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viernes, 21 de junio de 2013

Un mes de bendiciones


Una de las cualidades de la naturaleza humana que el Islam promueve entre la gente es la generosidad. La necesidad de ser generoso hacia la familia, los amigos, los vecinos, los extraños e incluso los enemigos, se menciona en repetidas ocasiones en el Corán y en las tradiciones auténticas del Profeta Muhammad, que la paz y las bendiciones de Dios sean con él. No hay mejor momento para hablar de generosidad que en el mes islámico de Ramadán.

Durante los últimos días de Ramadán los musulmanes examinan sus vidas y se preguntan a sí mismos si sus actos cotidianos son agradables a su Creador. La devoción intensa de Ramadán hace que los creyentes examinen sus corazones y mentes.

Reconocido como un mes de ayuno, aquellos nuevos en el Islam han descubierto que Ramadán es también un mes de caridad y amabilidad. Los días de ayuno y las noches plenas de oraciones han ablandado los corazones y generado ondas de compasión y generosidad. Este mes de devoción llega rápido, se asienta tranquilamente, y las bendiciones la misericordia y el perdón de Dios descienden. Las bendiciones de Ramadán han brotado en un río de generosidad.

“El Profeta, que la paz y las bendiciones de Dios sean con él, fue el más generoso entre la gente, y solía ser más generoso aún en el mes de Ramadán, cuando Gabriel (el ángel) lo visitaba, y Gabriel solía reunirse con él todas las noches de Ramadán hasta que terminaba el mes. El Profeta solía recitar el Corán a Gabriel, y cuando Gabriel se reunía con él, solía ser más generoso que un viento rápido (que dispersa lluvia y otras bendiciones)”. (Sahih Al Bujari)

A través de 29 o 30 días de ayuno, los musulmanes dan generosamente. Meten bien la mano en sus bolsillos y dan a organizaciones benéficas y a los necesitados, tanto abierta como secretamente. Sin embargo, la caridad en el Islam no es solo dar dinero. Es todo acto de bondad o generosidad dada con un corazón abierto y con el deseo de agradar a Dios. La caridad es algo tan simple como una sonrisa o tan imponente como construir una escuela o un hospital; la caridad es también cualquier acto amable o generoso.

Los musulmanes son animados a ser generosos en todo momento, sin embargo Ramadán sirve como recordatorio. Cuando las preocupaciones del mundo y los retos de la vida son abrumadores, los frágiles seres humanos tienden a olvidar que Dios ha brindado bendiciones demasiado numerosas para contarlas. Ramadán nos recuerda que esas bendiciones no son para acumularlas ni para aferrarse a ellas. Dios espera que seamos generosos y gastemos de aquello que nos provee.

Dios es Al Karim, el más generoso. Todo proviene de Él y eventualmente todo retornará a Él, de modo que tiene sentido considerar nuestras posesiones y riqueza como préstamos. Estamos obligados a preservar, proteger y por último compartir todo aquello que se nos brinda.

“Diles: ‘Mi Señor aumenta el sustento a quien Él quiere de Sus siervos y se lo restringe [a quien quiere], y todo lo que gasten en caridad, Él se los compensará. Él es el mejor de los sustentadores’”. (Corán 34:39)

Durante Ramadán, los musulmanes toman ejemplo del Profeta Muhammad, que la paz y las bendiciones de Dios sean con él, y de sus compañeros, y contemplan el verdadero significado de la generosidad. Ella no significa dar algo de lo que te sobra; significa dar de aquellas cosas que amas y deseas, o incluso de lo que necesitas.

Aisha (la esposa del Profeta) dijo: “Una mujer, junto con sus dos hijas, vino a pedirme limosna, pero yo no tenía más que un dátil, se lo di y ella lo dividió entre sus dos hijas”. (Sahih Al Bujari)

Los hombres y mujeres alrededor del Profeta Muhammad entendieron el verdadero valor de la generosidad. Reconocieron que los actos bondadosos y generosos son una inversión a futuro. Nuestras buenas obras, palabras meditadas y actos de bondad abierta, serán recompensados en abundancia en el más allá. Cualquier dinero que gastemos con la intención de agradar a Dios, se nos retornará muchas veces. Cualquier posesión que regalemos será reemplazada, si no en esta vida, en el más allá.

