad, con los Profetas anteriores y sus seguidores, quienes creyeron únicamente en Allah  e invitaron al monoteísmo. Dice Allah –alabado sea:

“En verdad esta nación que sois es una sola nación y Yo soy vuestro Señor, adoradme pues.” (Corán 21: 92)

De la misma forma el Islam prohíbe el sectarismo entre los siervos y la preferencia de unos sobre otros; así como el vanaglorio. Echa abajo todos los tratos basados en la injusticia y opresión  y permanece una única medida estándar para todos, en la cual compiten entre sí los creyentes; es decir la medida basada en el temor a Allah.

Dijo Allah – alabado sea -:

“Y en verdad que el más noble de vosotros ante Allah es el que más le teme.” (Corán 49:13)

Dice Allah enfatizando la hermandad de la fe:

“Ciertamente los creyentes son entre si hermanos, reconciliad pues a vuestros hermanos y temed a Allah para que se os pueda dar misericordia.” (Corán 49: 10)

La hermandad de la fe es más fuerte que la del parentesco familiar, si este último no tiene de por medio lazos de fe, más fuerte que la sangre si hay de por medio idolatría y más fuerte que los lazos familiares si existe de por medio la incredulidad. Allah –alabado sea – menciona:

“No encontrareis a nadie que creyendo en Allah y en el Ultimo Día sienta afecto por quien se opone a Allah y a Su Mensajero, aunque se trate de sus padres, sus hijos, sus hermanos o los de su tribu. Ha escrito la creencia en sus corazones, les ha ayudado  con un espíritu procedente de Él y les hará entrar en jardines por cuyo suelo corren los ríos, donde serán inmortales. Allah estará satisfecho de ellos y ellos lo estarán de Él, esos son el partido de Allah. ¿Acaso no son los del partido de Allah los triunfadores?” (Corán 58:21)

El afecto y el amor en el Din (religión) son elementos esenciales y obligatorios de esta hermandad, dijo el Profeta Muhammad – la paz y las bendiciones de Allah sean con él -:
“No es creyente uno de vosotros hasta que no desea para su hermano lo que desea para sí mismo.” (Bujari)

Se hace evidente que el Islam para esta hermandad determina bondadosos derechos e inmensos reglamentos legales que no hacen otra cosa más que fortalecer la fe de la persona. El Profeta – la paz y las bendiciones de Allah sean con él - nos enseña en una hermosa disertación, una explicación precisa y una aclaración perfecta, los fundamentos de la bondad y cómo ponerla en práctica. Dijo el Mensajero de Allah – la paz y las bendiciones de Allah sean con él –en una narración de Abu Hurairah – que Allah esté complacido con él -:

"No os envidiéis, no pujéis para implicar a los demás, no os odiéis, no os deis la espalda, no rivalicéis contrariando unos la compra de otros y sed, oh siervos de Allah, hermanos. El musulmán es hermano del musulmán, no le tiraniza, no le decepciona, no le miente ni le desprecia. La piedad (Taqwa) está aquí mismo —señalando su pecho tres veces— suficiente maldad tendría una persona con despreciar a su hermano musulmán. Todo musulmán es sagrado para otro musulmán; su sangre, sus bienes y su honor". (Muslim)

Y dijo también – la paz y las bendiciones de Allah sean con él - en una narración de Abu Hurairah – que Allah esté complacido con él -: “Quien libera a un creyente de una calamidad en esta vida, Allah le liberara de una de las calamidades del Día del Levantamiento, quien facilita a quien esté pasando por dificultades, Allah le facilitará esta vida y la otra, quien tape las faltas de un musulmán, Allah le tapara sus faltas en esta vida y en la otra, Allah permanece en ayuda de Su siervo mientras este siervo permanezca en ayuda de su hermano…” (Muslim)

