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miércoles, 27 de marzo de 2013

La guía profética sobre cómo tratar a los jóvenes - III


Además, al ordenarles a los niños a obedecer a Al-lah, Glorificado sea, y realizar buenas obras (y acostumbrarlos a hacer esto), el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, nos instruyó acerca de la necesidad de proteger a los niños de caer en cosas prohibidas.

En un hadiz (narración) en la autoridad de Abu Musa Al Ash’ari, que Al-la esté complacido con él, el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, dijo: “Vestir seda y oro ha sido prohibido para los hombres de mi nación, y está permitido para sus mujeres”. (At-Tirmidhi) A pesar de que esta orden está dirigida principalmente a los hombres adultos, lo que excluye a los niños, el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, se refería al género masculino en general, no sólo a aquellos responsables por sus actos.

Abu Hurairah, que Al-la esté complacido con él, dijo que Al Hasan ibn 'Ali, que Al-lah esté complacido con ambos, tomó uno de los dátiles de la Sadaqah (caridad) y lo puso en su boca. El Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, le dijo: “¡Kaj, Kaj! (una palabra para regañar) Escúpelo, ¿no sabes que no debes comerte la Sadaqah?” (Bujari y Muslim)

Sin embargo, cuando un niño es culpable de cometer un error, uno escucha voces que se oponen al regaño, argumentando que el niño es aún joven y no es responsable de sus actos. Aunque el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, era plenamente consciente de este hecho, él, sallallahu ‘alaihi wa sallam, no excusaba ni justificaba un acto incorrecto. Abu Al Hawra’, que Al-la lo tenga en Su misericordia, dijo: “Le pregunté a Al Hasan ibn ‘Ali, que Al-la esté complacido con ambos, qué recordaba del Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam. Me dijo: ‘Recuerdo que tomé uno de los dátiles de As-Sadaqah y lo puse en mi boca. El Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, lo sacó de mi boca con la saliva (aún en él), y lo devolvió a los dátiles. Algunas personas dijeron: ‘¡Oh, Mensajero de Al-lah!, ¿qué [importa] si le dejas ese dátil al niño?” El Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, dijo: ‘La Sadaqah no nos está permitida a nosotros, la familia de Muhammad’ ”. (Ahmad)

Ibn ‘Umar, que Al-la esté complacido con ambos, también narró que cuando el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, vio a un muchacho que tenía parte de su cabello rasurado y parte crecido, prohibió (a los demás) que hicieran eso y dijo: “Aféitenlo todo o déjenlo crecer todo”. (Abu Dawud)

Por lo tanto, el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, les ordenó que no hicieran Qaza’ (afeitarse parte del cabello y dejarse crecido el resto), y dirigió esta orden a todos ellos, sin tener en cuenta que este muchacho no era Mukal-laf (es decir, no estaba en edad de rendir cuentas por sus actos). Un pecado es un pecado, independientemente de quién lo cometa, ya sea un niño o un adulto, pero la cuestión del castigo varía en consecuencia.

Los padres deben cuidar a sus hijos para que no hagan malas obras, ya que así es como los Compañeros del Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, percibieron estos hadices y actuaron en concordancia. Abdul-lah ibn Mas’ud, que Al-la esté complacido con él, por ejemplo, cuando vio que uno de sus hijos hacía alarde de una camisa de seda que llevaba puesta, rasgó la camisa y le ordenó al niño que fuera con su madre y le pidiera que lo vistiera con otra camisa. [Abdur-Razzaq, Sahih]

Finalmente, es muy importante para los padres poner a este asunto la mayor atención y mantener a sus hijos alejados de todos los actos prohibidos. Por ejemplo, los hombres no deben vestir ropas femeninas y viceversa, el corte de pelo de las niñas no debe ser similar al de los niños (ni imitar los cortes de pelo que son populares entre los incrédulos) y viceversa; los niños no deben lucir cadenas de oro, y así sucesivamente.

Para terminar, los eruditos musulmanes están de acuerdo en el hecho de que los tutores deben mantener a sus niños alejados de lo que está prohibido para los adultos. El Shaij Al Islam Ibn Taimiah, que Al-lah lo tenga en Su misericordia, dijo: “Un adulto no sólo debe evitar caer en actos prohibidos, sino que debe también evitar que sus niños caigan en ellos; debe ordenarles realizar las oraciones a los siete (años) y debe castigarlos si se niegan a hacerlas a los diez (años). Por otra parte, ¿cómo puede ser admisible para él vestirse con lo que ha sido prohibido?”


La guía profética sobre cómo tratar a los jóvenes - II


‘Amr ibn Shu’aib, que Al-la lo tenga en Su misericordia, a nombre de su padre, con la autoridad de su abuelo, narró que el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, dijo: “Ordenen a sus hijos que realicen la Salah a los siete años, y castíguenlos (si no la hacen) a la edad de diez, y háganlos dormir en camas separadas”. [Ahmad]

En este hadiz, el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, se dirige a los padres, no a los niños, como formadores y adultos, y como responsables de sus acciones, pues cualquiera de ellos que desobedezca es un pecador y está sometido a castigo. Cabe señalar que el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, no distingue entre oraciones, es decir, hay que enseñar a los jóvenes a realizar las cinco oraciones, teniendo cuidado de acostumbrar a los niños a rezar en la mezquita. Esto fue subrayado por el Shaij Al Islam Ibn Taimiah, que Al-la lo tenga en Su misericordia, quien dijo: “Toda persona con autoridad (que tenga autoridad sobre niños) tiene que ordenarle a aquellos que le deben obediencia (aquellos bajo su autoridad), incluso si no ha alcanzado la adultez, que lleven a cabo el Salah; y quien tenga un niño o un huérfano joven y no le ordene rezar, desobedece a Al-lah y a su Mensajero, y debe ser reprendido con severidad, ya que está sujeto al castigo de Al-lah Todopoderoso”.

A este respecto, algunos padres se quejan de que sus hijos adultos no asisten ni siquiera a las oraciones del Yum’ah (viernes) en la Mezquita. En muchos casos, los propios padres son los culpables de esto, pues se rehusaron a enseñarles a sus hijos a realizar el Salah cuando eran jóvenes, de modo que cuando estos niños crecieron no les fue fácil realizar las oraciones en la mezquita. Por lo tanto, la corrupción de los hijos suele ser causada por los mismos padres. Esta corrupción es muy perjudicial para los hijos, tanto para sí mismos como para sus padres. Aquí recordamos las palabras de uno de esos hijos que culpó a su padre diciendo: “¡Oh, padre!, has sido desobediente para conmigo cuando era joven, así que soy desobediente para contigo ahora que eres viejo. Y me arruinaste cuando era niño, así que soy descuidado contigo ahora que estás viejo. De lo que sembraste, recogerás”.

El Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, permitía que los niños estuvieran presentes en las mezquita, y en ocasiones incluso interrumpía el sermón por ellos.
 
Buraidah, que Al-la esté complacido con él, dijo: “Mientras el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, estaba en el Minbar (púlpito) dándonos un sermón, vio a (sus nietos) Al Hasan y Al Husain (que eran niños pequeños) llegar con sus camisas rojas, caminando y cayéndose de vez en cuando. El Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, bajó (del púlpito), alzó a los niños y los sentó en su regazo, y entonces dijo: ‘En verdad, Al-lah, el Todopoderoso, habla la verdad (cuando dice): {…vuestros bienes y vuestros hijos son una prueba…} (Corán: 64:15) Y agregó: ‘Vi a estos dos niños caminando y tropezando, y me sentí tan impaciente que interrumpí mi sermón para ayudarlos a levantarse’ ”. (An-Nasa’i)
 
De modo que está claro que evitar que los niños vayan a las mezquitas no corresponde a la guía del Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, ya que él, sallallahu ‘alaihi wa sallam, los llevaba a la mezquita y agradecía su presencia con sus padres. Si bien no hay duda de que el cuidarlos a menudo distrae y molesta a los fieles debido a su llanto o sus juegos, el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, pasó esto por alto, pues los niños cosechan los beneficios de asistir a la mezquita. Estos beneficios incluyen familiarizarse con las mezquitas, acostumbrarse a asistir a las oraciones y sermones, y rezar. El tutor debe ser perseverante en llevar a sus niños a las mezquitas, sin embargo, debe tener cuidado de hacer todo lo posible para reducir y limitar su ruido, ya sea permaneciendo cerca a ellos en la fila durante las oraciones, o vigilándolos después de ellas. Haciendo esto, las quejas recurrentes en las mezquitas debido al ruido de los niños y a la negligencia de los padres, ya no representará un problema.


La guía profética sobre cómo tratar a los jóvenes - I


El Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, es el hombre más perfecto que ha existido. Enseñó a la gente tomando en consideración su forma de pensar y su grado de fe. Su forma de enseñar está bien descrita por Al Hakam ibn Mu’awiah, que Al-la esté complacido con él, quien era un hombre maduro (cuando ocurrió este incidente). Ibn Mu’awiah, que Al-la esté complacido con él, dijo, después de cometer un error mientras rezaba, y de haber sido corregido por el Profeta Muhammad, sallallahu ‘alaihi wa sallam: “Nunca antes había visto a un instructor que diera mejor instrucción que él, que mi padre y mi madre sean sacrificados por él. Él nunca protestó ante mí ni me golpeó ni abusó de mí”. [Muslim]


Si esta fue la forma en que el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, trató y enseñó a los adultos, de seguro los niños se veían más favorecidos por su buena guía e indulgencia en el trato. En ese sentido, el hijastro del Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, Umar ibn Abu Salamah, que Al-la esté complacido con ambos, reportó: “Yo era un niño bajo el cuidado del Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, y mi mano vagaba por el plato. Él me dijo: ‘Muchacho, menciona el nombre de Al-lah (di Bismil-lah antes de comenzar a comer), come con tu mano derecha y come de lo que tienes más cerca a ti’. Siempre he seguido esta forma de comer desde aquel incidente” . [Bujari y Muslim]


Está claro, entonces, que la más honorable de las personas, el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, no desdeñó comer con su hijastro como hace mucha gente. Incluso cuando el niño cometía un error, se apresuraba a enseñarle la manera correcta de comer de forma amable. El Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, no era duro con él, no le reprochaba ni lo despedía de la casa. En consecuencia, su forma de enseñar tenía un gran efecto en el niño, quien dijo: “Siempre he seguido su forma de comer”, así como toda la nación musulmana en su conjunto.
¿Qué crees que hubiera ocurrido si el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, hubiera reprendido al niño o lo hubiera echado, o lo hubiera maldecido (suplicándole a Al-lah Todopoderoso que le cortara la mano, por ejemplo) como hacen algunos padres ignorantes en esa situación? ¿El niño se habría beneficiado aprendiendo la etiqueta para comer? ¿La nación entera había obtenido algún beneficio al aprender tal maltrato?