Mientras la generosidad es un acto virtuoso en cualquier momento del año, durante Ramadán nuestras buenas obras y actos de amabilidad y generosidad serán recompensados muchas veces más. Es un mes de misericordia, cuando Dios nos permite cosechar recompensas que superan por mucho todos los pecados que hayamos acumulado a lo largo del año. Ramadán es un mes lleno de recordatorios de la generosidad, la bondad y el perdón de Dios. Él perdona las faltas y los pecados de la humanidad aunque sean tan numerosos como la espuma del mar, y  Su perdón y Su misericordia no están restringidos a Ramadán.

Sin embargo, este mes, el mes que contiene un día que es mejor que 1.000 meses dedicados a la adoración (Corán 97:1-5), es una señal del amor de Dios por la humanidad. Ramadán es un momento en el que los creyentes dedican 30 días a una devoción y una generosidad especiales. El ayuno de Ramadán recuerda a los creyentes que el mundo está lleno de gente que no está en capacidad de hallar comida o bebida para satisfacer sus necesidades. Ramadán es una oportunidad para que los creyentes sean generosos con su tiempo, su riqueza y sus posesiones.

La generosidad y los actos abiertos de amabilidad, alegran verdaderamente al corazón. Cualquiera que ha dado de su riqueza o sus posesiones con un corazón puro, deseando solo agradar a Dios, sabe cuán agradables pueden ser esos actos. Sin embargo, ¿qué hay de aquellos que no tienen ni un céntimo para dar? La generosidad de Dios no tiene límites, incluso en las peores circunstancias los seres humanos están en capacidad de ser generosos.

La gente fue a ver al Profeta Muhammad, que la paz y las bendiciones de Dios sean con él, y le preguntaron: “¿Si alguien no tiene nada para dar, qué hará?” Dijo: “Debe trabajar con sus manos y beneficiarse a sí mismo, y también dar en caridad (de lo que gane)”. La gente preguntó entonces: “¿Y si ni siquiera encuentra eso?” Respondió: “Debe ayudar a los que le soliciten ayuda”. Entonces la gente preguntó: “¿Y si no puede hacer eso?” Dijo: “Entonces debe hacer buenas obras y alejarse de las malas acciones, y esto le será recompensado como obras caritativas”. (Sahih Al Bujari)

Ramadán es conocido como el mes de ayuno, Ramadán es un regalo de Dios, una manifestación de Su misericordia y un recordatorio de la bondad inherente de los seres humanos. Ramadán es el mes de la caridad y la generosidad.


Texto tomado de: www.islamreligion.com

martes, 18 de junio de 2013

Cómo comportarse al ser afligido por la enfermedad (parte 2 de 2): La piedad de Dios no tiene límites


En la primera parte discutimos acerca de soportar las pruebas con paciencia y que nada ocurre sin el permiso de Dios.

“Él posee las llaves de lo oculto y nadie más que Él las conoce. Él sabe lo que hay en la costa y en el mar. No hay hoja de árbol que caiga sin que Él lo sepa, ni grano en el seno de la tierra, o algo que esté verde o seco, sin que se encuentre registrado en un libro evidente”. (Corán 6:59)

Cuando nos afligen la enfermedad y las lesiones, las razones pueden no ser obvias o quizás estén más allá de nuestro entendimiento. Sin embargo, Dios solo quiere el bien para la humanidad. Podemos, por lo tanto, estar seguros de que hay una gran sabiduría detrás de las aflicciones, y que estas se nos presentan con la oportunidad para que desarrollemos una relación más estrecha con Dios. Como humanos, tenemos por supuesto libre albedrío y somos libres de elegir nuestro propio curso de acción en cualquier situación que se nos presente, pero la mejor reacción es la paciencia y la aceptación.

El Profeta Muhammad, que la misericordia y las bendiciones de Dios sean con él, nos informó que seremos probados de acuerdo a nuestro nivel de fe, y que el bien duradero que viene con estas pruebas será la purificación de nuestros pecados. Él dijo que un hombre será puesto a prueba según el nivel de su compromiso religioso, y que las pruebas seguirán afectando al siervo de Dios hasta que deje de caminar por la faz de la Tierra sin cargar pecado en lo absoluto.

Cuando la enfermedad o las lesiones nos sobrevienen, es natural sentir miedo. A veces podemos sentir resentimiento, preguntarnos por qué Dios ha permitido que esto nos ocurra. Cuestionamos y nos quejamos, pero en realidad esto no sirve para nada, excepto para acentuar nuestra pena o sufrimiento. Dios, en Su sabiduría y misericordia infinitas, nos ha dado orientaciones claras sobre cómo comportarnos cuando nos afectan las enfermedades o las lesiones. Si seguimos estas pautas, es posible sobrellevar las aflicciones con facilidad e incluso estar agradecidos. Cuando le sobrevienen enfermedades o lesiones, el creyente pone su confianza en Dios, expresa agradecimiento por cualquier condición que Dios haya decretado para él, y busca ayuda médica.