Y de entre los derechos y los caracteres islámicos entre los musulmanes se encuentra lo que ha mencionado el Profeta – la paz y las bendiciones de Allah sean con él – transmitido por Abu Hurairah – que Allah esté complacido con él -: “Los derechos de un musulmán sobre otros son: responder el saludo, visitar al enfermo, asistir al funeral, aceptar la invitación y pedir la misericordia de Allah para él, cuando estornuda.” (Bujari)

Uno de estos derechos antes mencionado es el saludo entre musulmanes tanto darlo como devolverlo, el saludo entre los creyentes es: as salamu alaikum wa rahmatullahi wa barakatuh (la paz sea contigo, la misericordia de Allah y Sus bendiciones) cada una de sus partes son 10 hasanat que se registran en favor de uno y si es de manera completa son 30, también es permitido entre musulmanes que después de darse el saludo de paz, utilicen otras formas agradables de saludarse.

Dijo el Profeta – la paz y las bendiciones de Allah sean con él –: “No entraran al Paraíso hasta que crean, y no creerán hasta que no se amen entre ustedes. ¿Quieren que les indique algo que si lo hiciesen se amarían? Salúdense entre ustedes con el Salam (saludo de paz)…” (Muslim)

3.- Derecho al auxilio y la formación:

El nuevo musulmán probablemente sufra tribulaciones en su Din, pruebas en las que mostrara la veracidad de su fe y de su buen Islam, puede sufrir burlas, o escuchar palabras desagradables y sentir por ello angustia, es muy importante en esta etapa fortalecer la paciencia, encomendarse a Allah y ser constante en las suplicas, y ha de saber que en el ejemplo de cada uno de los Profetas y en la biografía de Ultimo de ellos hay guía y rectitud, pues fueron pacientes ante todo lo que sufrieron, firmes cuando los desmintieron y suplicaron a Allah tanto en la facilidad como en la dificultad en público como en privado, tan es así que los compañeros del Profeta tuvieron que emigrar a Abisinia después de todo el sufrimiento al que fueron sometidos, siendo pacientes hasta que Allah dio el triunfo a Su religión y la verdad se expandió.

Allah ha hecho que los creyentes y las creyentes sean hermanos y aliados, socorriéndose unos a otros, tratándose con misericordia unos a otros, dice Allah:

“Y los creyentes y las creyentes son amigos aliados unos de otros, ordenan el bien, prohíben el mal, establecen el Salat, entregan el Zakat y obedecen a Allah y a Su Mensajero.” (Corán 9:71)

Se les ha ordenado entre ellos el auxilio, la ayuda según las posibilidades dijo el Profeta – la paz y las bendiciones de Allah sean con él – en un hadiz de Anas Ibn Malik – que Allah esté complacido con él -: “auxilia a tu hermano ya sea opresor u oprimido, dijo un hombre: ¡Oh Mensajero de Allah! Lo auxilio siendo oprimido, pero ¿y siendo él opresor? Dijo: evitando que cometa  injusticia, lo estas auxiliando. Este auxilio u socorro es solo en lo bueno, no en lo malo.

4.- Derecho al compañerismo:

El nuevo musulmán se encuentra en una gran necesidad de un ambiente limpio, de una sociedad buena que lo proteja y que lo fortalezca, que lo guie hacia el bien y le advierta del mal.es necesario después de su islamización una nueva compañía, una amistad buena, beneficiosa, una amistad y una compañía basada en los buenos modales, en el carácter islámico, en el conocimiento, en la virtud, en la invitación al Islam y el recuerdo de Allah. Esta amistad y compañerismo basado en la fe será con el permiso de Allah la que ocupe el lugar de una amistad incrédula e idolatra, de los malos amigos, delas antiguas amistades que harán todo por alejarlo de la verdad, sacarlo de la fe y que regrese a su vida anterior, de cosas prohibidas, corruptas y todo lo que conduce al mal.

El nuevo musulmán de buena comprensión y sabiduría no prestara atención a las tramas de los incrédulos e idolatras, después de que Allah lo ha salvado de ellos, y ha saboreado la dulzura de la fe y del Yaqin (certeza).