Por otra parte, el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, bromeaba con los niños, los hacía felices y les ponía apodos agradables. Esto está ilustrado en el hadiz narrado por Abu Taiah, con la autoridad de Anas ibn Malik, que Al-la esté complacido con él, quien dijo: “El Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, fue el mejor de las personas en carácter. Tenía un hermano llamado Abu ‘Umair, quien, creo, acababa de ser destetado. Siempre que (el niño) era llevado al Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, solía decir: “¡Oh, Abu ‘Umair! ¿Qué hace Al Nugair (el Ruiseñor)?’ Había un ruiseñor con el que el niño solía jugar”.


La pregunta es: ¿cómo se comparan los educadores actuales con esta guía profética respecto a manejar a los jóvenes con compasión, deleitándolos con bromas y regalos, o por lo menos hablándoles buenas palabras que abran sus ojos y oídos, y les permitan beneficiarse del conocimiento y el comportamiento de sus educadores? ¿Dónde están los educadores que llaman a los más jóvenes por su Kuniah (apodo patronímico), para alegrarlos? Por el contrario, algunos educadores dan intencionalmente a los niños a su cargo apodos que les molestan profundamente. Vale la pena mencionar que mientras estos niños son llamados por estos apodos hirientes, el pecado de ofenderlos regresará a quienes inventaron tales nombres en primer lugar.


Otro aspecto de la atención del Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, hacia los jóvenes es que guiaba a los padres y tutores para que enseñaran a los niños el Salah (oración) y los familiarizaran con ella, de modo que continuaran realizando el Salah de la forma en que se les había enseñado en su infancia.





Texto tomado de: Islamweb.net

lunes, 25 de marzo de 2013

Lo que dicen sobre Muhammad (parte 3 de 3)

Enciclopedia Británica:

“....una gran cantidad de detalles de las fuentes más tempranas muestran que fue un hombre honesto y recto, que se ganó el respeto y la lealtad de otros hombres que también eran honestos y rectos”. (Vol. 12)

George Bernard Shaw dijo sobre él:

“Debe ser llamado el Salvador de la humanidad. Creo que si un hombre como él asumiera la dictadura del mundo moderno, tendría éxito en resolver sus problemas de forma que traería la tan necesaria paz y felicidad”.

(El Islam Genuino, Singapur, Vol. 1, No. 8, 1936)

Él fue de lejos el hombre más extraordinario que jamás haya puesto un pie en esta tierra. Predicó la religión, fundó un estado, construyó una nación, estableció un código moral, inició numerosas reformas sociales y políticas, estableció una sociedad poderosa y dinámica para practicar y representar sus enseñanzas, y revolucionó por completo los mundos del pensamiento y del comportamiento humanos para todos los tiempos por venir.

Su nombre es Muhammad. Nació en Arabia en el año 570 d.C., comenzó su misión de predicar la religión de la Verdad, el Islam (sumisión a Un Dios) a la edad de 40 y partió de este mundo a la edad de 63. Durante este corto período de tiempo de 23 años de su Profecía, cambió por completo la Península Arábiga del paganismo y la idolatría a la adoración del Dios Único; de las disputas y guerras tribales a la solidaridad y la cohesión nacionales, de la embriaguez y el libertinaje a la sobriedad y la piedad, de la corrupción y la anarquía a la vida disciplinada, de la ruindad total a los más altos estándares de excelencia moral. La historia humana jamás ha conocido una transformación tan completa de un pueblo o lugar antes o después, e imaginemos todas esas maravillas increíbles en poco más de dos décadas.

El mundo ha tenido su parte de grandes personalidades. Pero estas eran de un lado figuras que se distinguieron sólo en uno o dos campos, como el pensamiento religioso o el liderazgo militar. Las vidas y enseñanzas de estas grandes personalidades del mundo están envueltas en la bruma del tiempo. Hay mucha especulación sobre la época y el lugar de su nacimiento, el modo y estilo de sus vidas, la naturaleza y detalles de sus enseñanzas, y el grado y medida de su éxito o fracaso, al punto que es imposible para la humanidad reconstruir con precisión las vidas y enseñanzas de estos hombres.

No ocurre así con este hombre. Muhammad, que la misericordia y las bendiciones de Dios sean con él, logró mucho en campos muy diversos del pensamiento y el comportamiento humanos en pleno resplandor de la historia humana. Cada detalle de su vida privada y sus declaraciones públicas ha sido documentado con precisión, y fielmente preservado hasta nuestros días. La autenticidad del registro así preservado ha sido avalado no sólo por los seguidores creyentes sino incluso por sus críticos prejuiciosos.

Muhammad fue un maestro religioso, reformador social, guía moral, coloso administrativo, amigo fiel, compañero maravilloso, esposo devoto, padre amoroso… todo en uno. Ningún otro hombre en la historia jamás lo ha superado o siquiera igualado en cualquiera de estos aspectos de la vida: sólo la personalidad desinteresada de Muhammad alcanzó una perfección tan increíble.

Mahatma Gandhi, hablando respecto al carácter de Muhammad, dijo en India Joven:

“Quería conocer lo mejor de uno que tiene hoy un dominio indiscutible en el corazón de millones de personas… Estoy más que convencido que no fue la espada la que ganó un lugar para el Islam en aquellos días en el proyecto de la vida. Fue la completa sencillez, la absoluta humildad del Profeta, el respeto escrupuloso de sus promesas, su devoción intensa hacia sus amigos y seguidores, su intrepidez, su absoluta confianza en Dios y en su propia misión. Esto, y no la espada, asumió todo lo que se le presentó y superó todo obstáculo. Cuando cerré el segundo volumen (de la biografía del Profeta), me sentí triste de no tener más qué leer sobre su gran vida”.

Thomas Carlyle, en su Héroes y Heroísmo, simplemente refiere asombrado:

“¿Cómo un solo hombre pudo fusionar las tribus en guerra y los beduinos errantes en la nación más poderosa y civilizada, en menos de dos décadas?”

Diwan Chand Sharma escribió:

“Muhammad era el alma de la bondad, y su influencia fue sentida y nunca olvidada por quienes lo rodearon”. (D.C. Sharma, El Profeta de Oriente, Calcuta, 1935, pp. 12)

Muhammad no fue más ni menos que un ser humano. Pero fue un hombre con una misión noble, la de unir a la humanidad en la adoración al Uno y Único Dios Verdadero, y enseñarle el camino para vivir en la honestidad y la rectitud con base en los mandamientos de Dios. Siempre se describió a sí mismo como “un siervo y mensajero de Dios” y, de hecho, cada uno de sus actos proclamó que ello era cierto.

Hablando sobre el aspecto de la igualdad ante Dios en el Islam, la famosa poetisa de India, Sarojini Naidu, dijo:

“Fue la primera religión que predicó y practicó la democracia, ya que en la mezquita, al sonar la llamada para la oración, los fieles se congregan y la democracia del Islam se materializa cinco veces al día, cuando el campesino y el rey se arrodillan uno al lado del otro y proclaman: ‘Sólo Dios es Grande’… Me he sorprendido una y otra vez por esta unidad indivisible del Islam, que hace al hombre instintivamente un hermano”. (S. Naidu, Ideales del Islam, Discursos y Escritos, Madras, 1918, p. 169)

En palabras del Profesor Hurgronje:

“La liga de naciones fundada por el profeta del Islam, puso los principios de la unidad internacional y la hermandad humana en fundamentos tan universales que son una luz para otras naciones”. Él continúa: “El hecho es que ninguna otra nación en el mundo puede mostrar un paralelo a lo que el Islam ha hecho hacia la realización de la idea de Liga de Naciones”.

El mundo no ha dudado en elevar al rango de divinidad a individuos cuyas vidas y misiones se han perdido en la leyenda. Históricamente hablando, ninguna de estas leyendas alcanzó siquiera una fracción de lo que logró Muhammad. Y todo su esfuerzo fue con el único propósito de unir a la humanidad en la adoración al Dios Único sobre el código de la excelencia moral. Muhammad ni sus seguidores proclamaron jamás en ninguna época que él fuera un Hijo de Dios o Dios encarnado o un hombre con divinidad. Por el contrario, él siempre fue y hoy día sigue siendo considerado como sólo un Mensajero elegido por Dios.

K. S. Ramakrishna Rao, un Profesor de Filosofía de India, en su libro “Muhammad, El Profeta del Islam”, lo llama el “modelo perfecto de vida humana”.

El Profesor Ramakrishna Rao explica su opinión diciendo:

“Es muy difícil llegar a la verdad completa sobre la personalidad de Muhammad. Sólo una idea de ella podemos captar. ¡Qué dramática sucesión de escenas pintorescas! Allí está Muhammad, el Profeta. Y allí, Muhammad, el Guerrero; Muhammad, el Comerciante; Muhammad, el Estadista; Muhammad, el Orador; Muhammad, el Reformador; Muhammad, el Refugio de los Huérfanos; Muhammad, el Protector de los esclavos; Muhammad, el Emancipador de las mujeres; Muhammad, el Juez; Muhammad, el Santo. Todo en todos esos papeles magníficos, en todas esas dimensiones de las actividades humanas, él es como un héroe”.