El tratamiento médico está permitido en el Islam, y buscar ayuda médica no niega ni anula la idea de poner la confianza de uno en Dios. El Profeta Muhammad dejó esto claro cuando dijo: “Ninguna enfermedad ha sido decretada sin que tenga una cura”. Un creyente debe ir al doctor en busca de tratamiento de enfermedades y lesiones. Debe buscar un diagnóstico y una cura para enfermedades mentales o condiciones emocionales. Sin embargo, hay algunas estipulaciones, por ejemplo, que no debe buscarse la cura en algo prohibido como el alcohol. Dios no pone la cura en algo que Él ha prohibido.

No es permisible buscar curas en adivinos, hechiceros, lectoras de manos y otros charlatanes de cualquier tipo. Estas personas afirman tener conocimiento de lo oculto, lo que es imposible, y solo tratan de extorsionar a la gente y alejarlos del Único Dios Verdadero. Dios ha prohibido también el uso de amuletos y objetos para la suerte para protegerse contra la enfermedad y las lesiones. Todo poder y toda fuerza provienen solo de Dios. Invocar a cualquier otro en lugar de Dios para que nos cure o nos salve es un pecado muy grave.

Mientras buscas tratamiento o cura en este mundo físico, es importante buscar también cura a través de remedios espirituales. Lo primero a hacer es pensar positivamente sobre Dios, confirmar tu creencia en Él, y contemplar Sus nombres y atributos. Él es el Más Misericordioso, el Más Amoroso y el Más Sabio. Se nos aconseja nombrarlo por aquellos de Sus nombres que sean más apropiados para nuestras necesidades.

“A Dios pertenecen los nombres más sublimes, invócalo a través de ellos”. (Corán 7:180)

Dios no nos ha abandonado a los problemas, pruebas y tribulaciones de este mundo, Él nos ha brindado orientación y las armas más poderosas contra el tormento y la angustia: el Corán, palabras de conmemoración y súplicas, y la oración. A medida que avanzamos en el siglo XXI, hemos comenzado a contar con ayuda médica en lugar de remedios espirituales auténticos; sin embargo, utilizar los dos mano a mano puede ser mucho más efectivo y veloz. En ocasiones la enfermedad persiste, en otras las lesiones se hacen crónicas; pero a veces la mala salud puede darnos una gran iluminación espiritual.

¿Con qué frecuencia hemos escuchado gente con enfermedades debilitantes o una invalidez terrible, agradeciendo a Dios por sus condiciones, o hablando acerca de cómo el dolor y el sufrimiento dan bendiciones y beneficios a nuestras vidas? Cuando nos sentimos solos y angustiados, Dios es nuestra única salida. Cuando el dolor y el sufrimiento se hacen insoportables, cuando no hay nada más que miedo y miseria, es cuando alcanzamos a Quien puede darnos la redención: Dios. La total confianza y la sumisión completa a la voluntad de Dios nos dan la alegría y la libertad que se conocen como la dulzura de la fe. Es paz y tranquilidad, y le permite a uno aceptar todas las condiciones que este mundo le brinda, las buenas, las malas, las feas, las dolorosas, las angustiantes y las felices.

Finalmente, es importante entender que las enfermedades y las lesiones pueden ser la forma en que Dios nos purifica. Como seres humanos, no somos perfectos, cometemos errores, hacemos obras malas, e incluso desobedecemos deliberadamente los mandamientos de Dios.

“Si los aflige una desgracia, es consecuencia de [los pecados] que sus propias manos han cometido, a pesar de que Dios les perdona muchas faltas [por Su gracia]”. (Corán 42:30)

La piedad de Dios nunca debe ser subestimada. Él nos pide que busquemos Su perdón. El Profeta Muhammad nos recordó que Dios espera que nos volvamos hacia Él. En la última parte de la noche, cuando la oscuridad cubre por completo la tierra, Dios desciende al cielo más bajo y le pregunta a Sus siervos: “¿Quién Me está haciendo una súplica? Se la responderé. ¿Quién está buscando algo de Mí? Se lo concederé. ¿Quién está buscando Mi perdón? Se lo daré”.