Dijo el Profeta – la paz y las bendiciones de Allah sean con él -:

“Tres cosas, quienquiera que las tenga, encontrara la dulzura de la fe: Que Allah y Su Mensajero sean para él más amados que cualquier otro, que ame a una persona únicamente por Allah, y odiar regresar a la incredulidad como odiaría ser lanzado al fuego.” (Bujari)

Que la paz y las bendiciones de Allah sean con Su Mensajero, su familia y sus seguidores hasta el Día del Juicio Final.




Traducido del libro: Al muslim al yadid wal manhay ar rashid

El nuevo musulmán y la guía correcta (derechos)

1.- Derecho a la enseñanza:

De entre los derechos más esenciales de los nuevos musulmanes y de los que más merecen atención respecto a la guía que recibe, está el cuidado máximo a la enseñanza de los asuntos de la religión, modales islámicos, y sobretodo conocer los derechos del Señor del universo.
El Mensajero de Allah – la paz y las bendiciones de Allah sean con él – trataba a sus Compañeros y a todo aquel que creyera en él, con su buen carácter, misericordia, y era benevolente con ellos, les explicaba los fundamentos del Islam, les enseñaba los deberes de la religión, y les recitaba versículos del Corán. Dice Allah en el Corán:

“Ciertamente se me ha ordenado adorar al Señor de esta tierra que ha hecho inviolable, y a Quien todo pertenece; y se me ha ordenado que sea de los sometidos [los musulmanes] y que recite el Corán. Y quien siga la guía, lo hace en su propio beneficio, pero quien se extravía…Di: Yo sólo soy uno de los advertidores.” (Corán 27:91-92)

Los purificaba con la fe, les enseñaba la sabiduría y la escritura, como dijo Allah – alabado sea – sobre la gracia concedida a los creyentes al enviarles al Profeta – la paz y las bendiciones de Allah sean con él – y al descenderles Su Libro, dice Allah en el Corán:

“Realmente Allah ha favorecido a los creyentes, al enviarles un mensajero salido de ellos mismos, que les recita Sus signos, los purifica y les enseña la escritura y la sabiduría, ya que antes estaban en un extravío evidente.” (Corán 3: 164)

Puntos importantes en la enseñanza del Nuevo Musulmán:

A.- Empezar por lo más importante y de más rango, lo que el ser humano está más ordenado a cumplir,  lo más pesado en la balanza ante Allah. Es decir el (Tauhid) la Unicidad de Allah y la adoración única a Él.

B.-  Al iniciar la enseñanza al nuevo musulmán, aunque sea éste de un nivel cultural muy alto, se le debe enseñar paso a paso, ya que ésta es la forma correcta de inculcar el conocimiento, empezando por lo pequeño a lo más grande, por lo fácil a lo difícil, por lo claro a lo complicado, por la explicación de los pilares antes que las obligaciones, las obligaciones antes que los Sunan (actos voluntarios). Teniendo en cuenta los distintos grados de cada una de las acciones y el lugar que le corresponde.

Teniendo en cuenta que si se llega a perder esta manera de inculcar el conocimiento establecida así por los sabios de entre los Salaf us Saleh (las primeras generaciones) y que la han tomado de la misma manera los posteriores líderes del Dawah. Encontraremos a quien esté argumentando en cuestión de segundos en temas referentes a los fundamentos del Din, cuando esta persona no domina los principios fundamentales de los mismos, y debate en asuntos peligrosos de la Creencia cuando no domina ni siquiera los fundamentos de esta. Y crea conflictos en asuntos mayores de la Jurisprudencia Islámica en los cuales, los mismos sabios del Islam se han abstenido de opinar, cuando esta persona no domina siquiera las reglas fundamentales de la purificación, la ablución, la oración y discute en asuntos interpretables, siendo él, nuevo en el Islam y su conocimiento muy pobre.