Hoy, después de un lapso de catorce siglos, la vida y las enseñanzas de Muhammad han sobrevivido sin la más mínima pérdida, alteración o interpolación. Ofrecen la misma esperanza imperecedera para el tratamiento de muchos males de la humanidad, que ofrecían cuando estaba vivo. Este no es un alegato de los seguidores de Muhammad, sino la conclusión inevitable impuesta por una historia crítica e imparcial.

Lo menos que puedes hacer como ser humano pensante y consciente, es detenerte a pensar por un momento y preguntarte: ¿Estas declaraciones que suenan tan extraordinarias y revolucionarias, pueden ser verdad? Y suponiendo que realmente fueran ciertas, y que no conozcas a este hombre Muhammad o no hayas escuchado sobre él, ¿no es momento de que respondas a su tremendo desafío y pongas algún esfuerzo en conocerlo?

No te costará nada, pero puede llegar a ser el comienzo de una era completamente nueva en tu vida.


Texto tomado de: Islamreligion

Lo que dicen sobre Muhammad (parte 2 de 3)

Lamartine, Historie de la Turquie, París 1854, Vol. II, pp. 276-77:

“Si la grandeza de los propósito, la escases de los medios y los resultados sorprendentes son los tres criterios del genio humano, ¿quién podría atreverse a comparar a cualquier gran hombre en la historia moderna con Muhammad? Los hombres más famosos sólo crearon ejércitos, leyes o imperios. Ellos fundaron, los que fundaron algo, nada más que poderes materiales que a menudo se desmoronaron ante sus propios ojos. Este hombre (Muhammad) movió no sólo ejércitos, legislaciones, imperios, pueblos y dinastías, sino a millones de hombres en un tercio del mundo habitado entonces. Y más que eso, movió los altares, los dioses, las religiones, las ideas, las creencias y las almas… la tolerancia en la victoria, su ambición, que fue dedicada por completo a una idea y no a luchar de forma alguna por un imperio. Sus oraciones interminables, sus conversaciones místicas con Dios, su muerte y su triunfo después de morir; todo esto da fe no de una impostura, sino de una firme convicción que le dio el poder de restaurar un dogma. Este dogma fue doble: la unidad de Dios y la inmaterialidad de Dios; el primero habla de lo que es Dios, el segundo de lo que no es Dios; el primero derroca a los falsos dioses con la espada, el otro a partir de una idea con palabras.”

 “Filósofo, orador, apóstol, legislador, guerrero, conquistador de ideas, restaurador de dogmas racionales, de un culto sin imágenes; el fundador de veinte imperios terrestres y un imperio espiritual, ese es Muhammad. En cuanto a todos los estándares por los que la grandeza humana puede ser medida, podemos preguntarnos: ¿existe algún hombre más grande que él?”

Edward Gibbon y Simon Ocklay, Historia del Imperio Sarraceno, Londres, 1870, p. 54:

“No es la propagación sino la permanencia de su religión la que merece nuestra admiración, la misma impresión pura y perfecta que grabó en La Meca y en Medina se conserva, después de revoluciones de doce siglos por parte de los seguidores indios, africanos y turcos del Corán… los mahometanos[1] han resistido de manera uniforme la tentación de reducir el objeto de su fe y devoción al nivel de los sentidos y la imaginación del hombre. ‘Creo en Un Dios y Mahoma es el Apóstol de Dios’, es la profesión simple e invariable del Islam. La imagen intelectual de la Deidad no ha sido degradada nunca por ningún ídolo visible; los honores del profeta nunca han transgredido la medida de la virtud humana, y sus preceptos de vida han refrenado la gratitud de sus discípulos dentro de los límites de la razón y la religión”.

Bosworth Smith, Mahoma y el Mahometismo, Londres 1874, p. 92:

“Él fue el César y el Papa en uno, pero fue Papa sin las pretensiones papales y César sin las legiones de César: sin un ejército permanente, sin guardaespaldas, sin fuerza policial, sin palacio, sin ingresos fijos. Si alguna vez un hombre tuvo el derecho de decir que gobernó por derecho divino, ese fue Mahoma, porque tenía todo el poder sin sus instrumentos y sin sus apoyos”.

Annie Besant, Vida y Enseñanzas de Muhammad, Madras 1932, p. 4:

“Es imposible para cualquiera que estudie la vida y el carácter del gran Profeta de Arabia, que sepa cómo él enseñó y cómo vivió, sentir algo menos que reverencia por ese poderoso profeta, uno de los grandes mensajeros del Supremo. Y aunque en lo que les manifiesto encontrarán muchas cosas que tal vez sean familiares a muchos de ustedes, incluso yo misma siento, cada vez que las releo, una nueva forma de admiración, un nuevo sentimiento de reverencia por este poderoso maestro árabe”.

W. Montgomery, Mohammad en La Meca, Oxford 1953, p. 52:

“Su disposición a someterse a las persecuciones por sus creencias, el elevado carácter moral de los hombres que creyeron en él y lo vieron como su líder, y la grandeza de su último logro, todo ello defiende su integridad fundamental. Suponer que Muhammad fue un impostor plantea más problemas que soluciones. Además, ninguna de las grandes figuras de la historia es tan poco apreciada en occidente como Muhammad”.

James A. Michener, Islam: La Religión Incomprendida, en Selecciones de Reader’s Digest (Edición Estadounidense), Mayo 1955, pp. 68-70:

“Muhammad, el hombre inspirado que fundó el Islam, nació alrededor del año 570 d.C. en una tribu árabe que adoraba ídolos. Huérfano de nacimiento, siempre fue particularmente solícito con los pobres y necesitados, las viudas y los huérfanos, los esclavos y los oprimidos. A los veinte años ya era un exitoso hombre de negocios y pronto se convirtió en director de caravanas de camellos para una viuda rica. Cuando cumplió 25, su empleadora, reconociendo sus méritos, le propuso matrimonio. A pesar de que él era quince años menor, se casó con ella, y mientras vivía, fue un esposo devoto.

 “Como la mayoría de los grandes profetas antes que él, Muhammad no se mostró dispuesto a servir como transmisor de la palabra de Dios, sintiendo su propia insuficiencia. Pero el ángel le ordenó: ‘Lee’. Por lo que sabemos, Muhammad era incapaz de leer o escribir, pero él le comenzó a dictar aquellas palabras inspiradas que pronto revolucionarían a una gran parte de la tierra: ‘Hay un solo Dios’.

 “En todas las cosas Muhammad fue profundamente práctico. Cuando su amado hijo Ibrahim murió, ocurrió un eclipse, y rápidamente se levantaron rumores de la condolencia personal de Dios. Respecto a esto, se dice que Muhammad anunció: ‘Un eclipse es un fenómeno natural. Es absurdo atribuir tales cosas a la muerte o al nacimiento de un ser humano’.

“A la muerte del propio Muhammad se hizo un intento de deificarlo, pero el hombre que se convirtió en su sucesor administrativo acabó la histeria con uno de los discursos más nobles en la historia religiosa: ‘Si hay entre ustedes quien adoraba a Muhammad, sepa que él está muerto. Pero si es Dios a quien adora, sepa que Él vive para siempre’”.

Michael H. Hart, Los 100: Ranking de las Personas Más Influyentes en la Historia, Nueva York: Hart Publishing Company, Inc. 1978, p. 33:

“Mi elección de que Muhammad lidere la lista de las personas más influyentes del mundo puede sorprender a algunos lectores y puede ser cuestionada por otros, pero él fue el único hombre en la historia que fue extremadamente exitoso tanto a nivel religioso como a nivel secular”.





Texto tomado de: Islamreligion

Lo que dicen sobre Muhammad (parte 1 de 3)


Durante los siglos de las Cruzadas, todo tipo de calumnias fueron inventadas en contra del Profeta Muhammad, que la misericordia y las bendiciones de Dios sean con él. Con el nacimiento de la era moderna, sin embargo, marcada por la tolerancia religiosa y la libertad de pensamiento, ha habido un gran cambio en el enfoque de los autores occidentales sobre su vida y su carácter. Las opiniones de algunos eruditos no musulmanes respecto al Profeta Muhammad, que se ofrecen al final, justifican esta aseveración.

Occidente tiene todavía que dar un paso adelante para descubrir la verdad sobre Muhammad: que era auténtico y el último Profeta de Dios para toda la humanidad. A pesar de toda su objetividad e ilustración, no ha habido un intento sincero e imparcial por parte de Occidente de entender la Profecía de Muhammad. Es tan extraño que se le hayan ofrecido grandes tributos por su integridad y sus logros, pero su declaración de ser el Profeta de Dios ha sido rechazada de forma explícita e implícita. Es aquí que se requiere una investigación detallada y una revisión de las evidencias. Los siguientes hechos evidentes en la vida de Muhammad han sido proveídos para facilitar una decisión imparcial, objetiva y lógica con respecto a su Profecía.

Hasta la edad de cuarenta años, Muhammad no era conocido como estadista, predicador u orador. Jamás se lo vio discutir los principios de la metafísica, la ética, las leyes, la política, la economía o la sociología. Sin duda poseía un carácter excelente, modales encantadores, y era muy culto. Sin embargo, no había nada tan profundamente sorprendente ni tan radicalmente extraordinario en él que hiciera que los hombres esperaran algo grande y revolucionario de su parte en el futuro. Pero cuando volvió de la Cueva de Hira con un nuevo mensaje, estaba transformado por completo. ¿Es posible que una persona con las cualidades mencionadas se convirtiera de repente en un “impostor” y proclamara ser el Profeta de Dios y así ganarse la ira de su pueblo? Uno podría preguntarse, ¿por qué razón sufrió todas las dificultades que se le impusieron? Su pueblo le ofreció aceptarlo como su rey y poner todas las riquezas de su tierra a sus pies sólo si abandonaba la prédica de su religión. Pero él prefirió rechazar sus ofertas tentadoras y continuar predicando su religión sin ayuda de nadie, enfrentando todo tipo de insultos, el boicot social e incluso el ataque físico de su propia gente. ¿No fue acaso sólo el apoyo de Dios y su firme decisión de difundir el mensaje de Dios y su creencia profundamente arraigada de que al final el Islam se erigiría como la única forma de vida para la humanidad, lo que lo afirmó como una montaña frente a toda la oposición y las conspiraciones para eliminarlo? Además, si él había llegado con una intención de rivalizar con los cristianos y los judíos, ¿por qué debería haber hecho de la creencia en Jesús, Moisés y otros Profetas de Dios, que Dios los bendiga a todos ellos, un requerimiento básico de fe sin el cual no es posible ser musulmán?