A menudo, la desgracia y el sufrimiento nos ocurren debido a nuestras propias acciones. Elegimos cometer pecados, pero Dios nos purifica a través de la pérdida de riqueza, de salud, o de las cosas que amamos. A veces sufrir ahora, en este mundo, significa que no sufriremos por toda la eternidad; a veces todo el dolor y la angustia significan que alcanzaremos una estación más alta en el Paraíso.

Dios conoce la sabiduría detrás del porqué les ocurren cosas buenas a personas malas, o por qué les ocurren cosas malas a personas buenas. En general, cualquier cosa que nos haga acudir a Dios es algo bueno. En tiempos de crisis, la gente se acerca a Dios, mientras que en tiempos de comodidad solemos olvidar Quién ha originado la comodidad. Dios es el Proveedor y Él es el Más Generoso. Dios quiere recompensarnos con vida eterna, y si el dolor y el sufrimiento nos pueden garantizar el Paraíso, entonces la mala salud y las lesiones son una bendición. El Profeta Muhammad dijo: “Si Dios quiere hacerle el bien a alguien, lo aflige con pruebas”.

Cuando las enfermedades atacan, el mejor curso de acción es agradecer a Dios, procurar acercarnos a Él, buscar ayuda médica, y contar las bendiciones que Él ha puesto sobre nosotros.


Texto tomado de: www.islamreligion.com

martes, 11 de junio de 2013

Turquía y Perú eliminan los visados para sus ciudadanos

El acuerdo sobre el levantamiento recíproco de los visados entre el gobierno de la República de Turquía y el gobierno de la República de Perú firmado entre ambos países en Ankara el 18 de junio de 2012, entrará hoy en vigor. 

Se beneficiarán del acuerdo los ciudadanos turcos y peruanos con pasaportes diplomáticos, oficiales, públicos, de servicio y provisionales y con tarjetas de identidad de marinero, certificados de la tripulación de vuelo y documentos de viaje, informó la agencia turca, TRT.

Los ciudadanos de ambos países en sus viajes recíprocos podrán entrar y salir, podrán pasar en tránsito y podrán alojarse temporalmente con exención de visados en condición de no caducar 90 días en total dentro de los últimos 180 días. 

Los ciudadanos de ambos países, que realizarán viaje recíproco con objetos especiales como trabajo, educación, investigación, matrimonio y residencia a largo plazo (más de 90 días), estarán sujetos a “visado anotado especial” que se tomará de las delegaciones diplomáticas del país relacionado.


Cómo comportarse al ser afligido por la enfermedad (parte 1 de 2): Llevar las aflicciones con paciencia

Antes de hablar sobre cómo un creyente se comporta cuando está enfermo o lesionado, es importante entender lo que enseña el Islam sobre la vida en este mundo. Nuestra existencia aquí en la Tierra no es más que un paso transitorio en el camino hacia nuestra vida real en el más allá. El Paraíso o el Infierno, uno de ellos será nuestra morada permanente. Este mundo es un lugar donde estamos a prueba. Dios lo creó para nosotros, para nuestro disfrute, pero es un lugar de más que solo placeres mundanales. Es aquí donde realmente cumplimos nuestro propósito verdadero; vivimos nuestras vidas basados en la adoración a Dios. Reímos, jugamos, lloramos y sentimos dolor y tristeza, pero cada condición y cada emoción son de Dios. Reaccionamos con paciencia, agradecimiento y esperanza por la recompensa eterna. Tememos el castigo eterno y sabemos con certeza que Dios es la fuente de toda misericordia y todo perdón.

“La vida en este mundo no es más que distracción y diversión, la vida del más allá es la vida verdadera. ¡Si supieran!” (Corán 29:64)

Dios no nos creó y luego nos abandonó a los placeres y pruebas de la vida. En lugar de ello, Él envió mensajeros y profetas para enseñarnos, y libros de revelación para guiarnos. También nos brindó incontables bendiciones. Cada bendición hace la vida maravillosa y a veces soportable. Si nos detenemos por un momento y contemplamos nuestra existencia, las bendiciones de Dios se hacen evidentes. Observa la lluvia cayendo, siente el cosquilleo del sol sobre tu piel, toca tu pecho y siente el fuerte latir rítmico de tu corazón. Estas son bendiciones de Dios y debemos ser agradecidos por ellas, así como por nuestros hogares, nuestros hijos y nuestra salud. Dios nos dice, sin embargo, que seremos puestos a prueba. Él dice:

“Los pondremos a prueba con algo de temor, hambre, pérdida de bienes materiales, vidas y frutos, pero albricia a los pacientes”. (Corán 2:155)