C.- La enseñanza de toda ciencia islámica se basa en el Corán y la Sunnah bajo el entendimiento de las primeras generaciones, siendo éste un deber de todo musulmán, y  de todo aquel que responda al llamado de Allah. No se puede basar la religión y el conocimiento islámico en otras fuentes que no sean éstas, no se llegarán a comprender los  verdaderos significados de la creencia y jurisprudencia islámica, excepto a través de las mismas.

D.- El cuidado preciso al enseñar al nuevo musulmán, los juicios, así como los asuntos de la jurisprudencia islámica acorde a las evidencias, abandonar  las diferencias en los temas de jurisprudencia; así como el alejarse de la intolerancia, pues el nuevo musulmán no se acomoda fácilmente a las diferencias en temas del fiqh, como a los numerosos puntos de vista, no conoce las evidencias ni lo correcto, precisamente por eso se encuentra en la necesidad de los juicios islámicos, una vez entendido el tema y haber comprendido la opinión de los sabios. Esta es la forma de enseñar al principiante en la búsqueda del conocimiento.

E.- Alertar al nuevo musulmán sobre la  protección de su religión y la pureza de su creencia de las innovaciones y mitos que puedan expandirse a su alrededor, así como alertar de la compañía de esas personas, ya sean estas innovaciones y mitos de grupos Sufís, o de adoradores de tumbas, o de creencias totalmente adulteradas como los Rawafidh (Shias) o de pensamiento como los secularistas, o grupos hipérboles y extremistas como los Jawariyy (Jariyitas), o lógicas y filosóficas que anteponen estas a las evidencias puras de la jurisprudencia islámica; como los Mutazilah y otros.


Así también  el deber de conocer la forma correcta, basada en el conocimiento y entendimiento de las primeras generaciones, y tomar este entendimiento a través de los sabios reconocidos de la Sunnah, así como aprender mediante cursos, seminarios que le clarifiquen los temas islámicos en los que abunda el error de estos grupos desviados y se expande en sus tierras, y explicar sus juicios  a la luz del Corán y la Sunnah.




Traducido del libro: al muslim al yadid wal manhay ar rashid


jueves, 20 de marzo de 2014

Dr. Moustafa Mould, exjudío, Estados Unidos (parte 3 de 5)


Regresé a casa pasando por Oriente Medio y Europa, pero específicamente hice una parada en Israel. Era 1969. Ya no era sionista, pero aun así, me sorprendía cuán decepcionado estaba. Sé que parte de la razón fue el choque cultural de dejar una pequeña ciudad rural africana, y a la gente y el trabajo que amaba. Sin embargo, estaba sorprendido por la brusquedad y la arrogancia de los israelíes que conocí —muy al estilo del estereotipo estadounidense de los franceses—. Desde una perspectiva arqueológica e histórica, fue una buena experiencia, pero no puedo olvidar cuán alienado me sentí de la cultura y de la gente que se suponía que era mi pueblo.

Me negué en principio a visitar Cisjordania —eso fue antes de que comenzaran a construir asentamientos— excepto Jerusalén oriental, no pude resistirlo. Estando de pie frente a la pared del templo de Salomón, la Cúpula de la Roca y Al Aqsa, tuve una sensación intensa que no pude describir en ese momento. Ahora puedo describirla: fue un sentimiento de santidad; no es de sorprender que su nombre islámico sea Al Quds. Pero me afectó mucho ver directamente la discriminación y el estatus de segunda clase de los palestinos, incluso los que son ciudadanos. Había sido criado en una subcultura estadounidense donde los judíos siempre habían estado a la vanguardia de los derechos civiles, de las luchas laborales y de las libertades civiles. Para mí, lo que encontré en Israel no era judío.