¿No es una prueba incontrovertible de su Profecía que, a pesar de ser analfabeto y haber llevado una vida muy normal y tranquila durante cuarenta años, cuando comenzó a predicar su mensaje, toda Arabia admiró y se sorprendió de su maravillosa elocuencia y su oratoria? Era del todo incomprensible que toda la legión de poetas árabes, predicadores y oradores del mayor calibre, fracasara en igualarlo. Y sobre todo, ¿cómo podía él pronunciar entonces verdades de naturaleza científica contenidas en el Corán que ningún ser humano podría haber desarrollado en aquella época?

Por último, pero no menos importante, ¿por qué llevó una vida dura, incluso después de lograr poder y autoridad? Reflexionemos sobre las palabras que pronunció al morir:

“Nosotros, los Profetas, no heredamos. Cualquier cosa que dejemos al morir, es para caridad”.

De hecho, Muhammad es el último eslabón en la cadena de Profetas enviados a diferentes lugares y épocas desde el comienzo de la vida humana en este planeta. Los siguientes son los escritos de algunos autores respecto a Muhammad.





Texto tomado de: Islamreligion

La civilización islámica (parte 2 de 2): Más aclaraciones


Dice A.J. Toynbee en  “la Civilización puesta a prueba” (Nueva York, 1948, pág. 205):

"La extinción de la conciencia de “raza” entre los musulmanes es uno de los logros más sobresalientes del Islam, y en el mundo contemporáneo existe una urgente necesidad de propagar esta virtud islámica”.

Dice A.M.L. Stoddard en “Islam - La Religión de Todos los Profetas” (Begum Bawani Waqf, Karachi, Pakistán, pág. 56):

"El surgimiento del Islam es quizás el evento más asombroso en la historia humana. Surgió de una tierra y unas personas hasta entonces insignificantes. El Islam se extendió en menos de un siglo por la mitad de la tierra, venciendo grandes imperios, derrocando religiones por mucho tiempo establecidas, reformando las almas de la gente y construyendo  un nuevo mundo en todos los aspectos: el mundo del Islam”.

“Cuanto más minuciosamente examinamos este desarrollo, se nos presenta más extraordinario. Las otras grandes religiones ganaron sus adeptos lentamente, con muchos obstáculos y, finalmente, sólo triunfaron con la ayuda de monarcas poderosos convertidos a la nueva fe. La Cristiandad tenía su Constantino, el Budismo su Asoka, y el Zoroastrianismo su Ciro, cada uno de ellos prestó a su culto escogido la fuerza de la autoridad secular.  No ocurrió esto con el Islam.  Surgió de pronto en una tierra desértica habitada por una raza seminómada, previamente mediocre en los anales humanos. Allí surgió el Islam, con conceptos totalmente revolucionarios sobre la dignidad del ser humano y regulaciones contra las desigualdades materiales. El Islam se extendió con una facilidad aparentemente milagrosa, y en un par de generaciones se vio la media luna llevada victoriosa de los Pirineos al Himalaya, y del desierto de Asia Central a los desiertos de África Central”.

Dice Edward Montet en "La Propaganda Chretienne it Adversaries Musulmans" (París, 1890), citado  por T.W. Arnold en “Predicando el Islam” (Londres, 1913,  pág. 413-414):

"El Islam es una religión que es esencialmente racionalista en el sentido más amplio de este término, considerando los aspectos etimológicos e históricos. La definición de racionalismo, como un sistema que se basa en la creencia religiosa de acuerdo a principios comprensibles por la razón, encaja exactamente en él... no puede negarse que tanto a las doctrinas como a los sistemas de teología se han unido muchas supersticiones: el culto a los santos, el uso de amuletos; pero el tronco principal del credo musulmán sigue intacto. En cada sentido del término, las enseñanzas del Profeta y el Corán han guardado invariablemente su lugar como el punto de partida fundamental, y el dogma de la unicidad de Dios siempre se ha proclamado sin dudas, con una majestuosidad, una pureza invariable y una nota de convicción  y seguridad que se encontrará difícilmente fuera del ámbito del Islam. Esta fidelidad al dogma fundamental de la religión, la simplicidad elemental de la fórmula en que se enuncia, la convicción férvida de los misioneros que lo propagan, son las causas para explicar el éxito de los esfuerzos misioneros musulmanes. Un credo tan preciso, que sin despojarse de complejidades teológicas se explica sencillo y, consecuentemente, es accesible al entendimiento común, posee un poder maravilloso para ganar su lugar en las conciencias de los hombres".

Dice W. Montgomery Watt en  “Islam y Cristianismo hoy” (Londres, 1983, p.IX):

"Yo no soy un musulmán en el sentido usual, aunque espero ser un "musulmán" si se entiende esta palabra como quien "se ha rendido a Dios", pero yo creo en que el Corán y otras expresiones de la visión islámica son exposiciones claras de la verdad divina, de las cuales yo y otros occidentales todavía tenemos mucho para aprender, y el Islam es ciertamente un contendiente fuerte al proporcionar el armazón básico de la religión del futuro”.

Paul Varo Martinson (editor), en “ISLAM, Una Introducción para Cristianos”, dice (Augsburgo, Minneapolis, 1994, pág. 205):

"El Islam es una fe auténtica que forma al más profundo ser de nuestros vecinos musulmanes y determina su actitud en la vida. La fe islámica es generalmente más fuerte que la fe cristiana en este Occidente, la cual ha experimentado una secularización considerable. Sólo somos justos con la población islámica cuando los entendemos en su modo de ser religioso y los respetamos como una comunidad de fe. Los musulmanes se han vuelto compañeros importantes”.

John Alden Williams (editor), “ISLAM al descubierto” (George Braziller, Nueva York, 1962):

"El Islam es mucho más que una religión formal: es un estilo de vida íntegro. De muchas maneras, es un factor más determinante en la experiencia de sus seguidores que cualquier otra religión del mundo. El musulmán ("quien se entrega a Dios") vive cara a cara con Dios en todo momento, y no introducirá ninguna separación entre su vida y su religión, su política y su fe. Con su énfasis fuerte en la hermandad de los hombres que cooperan para cumplir la voluntad de Dios, el Islam se ha vuelto una de las religiones más influyentes en el mundo actual".

Dice John L. Esposito en “ISLAM, The Straight Path” (Oxford University Press, New York, 1988, pág. 3-4):

"En el Islam están de pie una larga línea de tradiciones religiosas y proféticas que comparten un monoteísmo inflexible y la creencia en la revelación de Dios, Sus profetas, la responsabilidad ética y el Día de Juicio.  De hecho, los musulmanes, como los cristianos y judíos, son descendientes de Abraham. El entorno religioso histórico del Islam y la relación política con el Cristianismo han permanecido fuertes a lo largo de la historia. Esta interacción ha sido la fuente de beneficios mutuos, provechosos intercambios,  así como de malentendidos y choques violentos".


Texto tomado de: Islamreligion

La civilización islámica (parte 1 de 2): introducción


El Islam es la enseñanza revelada al Profeta Muhámmad, la continuación y culminación de las religiones reveladas anteriormente, y es igual para todas las personas y todas las épocas.

El status del Islam es probado por numerosos hechos sobresalientes.

Primero, no existe ningún otro libro semejante a aquél en el que fue revelado el Islam.

Segundo, ninguna otra religión es guía válida para todas las personas en todo tiempo y lugar. El Islam provee una guía para toda la humanidad, en toda época. El Islam resistió catorce siglos de pruebas, mostró al mundo el ejemplo de un Estado de derecho sobresaliente en Medina, bajo el liderazgo del Profeta Muhámmad.

Es un milagro que el Profeta Muhámmad entregara el mensaje del Islam, aún a sus enemigos más acérrimos, sin contar con los medios materiales que comúnmente se esperaría que posea una persona que se enfrenta a una tarea tan formidable.

Cuando el Profeta Muhámmad recibió la orden de predicar el Islam, enfrentó una sociedad de adoradores de ídolos, que seguían ciegamente el paganismo de sus antepasados, que se enfrentaban en guerras tribales, gente que pisoteaba la dignidad humana y derramaba sangre por las razones más triviales; y sin embargo el Profeta los educó en el Islam y los disciplinó.

El Islam suplantó la jerarquía tribal, estableciendo que sólo por los méritos propios una persona es superior a otra, y que todos poseen honor.

El Islam transformó la vida cultural, social y comercial, estableciendo leyes básicas acordes a la naturaleza humana, y aplicables en todo lugar y en toda época.

Es un hecho infortunado que el Occidente cristiano, en lugar de intentar entender el éxito fenomenal del Islam durante su época temprana, lo consideró como la religión rival. Durante los siglos de las Cruzadas, esta tendencia ganó mucha fuerza y se produjo gran cantidad de literatura para empañar la imagen del Islam. Pero el Islam actualmente se presenta ante muchos estudiosos occidentales como algo excepcional en la historia de la humanidad, y se hace evidente la verdad a la que no puede permanecer ajeno el erudito, a pesar de las opiniones extrañas que emitieron y emiten algunos orientalistas supuestamente imparciales.

En este punto, es necesario resaltar la verdad frente a las opiniones infundadas de algunos escritores parciales. La verdad no necesita que ningún abogado suplique en su nombre, pero la propaganda maliciosa contra Islam ha creado una gran confusión, incluso en las mentes de muchos pensadores objetivos.