Dios nos ha aconsejado que soportemos nuestras pruebas y tribulaciones con paciencia. Sin embargo, esto es difícil si no entendemos primero que todo lo que ocurre en el universo, ocurre con el permiso de Dios. Ninguna hoja cae del árbol sin el permiso de Dios. Ningún negocio se desmorona, ningún auto choca y ningún matrimonio termina sin el permiso de Dios. Ninguna enfermedad ni lesión toca a un ser humano sin el permiso de Dios. Él tiene poder sobre todas las cosas. Dios hace lo que hace por razones que muchas veces están más allá de nuestra comprensión, y por razones que pueden o no resultarnos aparentes. Sin embargo, Dios, en Su sabiduría y misericordia infinitas, solo quiere lo mejor para nosotros. Por último, lo que es mejor para nosotros es la vida eterna en un lugar de felicidad completa, el Paraíso.

“Su Señor les albricia [que serán recompensados] con Su misericordia, Su complacencia, y con jardines donde gozarán de delicias inagotables”. (Corán 9:21)

Al enfrentar cada prueba, un creyente debe tener la certeza de que Dios no decreta para él nada más que el bien. El bien puede estar entre los placeres de este mundo, o puede estarlo en el más allá. El Profeta Muhammad, que la misericordia y las bendiciones de Dios sean con él, dijo: “Qué maravilloso es el caso del creyente, pues sus asuntos son todos buenos, y esto se aplica solamente al creyente. Si le sucede algo bueno, agradece por ello y eso es bueno para él. Si le sucede algo malo, lo tolera con paciencia y eso es bueno para él”. Dios nos pone a prueba con los problemas y tribulaciones de la vida, y si somos pacientes obtendremos una gran recompensa. A través de las circunstancias cambiantes y de los tiempos difíciles, Dios pone a prueba nuestro nivel de fe, comprueba nuestra capacidad de ser pacientes y borra algunos de nuestros pecados. Dios es completamente amoroso y sabio, y nos conoce mejor que nosotros mismos. No alcanzaremos el Paraíso sin Su misericordia, y ella se manifiesta en las pruebas y problemas de esta vida.

La vida de este mundo es un mero engaño. La cosa más benéfica para nosotros son las obras buenas que seamos capaces de realizar. La familia es una prueba, pues Dios nos dice que ella nos puede llevar por mal camino, pero igualmente puede llevarnos al Paraíso. La riqueza es una prueba, la codicia nos puede llevar a ser avaros, pero distribuirla para beneficio de los necesitados nos acerca a Dios. La salud también es una prueba. La buena salud puede hacernos sentir invencibles y que no necesitamos de Dios; pero la mala salud tiene una forma de hacernos humildes y de obligarnos a depender de Dios. Cómo reacciona un creyente ante las circunstancias de la vida es muy importante.

¿Qué pasa si los placeres de la vida de pronto se convierten en tormentos? ¿Cómo debe uno comportarse cuando es afligido por una enfermedad o una lesión? Por supuesto, aceptamos nuestro destino y tratamos de llevar el dolor, la tristeza o el sufrimiento con paciencia, porque sabemos con certeza que de ello Dios nos dará mucho bien. El Profeta Muhammad dijo: “No hay desgracia o enfermedad que le ocurran a un musulmán, ninguna preocupación, pena, daño o angustia —incluso una espina que lo pinche— sin que Dios le expíe algunos de sus pecados por ello”. Sin embargo, somos seres humanos imperfectos. Podemos leer estas palabras, podemos incluso entender el sentimiento, pero comportarnos aceptándolas a veces es muy difícil. Es mucho más fácil lamentarnos y gritar acerca de nuestra situación, pero nuestro Dios Misericordioso nos ha dado una guía clara y nos ha prometido dos cosas: que si Lo adoramos y seguimos Su guía, seremos recompensados con el Paraíso; y que después de la dificultad viene la facilidad.

“Luego de toda dificultad viene la facilidad”. (Corán 94:5)

El creyente está obligado a cuidar su cuerpo y su mente; por lo tanto, mantener una buena salud es esencial. Sin embargo, cuando nos aflige la enfermedad o las lesiones, es vital seguir la guía de Dios. Un creyente debe buscar ayuda médica y hacer todo lo que le sea posible para curarse o recuperarse, pero al mismo tiempo debe buscar ayuda a través de la oración, el recuerdo de Dios y los actos de adoración. El Islam es una forma holística de vida, la salud física y la salud espiritual van de la mano. En la segunda parte, veremos más en detalle los pasos a tomar cuando somos afligidos por la enfermedad o las lesiones.