Los siguientes diez años, entre 1969 y 1979, los pasé en Los Ángeles. Me había perdido 1968, uno de los años más importantes y turbulentos en la historia moderna estadounidense. Aunque no era de sorprenderse, estaba muy descorazonado a mi regreso a los Estados Unidos. Los negros se habían separado voluntariamente de los blancos, el SDS se había convertido en un manojo de maoístas delirantes, la libertad de expresión había degenerado en el discurso asqueroso. Ya no podía ser político de nuevo, excepto por alguna demostración ocasional antiguerra o anti Nixon. Estaba tan atraído como repelido por el hedonismo de la California de la década de 1970. Estuve tentado a seguir una vida licenciosa, y lo hice sin entusiasmo, pero —gracias a Dios por mi fitrah y mi buena crianza judía— no fui demasiado lejos; principalmente, me dejé crecer el cabello y la barba. Estaba demasiado absorto en mis estudios, obteniendo mi doctorado, enseñando, casándome y luego divorciándome, y buscando un trabajo académico decente.

Dos cosas durante aquella década son relevantes para esta historia. Brevemente, el gobierno del partido Likud en Israel, la construcción de asentamientos de colonos, y el tratamiento brutal de los palestinos, sin mencionar la alianza israelí con Suráfrica, me repugnaron y me enfurecieron, y me convirtieron de un no sionista a un manifiesto antisionista. Incluso peor para mí fue el apoyo ciego de la comunidad judía estadounidense, que yo creía se opondría al Likud, al menos silenciosamente. ¿No estábamos acaso de acuerdo, unos pocos años antes, que Menájem Beguin y su gente eran unos lunáticos?

Muchos de los colonos entrevistados en las noticias de televisión, eran obviamente judíos estadounidenses. ¿Cómo podían haber crecido en este país con estos valores estadounidenses —y judíos—, haber vivido la revolución de los derechos civiles, y luego irse a hacer lo que estaban haciendo allá? Había más oposición judía en Israel de la que había en los Estados Unidos. Me sentí traicionado, avergonzado, indignado. Había, por supuesto —y hay— otros judíos que sienten lo mismo que yo, principalmente los de izquierda, pero solo unos pocos se pronunciaron al respecto. Fueron notables I. F. Stone, un periodista radical y uno de mis héroes; y Noam Chomski, cuyos escritos políticos sobre la guerra de Vietnam y Palestina fueron tan revolucionarios como su teoría de la lingüística.

En 1979, recientemente divorciado, incapaz de colocarme como profesor asociado y extrañando África, regresé como profesor asistente de lingüística en la Universidad de Nairobi. Mi padre había fallecido hacía un par de meses y tenía que irme. Me hice amigo de varios miembros de la facultad, en particular de mi jefe de departamento y de un profesor de historia, ambos musulmanes de Mombasa, y del profesor de árabe, mi vecino sudanés. A menudo almorzaba con ellos en el comedor de la universidad, y por respeto a ellos (y vergüenza, porque sabía que ellos sabían que yo era judío), nunca comí cerdo cuando estaba con ellos. En poco tiempo dejé el cerdo por completo. A menudo hablábamos sobre Oriente Medio, Islam y judaísmo, y me sorprendió ver que ellos podían ser anti Israel sin ser antijudíos. A ellos les sorprendió que yo fuera judío anti Israel.

Teniendo mucho más tiempo libre del que había disfrutado en mucho tiempo, decidí ponerme al día con mi creciente lista de lectura. Releí la Biblia, el Antiguo Testamento, para aclarar cierta confusión sobre la cronología en la historia antigua. También leí el Nuevo Testamento porque nunca lo había hecho. Y también releí el Corán. No sabía nada sobre historia islámica temprana, sirah o hadiz, pero las aprecié más esta vez. Tuve de nuevo esa reacción, pensé: ¿Por qué tiene que ser tan crítico con los judíos?, pero mi memoria se refrescó recientemente, y recordé que la propia Torá y el resto del Antiguo Testamento son igualmente críticos, si no más, que el Corán. ¿Acaso los judíos aprendieron finalmente la lección y se convirtieron realmente en la Gente del Libro cuando fueron expulsados de Israel y Jerusalén por segunda vez, y cuando los rabinos, sinagogas y oraciones remplazaron los sacerdotes, el templo y los sacrificios? ¿Y qué decir de los judíos de Medina? Ellos claramente eran reprobables, pero parecían tan diferentes de nosotros los judíos europeos, incluso de los judíos sefardíes de la época de los califas; ¿acaso ellos, como los judíos etíopes y chinos, carecían del Talmud? Todavía siento curiosidad al respecto. En todo caso, esa visión resultó más tarde ser una barrera eliminada.