Tenemos la esperanza de que algunas observaciones al respecto iluminen sobre la verdad y permitan una evaluación objetiva del Islam.

Dijo el Reverendo Taylor, en el discurso que leyó ante el Congreso de la Iglesia de Walverhamton,  el 7 de Octubre de  1887, citado por Arnond en La Prédica del Islam, páginas 71-72:

"Él (Islam) reemplazó la vida monástica por la virilidad. Dio esperanza al esclavo, hermandad a la humanidad y el reconocimiento a las necesidades fundamentales de la naturaleza humana”.

Dijo Sarojini Naidu, en las Conferencias sobre "Los Ideales del Islam" (ver los Discursos y Escrituras de Sarojini Naidu, Madrás, 1918, pág. 167):

“El sentido de justicia es uno de los ideales más maravillosos del Islam, porque cuando yo leí el Corán encontré estos principios dinámicos de vida, no tanto místicos, sino principios de ética práctica de la conducta diaria para la vida satisfactoria del mundo entero”.

Dijo O'Leary en “La encrucijada del Islam” (Londres 1928, página 8):

“La historia muestra con claridad que la leyenda de musulmanes fanáticos que, a través de un Islam imperialista y prepotente, pretenden someter por medio de la espada a las razas conquistadas, es uno de los mitos más absurdos que los historiadores han repetido".

Dijo H.A.R. Giba en “Blanqueando el Islam” (Londres 1932, página 328):

“El Islam tiene el servicio más maravilloso para brindar a la causa de la humanidad.  Posee una tradición magnífica de comprensión interracial y de cooperación.  Ninguna otra sociedad tiene tal registro de éxito uniendo en una igualdad de estado, de oportunidad y de esfuerzos las tantas y tan variadas razas de la humanidad... el Islam todavía tiene el poder para reconciliar elementos aparentemente irreconciliables de raza y tradición. Si alguna vez la oposición de las grandes sociedades del Este y del Oeste fuera a ser reemplazada por la cooperación, la mediación del Islam es una condición indispensable. La sensación hostil de Europa hacia el Islam, sólo es producto de mentiras. Si ellos se unen, se abre la esperanza de grandes soluciones. Pero si Europa, rechazando la cooperación del Islam, arroja a los musulmanes en los brazos de sus rivales, el resultado sólo puede ser desastroso para todos".

Dijo G.B. Shaw, en “El Islam genuino”, Vol. 1, No. 81936:

"Yo siempre he tenido a la religión de Muhámmad en alta estima, debido a su vitalidad maravillosa. Es la única religión que parece poseer la capacidad de ser perfectamente aplicable en toda época. He estudiado a Muhámmad, un hombre maravilloso, y en mi opinión esta muy lejos de ser un anti-Cristo, debe considerárselo el Salvador de la humanidad. Yo creo que si un hombre como él fuera a asumir el gobierno del mundo moderno, tendría éxito resolviendo sus problemas y traería paz y felicidad: Yo he dicho sobre la fe de Muhámmad que sería aceptable a la Europa de mañana, como está empezando a ser aceptable a la Europa de hoy".


Texto tomado de: Islamreligion

viernes, 22 de marzo de 2013

Perú inauguró oficialmente su embajada en Arabia Saudita


El embajador Eduardo Martinetti, concurrente en Bahréin y Omán y quien estará a cargo de la nueva sede diplomática peruana, destacó que se trata de “un nuevo paso al acercamiento estratégico del Perú con el mundo árabe.”
“La embajada peruana en Riad promoverá el conocimiento y aprecio mutuo entre estas ancestrales culturas, así como la captación de importantes oportunidades económicas, turísticas y cooperación bilateral”, destacó el embajador peruano.
La ceremonia de inauguración contó con la presencia del ministro de Asuntos Exteriores de Arabia Saudita, Nizar Madari, de su Alteza Real, el príncipe Faisal bin Saud Abdulmohsen, así como diplomáticos, empresariado y medios locales, informó la agencia oficial peruana, Andina.

Por su parte, el ministro saudita reafirmó el deseo de su país en abrir, en breve, una embajada en Lima, y destacó el liderazgo del Perú y Arabia Saudita en la reciente Tercera Cumbre de Jefes de Estado ASPA, realizado en Lima en octubre del 2012 y cuya presidencia asumirá ahora Arabia Saudita.

jueves, 21 de marzo de 2013

La historia de José (parte 7 de 7): Paciencia recompensada

La copa de oro fue hallada entre las pertenencias de Benjamín, y sus hermanos quedaron estupefactos. Rápidamente se dieron cuenta que el Primer Ministro (José) seguiría las leyes de ellos y mantendría a Benjamín como esclavo. Esto les molestó mucho. Tenían miedo de regresar con su padre sin su amado hijo menor. Uno de los hermanos se ofreció a aceptar el castigo en reemplazo de Benjamín, pero su oferta fue rechazada. Otro hermano, probablemente el mayor, decidió quedarse en Egipto mientras los otros regresaban a su tierra a darle la cara a su padre Jacob. Cuando los hermanos llegaron a casa, fueron de inmediato ante su padre y dijeron:

“¡Oh, padre! En realidad tu hijo ha robado, y sólo atestiguamos lo que sabemos, y no tenemos acceso a lo oculto [para saber si realmente lo hizo o no]. Y pregunta en la ciudad donde estuvimos y a la caravana con la cual vinimos, pues nosotros decimos la verdad”. (Corán 12:81-82)

El Profeta Jacob ya había escuchado esto antes. Cuando los hermanos traicionaron a José y lo lanzaron al pozo, fueron a su padre suplicando y llorando, sin embargo sus palabras no eran más que mentiras. Esta vez, Jacob se negó a creerles. Se apartó de ellos diciendo: “Vosotros sois quienes sugeristeis hacer todo esto. Tendré paciencia; es posible que Allah me los devuelva todos” (Corán 12:83). Jacob había pasado años de duelo por José y confiando en Dios. Cuando esta nueva tristeza lo abrumó, su primera reacción fue ser paciente. Él sabía, sin ápice de duda, que los asuntos de sus amados hijos menores eran controlados por Dios.

A pesar de que confió completamente en Dios, Jacob se comportó como cualquier padre en las mismas circunstancias. Fue vencido por el dolor y lloró inconsolable. Recordó a José y lloró hasta que enfermó, y debido a su enfermedad perdió la vista. Los hermanos estaban preocupados por su dolor y tristeza, y cuestionaron su constante dolor. Le preguntaron: “¿Llorarás hasta el día de tu muerte?” Jacob respondió que sólo se quejaba de su dolor y sufrimiento a Dios y que sabía, por Dios, cosas que ellos no. (Corán 12:86)

Aunque han pasado muchos años, Jacob no olvidó a su hijo José. Jacob reflexionó sobre el sueño de José y entendió que el plan de Dios llegaría a buen término. Jacob estaba profundamente herido por la pérdida de sus hijos, pero su fe en Dios lo sostuvo, y les ordenó a sus hijos que regresaran a Egipto en búsqueda de José y Benjamín.
José se revela

Una vez más, los hermanos emprendieron el largo viaje a Egipto. El hambre se había cobrado su precio en los alrededores y la gente estaba pobre y enferma. Cuando los hermanos se presentaron ante José, se encontraban también entre los pobres. Su nivel de debilidad los obligó a pedir limosna. Dijeron:

“¡Oh, administrador! Hemos sido alcanzados por la desgracia [de la sequía], nosotros y nuestra familia, y trajimos una mercadería de escaso valor, danos la justa medida y sé caritativo con nosotros; ciertamente Allah recompensa a los generosos”. (Corán 12:88)

José no podía soportar ver a su familia en esa situación, a pesar que esos eran los hombres que lo habían traicionado. Miró a sus familiares y no pudo mantener más su secreto, les dijo:

“¿Acaso no sabéis lo que hicisteis con José y su hermano, inducidos por la ignorancia [cuando erais jóvenes]?” (Corán 12:89)

Los hermanos reconocieron de inmediato a José, no por su aspecto, pues lo habían visto muchas veces antes, sino porque, ¿quién más podía conocer la verdadera historia de José, sino José mismo?

 “Yo soy José y éste [Benjamín], es mi hermano [de padre y madre], y Allah nos agració a los dos [con la fe]. Quienes teman [Su castigo] y sean pacientes [ante las adversidades] sepan que Allah no dejará de recompensar a los benefactores”. (Corán 12:90)

Los hermanos tenían miedo, sus acciones pasadas eran pecados graves, y ahora estaban en una posición de vulnerabilidad. Ellos quedaron aterrados frente al Primer Ministro de Egipto, que ya no era ese pequeño y hermoso joven llamado José. A través de sus retos y tribulaciones, José, al igual que su padre, halló consuelo en la sumisión al Único Dios. Entendió la paciencia, y las cualidades de la misericordia y la piedad están embebidas en la verdadera paciencia. Miró a sus hermanos que temblaban de miedo y dijo: “No seréis censurados en nada hoy; Allah os perdonará, y Él es el más Misericordioso”. (Corán 12:92)

De inmediato, José hizo planes para reunir a su familia. Les pidió a los hermanos que regresaran con su padre y le lanzaran a la cara una vieja camisa suya. Esto, dijo, le curaría la ceguera. Al instante, a pesar de que el anciano estaba tan lejos, volvió su rostro hacia el cielo y olió, creyendo que podía oler a José en el aire. Este es uno de los milagros, hecho posible por Dios, del Profeta José. Cuando los hermanos llegaron, le lanzaron la camisa a la cara y él recuperó la vista. Gritó: “¿No os dije que sabía de Allah lo que vosotros ignoráis?” (Corán 12: 96)

La familia del Profeta Jacob reunió sus pertenencias y viajaron todos hacia Egipto. Jacob estaba dispuesto a reunirse con sus hijos. Fueron directamente ante José y lo hallaron sentado en un trono elevado. José le habló a su familia diciendo: “Entren en Egipto en plena seguridad, si Dios quiere”.