Texto tomado de: www.islamreligion.com

jueves, 6 de junio de 2013

La vida después de la Muerte (parte 2 de 2): Los beneficios de la creencia


El Corán describe los estados que pasamos en esta vida mundana como una preparación para la vida eterna después de la muerte.  Sin embargo aquéllos que niegan que exista la otra vida se vuelven esclavos de sus pasiones y deseos, y se burlan de las personas temerosas y conscientes de Dios.  Tales personas sólo comprenden su necedad en el momento de su muerte y desean en vano que les sea dada una oportunidad nueva en este mundo.  Su estado es miserable en el momento de muerte, el horror del Día del Juicio, y la felicidad eterna garantizada por Dios a los creyentes sinceros es mencionada en los siguientes versículos del Corán.

“AQUELLOS que no creen en la Otra Vida, siguen engañándose a sí mismos hasta que, cuando le llega a uno de ellos la muerte, implora: ‘¡Oh Sustentador mío!  ¡Déjame volver, déjame volver [a la vida], para que pueda obrar rectamente allí donde [antes] fracasé!’  Son sólo palabras [vanas] que dice: pues detrás de esos [que dejan el mundo] hay una barrera [de muerte] hasta el Día en que sean todos resucitados.  Entonces, cuando se sople la trompeta [de la resurrección], no existirán entre ellos lazos de parentesco en ese Día, ni se preguntarán unos por otros.  Y aquellos cuyo peso [de buenas acciones] sea grande en la balanza, esos habrán alcanzado la felicidad; mientras que aquellos cuyo peso sea leve en la balanza, esos son los que se habrán malogrado a sí mismos, [y los que] residirán en el infierno: el fuego les chamuscará el rostro, y allí permanecerán, contraídos sus labios por el dolor.” (Corán 23:99-104)

La creencia en la vida después de la muerte no sólo garantiza el éxito en el más allá, sino que también hace en este mundo alcanzar la paz y la felicidad.  Esto ha terminado haciendo a los individuos sumamente responsables y obedientes en sus actividades debido a su temor de Dios: el miedo a Su castigo y la esperanza de Su recompensa.

Pensemos en las personas de la antigua Arabia.  Luchar por los feudos tribales, pillar y asesinar eran los rasgos principales de su sociedad cuando no tenían ninguna creencia en la  vida después de la muerte.  Pero en cuanto ellos aceptaron la creencia en un único Dios y en la vida después de la muerte, se volvieron una nación disciplinada.  Dejaron sus vicios, se ayudaron mutuamente en horas de necesidad, y resolvieron todas sus disputas en base a la justicia y la igualdad.  De manera semejante, el rechazo de la creencia en la vida después de la muerte no sólo tiene consecuencias en el más allá, sino también en este mundo.  Cuando una nación la niega en conjunto, todos los tipos de mal y corrupción se aceleran desenfrenados en esa sociedad y finalmente ésta alcanza su autodestrucción.  El Corán menciona el fin terrible de las naciones de 'Aad, Zamud y el Faraón con no poco detalle:

“¡[LAS TRIBUS de] Zamud y Aad desmintieron [los anuncios de] esa calamidad repentina!  En cuanto a los Zamud –fueron destruidos por un violento temblor [de tierra]; y los Aad –fueron destruidos por un rugiente vendaval, que Él desató contra ellos durante siete noches y ocho días sin parar, hasta que al final podía verse a aquella gente tendida [sin vida], como troncos huecos de palmera [arrancados]: ¿y ves ahora rastro alguno de ellos?  Y también Faraón, y [muchos de] los que vinieron antes de él, y las ciudades que fueron vueltas del revés --[todos ellos] incurrieron en pecado tras pecado y se rebelaron contra los

enviados de su Sustentador: ¡y entonces Él los agarró con una presa sumamente severa!  [Y] en verdad: cuando las aguas [del diluvio] desbordaron todos los límites, fuimos Nosotros quienes os transportamos [a lugar seguro] en aquel arca flotante, para hacer de todo esto un recordatorio [perdurable] para todos vosotros, y para que todo oído atento lo retuviera conscientemente.