Alguien sabio dijo una vez que si tu fe es débil, solo pretende tener fe, y eso la fortalecerá. Los africanos, sean cristianos, musulmanes o paganos, son gente espiritual. Ser ateo es algo incomprensible y ridículo para ellos. Sabiendo eso, nunca dije que era ateo cuando me preguntaban sobre mi religión —algo que ocurría continuamente—. Respondía que yo, por supuesto, creía en Dios, en un Único Dios, pero no en ninguna religión en particular. Eso era básicamente cierto, o al menos eso quería creer. No puedo decir que tuve una epifanía o una iluminación mística como Pablo de camino a Damasco, ni una experiencia cercana a la muerte (en realidad tuve dos, pero sin ningún efecto religioso). Me parecía que, simplemente diciéndolo y pretendiéndolo, poco a poco llegaría a mí.

Me había convertido en un agnóstico o un deísta, como otro héroe mío, Thomas Jefferson. Quizás me uniría a la Iglesia Unitaria, un grupo popular, especialmente en Nueva Inglaterra, que acepta a Jesús como Profeta, y que incluye a muchos intelectuales liberales excristianos trinitarios y exjudíos, socialmente conscientes.

Otro factor que contribuyó fue mi incorporación en aquella época a la orquesta y coro sinfónicos de Nairobi. Era un grupo aficionado, pero eran excelentes. Me había ido con unos amigos a su concierto de pascua para escucharlos tocar el Réquiem de Mozart —música para una misa fúnebre—. Esa música, intensamente religiosa, era preciosa, sublime, impresionante e inspiradora. No era solo la belleza de la música, a pesar que esa era una parte importante, sino el mensaje: glorificar a Dios, hablar de la muerte, de la resurrección, del Juicio Final y de la vida eterna. Me conmovió hasta las lágrimas. Al día siguiente, fui y me inscribí para cantar en el coro.

Durante los siguientes tres años, canté obras maestras: misas, réquiems, oratorios —Beethoven, Brahms, Bach, Verdi—. Todas ellas cristianas; y algunas de ellas, por supuesto, hacían referencia a Jesús como divinidad, pero aquellas palabras no tuvieron efecto en mí, yo estaba ayudando a hacer música hermosa. Pero las partes que hablaban de Dios me tocaron profundamente y me ayudaron gradualmente a recuperar mi fe y mi creencia en Él. Por supuesto, hoy día no cantaría cosas como “sé que mi redentor vive”.


Tomado de: www.islamreligion.com

Dr. Moustafa Mould, exjudío, Estados Unidos (parte 2 de 5)


También asistí a una madrasah avanzada, donde estudié historia judía, hebreo, Torá y agregué arameo y Talmud (fiqh judío), aunque los idiomas seguían siendo mi interés principal. Por esa misma época, a la edad de 15 años, perdí mi fe, mi creencia en Dios. Anteriormente, había concluido que si Dios nos ordena hacer ciertas cosas, ¿cómo era que yo no podía hacerlas? Así que traté de ser más ortodoxo. Entonces, un día, me vi a mí mismo diciendo: “Si Dios dice todo esto, yo debo cumplir, pero, ¿y si Dios no existe? ¿Creo en Dios? En realidad no lo sé, quizás sí, quizás no. Y si Dios no existe, no necesito hacer nada de esto”. Así que me detuve. Pueden imaginar cuánto se alteró mi padre.