El inicio del capítulo 12 del Corán, José, comienza con el joven muchacho José describiendo su sueño a su amado padre Jacob. Dijo: “Por cierto que vi [en sueños] once astros, también al Sol y la Luna, que se prosternaban ante mí” (Corán 12:4). El Corán termina la historia de José de la misma forma que comenzó, con la interpretación del sueño. Los once astros eran sus hermanos, el sol su padre y la luna su madre.

“Y cuando se presentaron [todos] ante José, estrechó a sus padres y dijo: Ingresad en Egipto [donde estaréis] seguros, si Allah quiere. Hizo sentar a sus padres en el trono y todos [tanto sus padres como sus hermanos] hicieron una reverencia ante él, quien dijo: ¡Oh, padre mío! Esta es la interpretación del sueño que tuve antes [cuando era niño]; por cierto que mi Señor hizo que se cumpliera, y me agració haciéndome salir de la cárcel, y también al traeros ante mí del desierto, después de que Satanás había sembrado la discordia entre mis hermanos y yo. Ciertamente mi Señor es Sutil con quien quiere [agraciándolo], y Él es Omnisciente, Sabio”. (Corán 12:98-100)

La esencia de la historia de José es la paciencia ante la adversidad y el dolor. José enfrentó cada reto con paciencia y con completa confianza en Dios. Su padre, Jacob, soportó su dolor y sufrimiento con paciencia y sumisión. Todos los capítulos del Corán fueron revelados en momentos particulares, en respuesta a situaciones particulares. Este capítulo fue revelado al Profeta Muhammad en un momento de gran dolor. De hecho, el año de esta revelación es conocido como “el año de la tristeza”. El Profeta Muhammad tuvo que soportar la muerte de su amada esposa Jadiya primero y luego la de su tío Abu Talib. Ambos le proporcionaron comodidad y apoyo. Dios le estaba advirtiendo al Profeta Muhammad que el camino sería largo y difícil, pero que la victoria final le pertenece a aquellos con consciencia de Dios y con paciencia. La historia de José es una lección para todos nosotros. La verdadera paciencia, que los eruditos del Islam llaman, parafraseando al Corán, “Sabrun Yamilun”, Paciencia Hermosa, es una llave de la puerta del Paraíso.





Text tomado de: Islamreligion

La historia de José (parte 6 de 7): La importancia de los sueños


El Profeta Muhammad dijo: “Cada Profeta fue enviado exclusivamente a su nación, pero yo he sido enviado a toda la humanidad”[1]. Dios envió a José, hijo de Jacob, para el pueblo de Egipto, y lo apoyó con habilidades que eran tan evidentes, que se hizo claro para la gente que José había sido enviado para guiar. En la época de José, los sueños y su interpretación eran muy importantes, y esto queda claro a lo largo de la historia de José. El Profeta Jacob (padre de José), los compañeros de prisión y el rey de Egipto tuvieron sueños todos ellos.

Cuando el rey escuchó la interpretación de su sueño, quedó atónito y liberó a José. Sin embargo, José se rehusó a abandonar la prisión sin que primero se limpiara su nombre y se aclarara cualquier malentendido. Él quería que su amo, Al Aziz, estuviera completamente seguro de que él (José) no había traicionado su confianza. José exigió respetuosamente que el rey investigara el asunto de las mujeres que se habían cortado las manos. El rey sintió curiosidad y llamó a la esposa de Al Aziz y a sus camaradas.

 “[Las mujeres fueron reunidas ante el rey y] les dijo: ¿Qué sucedió cuando pretendisteis seducir a José [acaso él se comportó incorrectamente]? Dijeron: ¡Que Dios nos proteja! No sabemos nada malo de él. Entonces la mujer del administrador exclamó: Ahora se aclaró la verdad. Yo soy la que pretendió seducirlo, y ciertamente él dice la verdad”. (Corán 12:51)

Una vez se estableció su inocencia, José se presentó ante el rey. Después de escuchar las palabras de José, el rey quedó aún más impresionado y le confió una posición de alto rango. José dijo: “Nombradme administrador de los almacenes [de semillas] del país, que yo en verdad soy un guardián conocedor” (Corán 12:55). En la religión del Islam, no es permisible para uno pedir una posición de autoridad ni referirse a sí mismo de manera jactanciosa. Sin embargo, cuando José le pidió al rey que lo pusiera a cargo de los depósitos, hizo ambas cosas.

Los eruditos del Islam explican que cuando eres una persona idónea para una posición, entonces es permisible que la solicites, y si eres nuevo en una comunidad, te es permitido presentarte con todas tus credenciales. José conocía los retos que debería enfrentar Egipto, y sabía que era capaz de evitar el peligro inherente a una hambruna. Para José, no pedir esta posición habría sido irresponsable. El joven traicionado y arrojado a un pozo, ahora era establecido como Ministro de Finanzas de Egipto. Su paciencia y perseverancia, y sobre todo su total sumisión a la voluntad de Dios, resultaron en una gran recompensa. José sabía, sin embargo, que la mejor recompensa a la paciencia y la rectitud estaría en la otra vida.
José se reúne con sus hermanos

El tiempo pasó. Durante los siete años buenos, José hizo los preparativos para la época de hambruna que se avecinaba. La sequía y el hambre correctamente profetizados por José no afectaron sólo a Egipto, sino también a las tierras a su alrededor, incluyendo el lugar donde vivían Jacob y sus hijos. José manejó los asuntos de Egipto tan bien, que había grano suficiente para alimentar a la gente de Egipto y de aquellas áreas circundantes. A medida que la vida se hacía más difícil y la comida escaseaba, la gente comenzó a acudir a Egipto para comprar el grano que José estaba vendiendo a un precio justo.

Entre aquellos que buscaban provisiones estaban los diez hermanos mayores de José. Cuando fueron llevados ante la presencia de José, no lo reconocieron. José miró a sus hermanos y su corazón se llenó de anhelos de ver a su padre y a su hermano menor, Benjamín. Los saludó con respeto, les preguntó sobre la familia y el hogar, y les explicó que las raciones de grano serían distribuidas por cabeza, por lo tanto, si hubieran llevado al hermano menor con ellos, habrían recibido más raciones. José esperaba animarlos a llevar a Benjamín, de hecho, José fue más allá, al punto de decir que sin su hermano menor no recibirían provisión alguna.

“Y si no me lo traéis, no obtendréis más provisiones de mi parte, ni recibiréis mi hospitalidad”. (Corán 12:60)

Cuando volvieron donde su padre, el Profeta Jacob, le explicaron que no se les brindaría más grano hasta que viajaran con su hermano menor. Benjamín se había hecho muy cercano de su padre, especialmente después de la desaparición de José. Recordando su pérdida anterior, Jacob no quería separarse de su hijo. Una vez más, los hermanos prometieron proteger a su hermano menor, y de nuevo Jacob sintió que su corazón se encogía de miedo. Los hermanos encontraron entonces que el dinero que habían pagado por el grano, había regresado a ellos en secreto.

Jacob tenía completa confianza en Dios y les dio permiso de llevar a Benjamín sólo después que hicieron un juramento ante Dios de protegerlo. Aunque el Profeta Jacob era particularmente cercano a sus hijos José y Benjamín, amaba entrañablemente a todos sus hijos. Eran fuertes, capaces, y Jacob tenía miedo de que les pudiera ocurrir algún daño en su viaje a Egipto. Para minimizar los riesgos, les hizo prometer que entrarían a la ciudad por puertas distintas. Jacob les dijo:

“¡Oh, hijos míos! No entréis por una sola puerta, sino hacedlo por puertas diferentes [pues temo que os alcance el mal de ojo por envidia a vuestro hermoso aspecto], y sabed que no puedo hacer nada contra el designio de Allah, pues ciertamente Él es Quien decreta todos los asuntos. A Él me encomiendo, y que también lo hagan quiénes en Él confían”. (Corán 12:67)

Los hermanos regresaron a Egipto, entraron por diferentes puertas y fueron ante José por las provisiones prometidas. Durante esta reunión, José llevó a un lado a Benjamín y le reveló que era su hermano perdido hacía mucho tiempo. Los dos se abrazaron y sus corazones se llenaron de alegría. José, sin embargo, le pidió a Benjamín que mantuviera su reunión en secreto por el momento. Después de darle sus raciones de grano a los hermanos, José se las arregló para que una copa de oro fuera colocada en la bolsa de Benjamín, y luego, de acuerdo a lo que había dispuesto José, alguien gritó: “¡Oh, caravaneros! Ciertamente sois unos ladrones”. (Corán 12:70)

Los hermanos quedaron estupefactos puesto que no eran ladrones. Se les preguntó acerca del artículo robado y se asombraron al escuchar que era la copa de oro del rey. Quien la devolviera, se les dijo, sería recompensado con una carga de camello de grano. Los hermanos de José afirmaron no tener conocimiento de este robo. Aseguraron que no eran ladrones y que no habían ido a Egipto a hacer daño. Uno de los hombres de José preguntó: “¿Cuál es el castigo en su pueblo para el que roba?” Los hermanos respondieron que bajo la ley del Profeta Jacob, el que robaba era tomado como esclavo. José no quería que su hermano fuera castigado bajo las leyes de Egipto, sino que buscaba la oportunidad de mantener con él a su hermano mientras los otros regresaban a buscar a su padre Jacob. Las bolsas fueron revisadas y la copa de oro fue encontrada entre las posesiones de Benjamín.


Texto tomado de: Islamreligion

miércoles, 20 de marzo de 2013

La historia de José (parte 5 de 7): De la prisión al palacio


La historia de José es un ejemplo de paciencia ante la adversidad. A lo largo de su vida, hasta ese momento, José enfrentó pruebas y tribulaciones con plena confianza en Dios. Sin embargo, una vez más, estaba en una situación difícil en extremo. Fue forzado de nuevo a defenderse de las malas intenciones de la esposa de Al Aziz, esta vez frente a sus camaradas. José clamó a Dios por ayuda. Dijo:

“¡Oh, Señor mío! Prefiero la cárcel en vez de aquello a lo que me incitan; y si no apartas de mí sus maquinaciones podría ceder a ellas y me contaría entre los ignorantes”. (Corán 12:33)

José creía que ir a prisión era preferible a vivir en la casa de Al Aziz. El ambiente estaba lleno de lujuria y codicia, y de seducción y belleza ilegítimas, quizás de manera similar a muchas sociedades actuales. Él creía que la prisión sería mejor que sucumbir a la fitnah[1] que lo rodeaba. Dios respondió a la súplica de José y lo rescató.