¡[Tened presente,] pues, [la Última Hora,] cuando se haga sonar la trompeta [del Juicio] con un solo trompetazo, y la tierra y las montañas sean alzadas y pulverizadas de un solo golpe!  Ese Día habrá ocurrido lo que ha de ocurrir; y el cielo se partirá en pedazos -- pues ese Día lo hará quebradizo--; y los ángeles [aparecerán] en sus extremos, y, sobre los, ocho portarán en alto ese Día el trono de la omnipotencia de tu Sustentador...  Ese Día se os hará comparecer: ni [siquiera] el más secreto de vuestros actos quedará oculto.

Aquel cuyo registro le sea entregado en su mano derecha, exclamará: “¡Venid todos!  ¡Leed mi registro!  ¡En verdad, sabía que tendría que enfrentarme [un día] a mi cuenta!”  Gozará, entonces, de una existencia placentera, en un paraíso elevado, cuyos frutos estarán al alcance de la mano.  [Y se dirá a todos esos bienaventurados:] ‘¡Comed y bebed complacidos por todo lo [bueno] que adelantasteis en días pasados!”  Pero aquel cuyo registro le sea entregado en su mano izquierda, exclamará: “¡Ojalá no me hubiera sido mostrado mi registro, (26) ni hubiera conocido mi cuenta!  ¡Ojalá esta [muerte mía] hubiera sido el fin de mí!  ¡De nada me sirve cuanto he poseído, [y] se ha desvanecido mi poder de argumentar!’” (Corán 69:4-29)

Hay razones muy convincentes para creer en la vida después de la muerte.

Primero, todos los profetas de Dios han llamado a sus pueblos a creer en ello.

Segundo, siempre que una sociedad humana se construyó en base a esta creencia, su forma ha sido la de la sociedad más ideal y pacífica, libre de los males de la inseguridad y la falta de moral.

En tercer lugar, la historia atestigua que siempre que esta creencia se rechazó colectivamente por un grupo de personas a pesar de la advertencia repetida de su Profeta, el grupo fue castigado en su conjunto por Dios, incluso en este mundo.

Cuarto, los medios morales, estéticos y racionales del hombre sustentan la posibilidad de la vida después de la muerte.

Quinto, los atributos de Dios de Justicia y Misericordia no tienen ningún significado trascendente si no hay vida después de la muerte.


Texto tomado de: www.islamreligion.com

La vida después de la Muerte (parte 1 de 2): Un Argumento


La pregunta sobre si hay vida después de que la muerte o no la hay; no entra en el campo de la ciencia, porque la ciencia sólo se preocupa por la clasificación y análisis de datos comprobables por su método. Es más, el hombre ha estado ocupado con el método científico y ha investigado, en el sentido moderno del término, sólo durante los últimos siglos, mientras se ha estado familiarizando con la idea de vida después de la muerte desde tiempos inmemoriales. Todos los profetas de Dios llamaron a sus seguidores a rendir culto a Dios y creer en la vida después de la muerte. Ellos pusieron tanto énfasis en la creencia en la vida después de la muerte que incluso una ligera duda acerca de la realidad de esta afirmación parece implicar la negación de Dios. Los profetas de Dios han venido y se han ido, si bien todos los Profetas tuvieron una vida acotada y luego dejaron este mundo, su mensaje ha perdurado por miles de años. Es un hecho que los Profetas no pudieron conocer nada de sus mensajes por medio del método científico, sino que la verdad les llegaba por otro camino: La revelación divina. 

Sabemos también que estos profetas de Dios encontraron oposición en muchas personas, principalmente a la creencia de la resurrección a la vida una que vez que la persona ha muerto, porque pensaban que eso no era posible. Pero a pesar de esta oposición, los Profetas ganaron muchos seguidores sinceros. Se impone entonces preguntarse por qué mientras algunas personas intentaban desmentir a los Profetas, otros les creyeron. ¿Qué los llevó a rechazar las creencias establecidas, tradiciones y costumbres de sus antepasados, al punto de que estos seguidores de los Profetas se arriesgaron a ser totalmente expulsados de su propia comunidad? La respuesta simple es que ellos hicieron uso de sus facultades de mente y corazón, y comprendieron la verdad.  ¿Ellos comprendieron la verdad a través de experimentos? No, esto no es posible, porque experiencia de la vida después de que la muerte es imposible, al menos hasta que llega la muerte.