Muchas personas, en particular católicos romanos y protestantes fundamentalistas que crecen en entornos religiosos ásperos, llenos de amenazas sobre el Infierno y la condenación, golpeados por las monjas en la escuela, sintiéndose culpables sobre cosas que son simplemente parte de la fitrah (naturaleza) —como sus propios cuerpos—, son felices de salirse de la religión y, de hecho, se hacen muy antirreligiosos y se sienten como si se hubieran librado de una prisión. Mi sentimiento no era similar, me sentía triste, más como si hubiera sufrido una pérdida, pero no había nada que pudiera hacer. Sabía que creer sería muy confortable, pero no podía hacerlo. A lo largo de las décadas de 1960 y 1970, ocasionalmente tenía esos sentimientos y ansias.

Como dijo Jeffrey Lang en su libro acerca de su conversión al Islam, hay un vacío y una soledad que siente el ateo, que la gente de fe no puede entender. El mundo es absurdo, un accidente. La ciencia tiene, o tendrá, todas las respuestas, pero la vida no tiene un sentido o significado real. La muerte es el final. Puedes tener influencia e impacto en el mundo a través de tus hijos, puedes hacer el bien, ser recordado en los libros de historia durante cientos o incluso miles de años; cuando muera el sol, la humanidad podrá colonizar otros sistemas solares, quizás otras galaxias. Pero al final, aunque tarde 15 mil millones de años, el universo morirá o colapsará en un agujero negro, y el final es la nada absoluta, la única cosa que es definitiva es un vacío. La vida, entonces, no tiene sentido y la muerte es espantosa. La verdad y la moralidad pueden volverse relativas, lo que lleva a la confusión moral, el hedonismo y cosas peores. Pero en lugar del desprecio por la gente religiosa que muchos ateos afirman sentir, yo los respetaba y hasta los envidiaba por la seguridad, la certeza y la comodidad que experimentan.

Pasé de la noche a la mañana de ser casi ortodoxo a ser ateo, aunque todavía amaba la lengua, la cultura, la música, la comida y la historia judías. Era un judío “étnico” y un sionista. El sionismo todavía era principalmente una filosofía política, no tanto una religiosa. De hecho, en aquella época había todavía bastante oposición hacia el sionismo entre la mayoría de los ortodoxos. El sionismo actual de corte religioso mesiánico en realidad no fue desarrollado hasta 1967 – 1973, cuando Israel se tomó Jerusalén. También decidí que quería ser un lingüista histórico especializado en idiomas semíticos, pero las universidades que elegí no me aceptaron, y la única que lo hizo no ofrecía árabe, ni siquiera lingüística.

En mi universidad, a comienzos de la década de 1960, entré en contacto con una gran variedad de personas. Por vez primera, conocí a una gran cantidad de protestantes, afroamericanos y estudiantes extranjeros que eran musulmanes. Yo ya no encontraba antisemitismo, y comencé a disfrutar y a apreciar la diversidad de los Estados Unidos y mi exposición a los estudiantes internacionales. Hacia el final de mi año de estudiante de segundo año comía tocino y chuletas de cerdo, y al mismo tiempo ayudé a organizar y fui el presidente del capítulo del campus de la Organización Sionista Estudiantil. Fui el vicepresidente de dicha organización en Nueva Inglaterra en mi último año.

Muchos de nosotros éramos políticamente de izquierda, provenientes de familias de la clase trabajadora, cuyo espectro iba desde los demócratas liberales hasta los comunistas. Apoyábamos a los obreros, la Unión de Libertades Civiles Estadounidense, y estábamos en contra de McCarty y Nixon. Reverenciábamos a Franklin D. Roosevelt, Hubert Humphrey y Adlai Stevenson. Trabajábamos a favor del sionismo y los kibutz. Hay algo que quiero enfatizar, debido al profundo efecto que tuvo en mí años después: en aquella época, la mayoría de los judíos aún eran socialistas o demócratas liberales, muchos pertenecían aún a la clase obrera, no eran tan exitosos como ahora. Recuerdo con claridad el partido de derecha Herut, su ideología expansionista y sus actividades terroristas en la década de 1940. Los considerábamos fanáticos y lunáticos.