“Y su Señor le respondió su súplica y apartó de él sus artimañas; ciertamente Él es Omnioyente, Omnisciente. Les pareció bien a ellos [al administrador y sus consejeros] luego de ver las pruebas [que indicaban su inocencia], encarcelarlo por un tiempo [hasta que la gente se olvidase del asunto]”. (Corán 12:34-35)

Aunque estaba convencido de la inocencia de José, Al Aziz, Primer Ministro de Egipto, puso a José en prisión. Él no podía ver otra forma de salvaguardar la reputación de su nombre y posición.
José en prisión

Encarcelados con José estaban dos hombres que reconocieron su piedad y rectitud. Ambos habían estado plagados por sueños vívidos, y ahora tenían la esperanza de que José fuera capaz de interpretarles sus sueños. Un hombre vio en un sueño que estaba produciendo vino, el otro vio en un sueño que los pájaros comían pan de su cabeza. José les dijo: “Voy a informarles el significado de estos sueños antes que su próxima comida les sea servida”.

“Antes de que os traigan la comida ya os habré dado su interpretación. Esto [la interpretación de los sueños] es lo que mi Señor me enseñó; por cierto que yo no sigo la religión de un pueblo que no cree en Allah ni en la otra vida. Y sigo la religión de mis padres, Abraham, Isaac y Jacob, y no asociamos ningún copartícipe a Allah. Esto es una gracia de Allah para nosotros y para todo aquel que siga la guía, pero la mayoría de los hombres no lo agradecen”. (Corán 12:37-38)

Nótese el comportamiento de José. Cuando le preguntan acerca de los sueños, de inmediato les recuerda que es Dios quien provee su sustento, así como su propio conocimiento de la interpretación de los sueños. José es muy cuidadoso en diferenciar entre lo que proviene de Dios y lo que viene de sí mismo. Él deja en claro su religión. No cree en la religión que es practicada en su entorno, sino que cree en la religión verdadera, que incluye la creencia en el Más Allá. José asegura que su familia, la familia de Abraham, mantiene el conocimiento de la Unidad y Unicidad de Dios, y que su religión y su familia no Le atribuyen copartícipes a Dios. Aunque el pueblo de Egipto sabía acerca de Dios, ellos decidieron adorar a otras deidades como asociados o intercesores.

Después de informarles a sus compañeros que los dioses falsos no tienen fundamento, y de explicarles la Omnipotencia de Dios, José interpreta los sueños. Dice que uno de ellos se convertirá en un colaborador estrecho del rey, y que el otro será crucificado y los pájaros comerán de su cabeza.

“¡Oh, mis dos compañeros de cárcel! Uno de vosotros escanciará el vino al rey; y en cuanto al otro, será crucificado y los pájaros comerán de su cabeza. Así sucederá [por designio divino] de acuerdo a la interpretación que me consultasteis”. (Corán 12:41)

José se acercó al compañero que estaba destinado a ser cercano al rey y le dijo: “Por favor, recuérdame ante tu rey”. Esperaba que el rey revisara su caso, viera su opresión y lo liberara. Sin embargo, los susurros y el subterfugio de Satanás lograron que el compañero olvidara mencionar a José y, en consecuencia, él siguió en prisión por algunos años más. Los eruditos del Islam sostienen dos opiniones diferentes respecto a la naturaleza de este olvido. Ibn Kazir dice que el compañero olvidó mencionar a José, mientras que otros eruditos se enfocan en la posibilidad de que José hubiera olvidado buscar la ayuda de Dios, y por ello el compañero olvidó mencionarlo. En cualquier caso, José permaneció en prisión y continuó confiando en Dios con paciencia y fortaleza.
El sueño del Rey

El rey soñó que estaba de pie a orillas del Nilo viendo siete vacas gordas que salían del río seguidas por siete vacas flacas. Las siete vacas flacas devoraron a las gordas. Después, el sueño cambió y vio siete espigas verdes de cereales creciendo a orillas del Nilo. Estas desaparecieron en el lodo y en su lugar crecieron siete espigas secas. El rey se despertó conmocionado y asustado, e hizo llamar a sus brujos, sacerdotes y ministros. Ellos no pudieron interpretar el sueño y llegaron a la conclusión unánime de que se había tratado de una pesadilla. El compañero de prisión de José se enteró del sueño y recordó a José. Con el permiso del rey, corrió a la prisión y pidió a José que interpretara el sueño.

“Dijo [José]: Sembraréis siete años como de costumbre, y lo que cosechéis dejadlo en las espigas [para conservarlo] excepto una parte, de la que comeréis. Luego de esto, se sucederán siete años de sequía en los que comeréis lo que hayáis acopiado para ellos, salvo una parte de lo que reservasteis [para volver a sembrar]. Luego vendrá un año en que la gente será agraciada con la lluvia, y en él prensarán [las uvas y las aceitunas]’”. (Corán 12:47-49)

El rey quedó atónito con esta interpretación, pues José no sólo le dio su significado sino que también le recomendó un curso de acción. El rey exigió que José fuera presentado ante él. Sin embargo, José se rehusó a dejar la prisión e insistió en que el mensajero volviera donde el rey y le preguntara: “pregúntale cuál era la intención de las mujeres que se cortaron las manos” (Corán 12:50). José no quería salir de prisión hasta que su inocencia no fuera establecida.





Texto tomado de: Islamreligion

La historia de José (parte 4 de 7): La belleza y una prueba


Aunque traicionado y vendido como esclavo, José, el hijo del Profeta Jacob, se instaló en una de las poderosas casas de Egipto. Su amo, Aziz, Primer Ministro de Egipto, se comprometió a tratar a José con amabilidad, y José, que estaba agradecido por la relativa seguridad, respondió que sería leal a su nuevo amo. Agradeció a Dios por mejorar su situación y ponerlo en un lugar desprovisto de maltrato y abuso. José pasó de la posición de hijo predilecto a las oscuras profundidades del pozo, de los grilletes de hierro a una posición de comodidad. La vida de José se retorcía y giraba, pero la casa de Al Aziz fue donde él pasó a la edad adulta.

Los eruditos del Islam han estimado que José tenía alrededor de 14 años cuando fue traicionado por sus hermanos. El Imam Ibn Kazir, uno de los más respetados eruditos del Corán, explicó en su trabajo Historias de los Profetas, que José fue muy probablemente el asistente personal de la esposa de Al Aziz. Ibn Kazir describe a José como obediente, educado y muy bien parecido. El Profeta Muhammad también describió a José y lo llamó “la encarnación de la mitad de toda la belleza”[1]. En tanto José crecía, Dios le otorgó sabiduría y buen juicio, y el Primer Ministro Al Aziz reconoció estas cualidades en su sirviente leal, y por ello lo puso a cargo de todos los asuntos domésticos. Todo el que lo conocía, incluyendo a la esposa de Al Aziz, reconocía la belleza, honestidad y nobleza de José. Ella vio crecer a José y convertirse en un hombre apuesto, y se sintió cada vez más atraída hacia él a medida que pasaban los días.
La prueba

“Y la señora de la casa en la cual estaba [la esposa del administrador] se sintió atraída por él, y cerrando las puertas exclamó: ¡Ven aquí!” (Corán 12:23)

La hermosa esposa de Al Aziz cerró las puertas e intentó seducir al esclavo José, pero él se resistió a sus insinuaciones y buscó refugio en Dios. Buscó la ayuda de Dios. José le dijo a ella que no traicionaría a su marido. Dijo José: “Él ha sido bueno conmigo y me ha tratado con respeto”. José sabía que aquellos que cometen actos malvados no tendrán éxito. La esposa de Al Aziz tenía un deseo maligno y trató de actuar en consecuencia, sin embargo José resistió la tentación e intentó escapar. El Profeta Muhammad nos dice que si uno tiene la intención de cometer un mal y lleva a cabo ese acto, Dios se lo registra como una mala acción. Sin embargo, si uno piensa en cometer el mal pero no lo lleva a cabo, Dios escribirá a favor de uno un acto bueno[2].

José quitó de su mente toda idea de acostarse con la esposa de su amo, buscó refugio en Dios e intentó escapar de esa situación complicada. Quizás José había estado resistiendo sus insinuaciones durante años. Una mujer rica y hermosa, de las esferas más altas de la sociedad egipcia no se rebajaría de inmediato a ese comportamiento. Su belleza, estatus y riqueza significarían que la mayoría de los hombres o muchachos sucumbirían con facilidad a sus deseos. José, sin embargo, no era un hombre ordinario, y cuando buscó afanosamente la ayuda de Dios, Él lo rescató.

“Y ella intentó seducirlo pero él se negó, y bien sabía que se trataba de una prueba de su Señor. Por cierto que lo preservamos del mal y la obscenidad, porque era uno de los siervos elegidos”. (Corán 12:24)

José es uno de los líderes de aquellos que estarán a la sombra de Dios en el Día del Juicio. El Profeta Muhammad explicó que el calor del Día del Juicio será feroz, y la gente se mezclará con miedo mientras esperan ser juzgados por Dios. Habrá, sin embargo, ciertas categorías de personas a la sombra de aquel calor brutal. Una de ellas es la de quienes resistieron las tentaciones de una mujer bella y deseable, buscando refugio en Dios[3].