En realidad, Dios ha dado al hombre, además de la conciencia perceptora, la conciencia racional, estética y ética. Es esta conciencia que guía al hombre con respecto a las realidades que no pueden verificarse a través de los datos que perciben nuestros sentidos. Por eso todos los profetas de Dios, mientras llamaban a las personas para creer en Dios y la vida eterna, han activado los aspectos estéticos, morales y racionales del hombre. Por ejemplo, cuando los idólatras de La Meca negaron la posibilidad de la vida después de la muerte, el Corán expuso la debilidad de su posición presentando argumentos lógicos y racionales:

“¡Y [ahora argumenta acerca de Nosotros!, y piensa de Nosotros en términos de comparación ¡Olvidándose de cómo él mismo fue creado! [Y así] dice: “¿Quién dará vida a unos huesos convertidos en polvo?”  Di: “Aquel que los creó por vez primera les dará vida [de nuevo], ya que Él conoce bien cada [aspecto de la] creación: Aquel que del árbol verde produce para vosotros fuego, pues, ¡he ahí! que encendéis [vuestros fuegos] con él. ¿No es, acaso, Aquel que ha creado los cielos y la tierra capaz de crear [de nuevo] algo como esos [que han muerto]?” (Corán 36:78-81)

En otra ocasión, el Corán dice muy claramente que los incrédulos no tienen ninguna base legítima para su rechazo de la creencia en la vida después de la muerte. La cual han basado en la pura conjetura irracional:

“Y no obstante dicen: “No hay nada después de esta vida nuestra. Morimos como hemos nacido, y sólo el tiempo nos destruye. Pero de esto no poseen el menor conocimiento: no hacen sino conjeturar. Y [así,] cuando les son transmitidos Nuestros mensajes con toda su claridad, su único argumento es:

“¡Traed [por testigos] a nuestros antepasados, si es verdad lo que decís!” (Corán 45:24-25)

Dios resucitará a todo quien haya muerto, pero no a nuestro antojo o para nuestra curiosidad ociosa en el mundo terrenal; Dios tiene Su propio plan. Vendrá un día en que el universo entero se destruirá, y entonces se presentará el muerto resucitado para estar de pie ante Dios. Ese día será el principio de la vida que nunca acabará, y ese Día, a cada persona se la premiará según sus actos buenos y malos.

La explicación que el Corán da sobre la necesidad de la vida después de que la muerte es eso que la conciencia moral del hombre demanda de él. Realmente, si no hay ninguna vida después de la muerte, la misma creencia en Dios tambalearía, o, aun creyendo, sería evidente que el Altísimo sería un inicuo y un Dios indiferente. Habría sido un Dios que creó al hombre, sólo para ser después de esto indiferente con su destino.  Ciertamente, Dios no es así.  Él castigará a los tiranos por sus crímenes: ¿acaso alguien habiendo matado inocentes, sembrado la corrupción en la sociedad, esclavizado a la gente para servir sus antojos y otras maldades no será castigado? Tenemos una experiencia de vida muy breve en este mundo, y este mundo físico tampoco es eterno, los castigos o premios en proporción a los hechos malos o nobles de personas no son posibles aquí. La persona premiada por su bondad no vive lo suficiente como para gozar de la inmensa recompensa que Dios le reserva, y los malvados no viven lo suficiente para recibir un castigo equivalente al perjuicio que han provocado. El Corán expone  muy enfáticamente que el Día de Juicio deberá inexorablemente llegar, y Dios decidirá sobre el destino de cada alma según las obras que ésta realizó:

“Pero a los que luchan contra Nuestros mensajes, queriendo frustrar su propósito, les aguarda un doloroso castigo por [su] vileza. Y LOS QUE han sido dotados de conocimiento [innato] saben bien que lo que se ha hecho descender sobre ti por tu Sustentador es ciertamente la verdad, y que guía al camino que lleva al Todopoderoso, Aquel que es digno merecedor de toda la  alabanza.” (Corán 34:3-5)

El Día de Resurrección será el Día cuando los atributos de Dios de Justicia y Misericordia serán manifestados con todo su esplendor. Dios derramará Su misericordia sobre aquéllos que sufrieron por Su causa en su vida mundanal, y estaban aguardando confiados que una recompensa eterna estaba esperándolos.  Pero aquéllos que abusaron de las libertades otorgadas por Dios, y no hicieron nada para lograr el éxito en la vida del más allá, estarán en el estado más miserable. Dibujando una comparación entre ellos el Corán dice:

“¿Puede, acaso, compararse a alguien a quien hemos hecho una hermosa promesa, que verá cumplida [a su resurrección]62 con uno al que hemos dado [todos] los goces de esta vida pero que, en el Día de la resurrección, estará entre los que habrán de comparecer [ante Nos]?” (Corán 28:61)


Texto tomado de: www.islamreligion.com

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