Tomé un seminario sobre Oriente Medio. A los 19 años, creía que ya lo sabía todo. Mi profesor era sirio, y creí que era musulmán, así que iba a enseñarle algunas cosas. Él fue sorprendentemente paciente y tolerante conmigo, considerando su posición obviamente antisionista y anti Israel. Sus críticas sobre mis artículos fueron objetivas y suaves, en particular sobre aquellos que eran demasiado sesgados. Comencé a ponerle atención al otro lado, y me di cuenta de cuánta propaganda había absorbido y cuánta información había ignorado. No alcancé un buen grado, pero aprendí una valiosa lección. Fue el profesor Haddad quien me mostró que uno podía ser secular y religioso a la vez.

Al mismo tiempo, me involucraba más y más en los movimientos de derechos civiles y antiguerra de Vietnam. Me afilié al Comité Estudiantil Coordinador de la No Violencia (SNCC por sus siglas en el inglés) y a la NAACP. Ayudé a fundar el capítulo de nuestro campus de la entonces levemente radical Sociedad Estudiantil para la Democracia (SDS por sus siglas en inglés). Me especialicé en gobierno, tomando muchos cursos sobre ley constitucional y relaciones internacionales. Fui a Washington, D. C. en agosto de 1963 para tomar parte en la “marcha sobre Washington” y estuve de pie a menos de 20 metros del Dr. King cuando dio aquel maravilloso discurso.

Yo había perdido mi fe a los 15 años de edad, y a los 22 había perdido el sionismo. Pero todavía tenía mi herencia étnica, aunque había comenzado a sentirme incómodo con el chovinismo de muchos judíos. Me veía a mí mismo como un estadounidense normal luchando por causas estadounidenses. Me preparé para ser profesor de estudios sociales, pero el mercado laboral no estaba bien. Después de dos años como profesor sustituto y un cargo temporal en mi antigua preparatoria, me uní a los Cuerpos de Paz, para que la aventura y el idealismo mejoraran mis perspectivas laborales más adelante —y para evitar ser reclutado y enviado a Vietnam—. Fui seleccionado para ir a Uganda, en África Oriental.

Yo era muy feliz en ese bello país, viviendo donde el Nilo sale del Lago Victoria, enseñando a estudiantes que querían aprender en una sociedad donde los profesores eran respetados. Aprendí nuevos idiomas y culturas. Desarrollé el gusto por la cocina africana y la indopakistaní. Ya que no había mucho por hacer en una pequeña villa campestre, comencé a ir a películas indias. Me gustaba particularmente Mohammed Rafi, el famoso cantante, en especial sus cawalis; me recordaba la música cantorial de mi padre. También disfruté del ambiente islámico árabe omaní que encontré en la costa: Mombasa, Dar As-Salam, Zanzíbar. Fue la primera vez que escuché, en una película que no era de Hollywood (ni de Bombay) el Adhán (la llamada a la oración en el Islam). Incluso en las películas, sus melodías tristes siempre emocionaban todo mi cuerpo. Aprendí dos idiomas africanos, swahili y luganda. El swahili me resultó muy fácil, la mitad de su vocabulario proviene del árabe y es prácticamente igual al hebreo. Pero el swahili es una lengua bantú, y estaba fascinado con las similitudes y diferencias entre el swahili y el luganda. Entonces me dije: “Esta es mi última oportunidad de hacer lo que siempre quise, estudiar lingüística”, pero ahora con lenguas bantú en lugar de lenguas semíticas. Así que me presenté a la escuela de posgrado.


Tomado de: www.islamreligion.com

Template by:
Free Blog Templates