La negativa de José sólo aumentó la pasión de ella. Él trató de huir y ambos corrieron hacia la puerta. La esposa de Al Aziz alcanzó a José por la camisa y se la arrancó de la espalda. En ese momento se abrió la puerta y su esposo entró. De inmediato, sin vacilar ni por un segundo, la esposa de Al Aziz intentó voltear la situación a su favor. Le lloró a su esposo y le dijo: “¿Acaso la pena para quien pretenda hacer un daño a tu familia no es sino que lo encarcelen, o que reciba un castigo doloroso?” Su acusación era una mentira evidente; sin embargo, la pronunció con facilidad y sugirió que José fuera puesto en prisión. José intentó defenderse y dijo: “Ella intentó seducirme” (Corán 12:25-26). Uno de los familiares de ellos apareció de repente y ofreció una manera de resolver este dilema. Dijo:

“Y entonces un miembro de la familia de ella planteó que si su camisa estaba rasgada por delante, ella habría dicho la verdad y él sería quien mintiese. Y si su camisa estaba rasgada por detrás, entonces ella mentía y él decía la verdad”. (Corán 12:26-27)

Si su camisa estaba desgarrada por la espalda, como en efecto estaba, significaba que él había tratado de escapar y que ella había corrido tras él, rompiendo la camisa por su espalda. La prueba era irrefutable. El Primer Ministro, aunque visiblemente molesto, estaba más preocupado por ocultar este asunto. No quería que su buen nombre y su posición fueran manchados por un escándalo. Pidió a José que guardara silencio sobre la situación y dijo a su esposa que pidiera perdón a Dios. Esto debería haber sido el fin de la cuestión, pero como es común en las sociedades más ricas, la gente tiene un montón de tiempo libre. Muchas horas son desperdiciadas en comidas y chismes sobre los asuntos de los amigos, vecinos y familiares.
Las mujeres

Las mujeres de la ciudad comenzaron a hablar acerca de la esposa de Al Aziz y de su enamoramiento de su esclavo José. Los rumores se extendían y las mujeres se preguntaban cómo ella podía desear a un esclavo y poner así su reputación en peligro. La esposa de Al Aziz ideó la forma de enseñarles a estas mujeres una lección y mostrarles qué tan hermoso y deseable era José. Las invitó a almorzar con ella, puso frente a ellas una hermosa mesa y les entregó cuchillos para cortar la comida. La habitación estaba probablemente llena de miradas tensas y silenciosas mientras las mujeres esperaban darle un vistazo a este esclavo, y además se consideraban a sí mismas mejores que la esposa de Al Aziz. Las mujeres comenzaron a comer, y en ese momento José entró a la habitación. Ellas levantaron sus miradas, vieron su belleza y olvidaron que tenían cuchillos en sus manos. Las mujeres estaban tan fascinadas por su figura que se cortaron los dedos. Describieron a José como un ángel noble. La esposa de Al Aziz, confiada y arrogante, dijo a sus invitadas:

“Éste es aquel por quien me censurabais, y ciertamente quise seducirlo y se resistió. Y si no hace lo que le ordeno, será encarcelado y humillado”. (Corán 12:32)

¿Qué iba a ser de José? Una vez más, con total humildad, él se volvió a Dios diciendo que era preferible ir a prisión que sucumbir a los deseos de la mujer. Por lo tanto, su Señor respondió a su invocación.


Texto tomado de: Islamreligion

La historia de José (parte 3 de 7): Vendido como esclavo


Extraviados por los susurros de Satanás y llenos de envidia y orgullo, los hermanos engañaron a su padre Jacob y traicionaron a su hermano menor. Arrojado a un pozo profundo por sus hermanos, José, el hijo amado del Profeta Jacob, se aferró toda la noche a una repisa y trató de poner su confianza en Dios. El tiempo pasó lentamente y el calor del sol de la mañana cayó pesadamente sobre la tierra quemada. Más tarde ese día, una caravana que iba hacia Egipto se acercó al pozo.

Cuando la caravana llegó, los viajeros se dedicaron a sus obligaciones, algunos amarraban los camellos, otros atendían los caballos, algunos desempacaban, otros preparaban la comida. El aguador fue hasta el pozo y lanzó su cubo, feliz de pensar en obtener agua fresca y clara. José se sorprendió cuando el cubo cayó hacia él, pero antes que alcanzara el agua, él lo tomó y se aferró a la cuerda. Sorprendido por el peso del cubo, el hombre se asomó por el borde del pozo. Quedó pasmado y emocionado cuando vio a un niño aferrado a la cuerda. El hombre llamó a sus compañeros para que le ayudaran a subir al niño del pozo y todos se asombraron de ver a este niño hermoso, no muy pequeño, que estaba frente a ellos.

Mirando al muchacho, el aguador no pudo ocultar su emoción y exclamó en voz alta: “¡Qué sorpresa! Hay un jovencito”  (Corán 12:19). El hombre estaba muy contento, y de inmediato decidió vender a José, sabiendo que con él haría mucho dinero en el mercado de esclavos. Tal como los hermanos habían previsto, el hombre de la caravana se llevó a José a Egipto esperando venderlo por un buen precio. El mercado de esclavos de Egipto estaba lleno de gente, algunos comprando, otros vendiendo y otros simplemente viendo las transacciones. El bello joven hallado en el pozo atrajo a muchos y su subasta no se hizo esperar. El precio subía más allá de las expectativas y José fue adquirido finalmente por Aziz, el Primer Ministro de Egipto.

Sin embargo, Dios nos dice en el Corán que lo vendieron por un bajo precio.  (12:20) Esto no parece tener sentido ya que los hombres de la caravana estaban llenos de júbilo por el precio que habían recibido. Dios describe el precio como bajo debido a que José en realidad valía mucho más de lo que nadie hubiera podido imaginar jamás. Los hombres no se dieron cuenta lo que este niño podría llegar a ser. Ellos creyeron que, aunque hermoso, José era insignificante. Nada podía estar más alejado de la verdad, si ellos hubieran cobrado su peso en oro, aún habría sido un precio bajo por el hombre que llegaría a ser José, el Profeta de Dios.
En la casa de Aziz

El Primer Ministro, Aziz, percibió de inmediato que este no era un joven común y corriente. Lo llevó a su casa, una de las grandes mansiones de Egipto, y le dijo a su esposa:

“Recíbelo honorablemente, tal vez nos sea de provecho [como un sirviente], o lo adoptemos como hijo. Así establecimos a José en la tierra [de Egipto] y le enseñamos la interpretación de los sueños”. (Corán 12:21)

Dios puso a José en la casa de la segunda persona más importante de Egipto. El Primer Ministro Aziz era más que sólo un primer ministro, también era el tesorero de Egipto. Dios estableció a José en la tierra para enseñarle sabiduría y entendimiento. La lucha y el esfuerzo requeridos por José para superar la separación de su padre y su familia, la dificultad de haber sido traicionado por sus hermanos mayores que se suponía lo protegían, la prueba en el pozo y la humillación de ser vendido como esclavo, fueron todas pruebas diseñadas para moldear el carácter de José. Esos fueron los primeros pasos en la escalera hacia la grandeza. Dios usó la traición de los hermanos de José para cumplir Su plan de establecer a José como Profeta.

Los hermanos de José creyeron que tenían el asunto bajo control cuando pusieron a su hermano en el pozo, pero en realidad el asunto estaba fuera de sus manos. Dios es Quien controla todos los asuntos. Dios fue decisivo en Su acción, y Su plan fue llevado a cabo a pesar de la traición, la envidia y el orgullo de los demás. José se encontró en el centro de la toma de decisiones de Egipto con un hombre que de alguna manera parecía estar consciente de las cualidades especiales de José. Aunque lejos de su padre y de su hermano Benjamín, José estaba bien cuidado y vivía rodeado de lujos. José creció y maduró en la casa de Aziz y Dios le concedió buen juicio y conocimiento.

“Y cuando alcanzó la madurez, le concedimos sabiduría y conocimiento [a través de la revelación]; así recompensamos a los benefactores”. (Corán 12:22)

Dios le concedió a José conocimiento y sabiduría. No sólo una, sino ambas cualidades. Le dio la habilidad de entender y la habilidad del buen juicio cuando aplicaba su conocimiento. Este no siempre es el caso. Hay mucha gente a través de la historia del mundo, incluso hoy día, que tiene conocimiento pero no tiene la habilidad o el juicio de aplicar ese conocimiento de manera efectiva.

Uno de los grandes eruditos del Islam, el Imam Abu Hanifa, celebraba con frecuencia grandes círculos de aprendizaje en los que presentaba un tema de debate. El tema era discutido y las opiniones dadas, luego el Imam Abu Hanifa daba un veredicto final. Esta forma de enseñanza fue única en aquel tiempo. Había entre estos círculos de aprendizaje un erudito de las narraciones del Profeta Muhammad (hadices), él recitó uno que el Imam Abu Hanifa nunca había escuchado antes. En ese preciso momento, una mujer se acercó al círculo e hizo una pregunta. El erudito le respondió que no conocía la respuesta, pero que el Imam Abu Hanifa estaba capacitado para responderle. Entonces Abu Hanifa se volvió hacia los miembros del círculo de aprendizaje y dijo: “Sé la respuesta a esta pregunta gracias al hadiz que nuestro hermano acaba de mencionar”. Así, es posible tener el conocimiento pero no saber cómo aplicarlo. Al Profeta José, como a todos los Profetas de Dios, le fue dado el conocimiento y la sabiduría para entenderlo y para aplicarlo.


Texto tomado de: Islamreligion

lunes, 18 de marzo de 2013

La historia de José (parte 2 de 7): Traición y engaño

“Y todos los asuntos son como Allah lo dispone, pero la mayoría de los hombres lo ignoran.” (Corán 12:21)

La historia de José confirma incondicionalmente que Dios tiene control total sobre todas las cosas. La traición y el engaño de los hermanos de José sólo tuvieron éxito en preparar a José para la gran posición que ocuparía finalmente. La historia de José describe la omnipotencia de Dios y nos da cuenta exacta de Su poder y supremacía. La historia comienza con engaño, pero termina con comodidad y alegría. Una recompensa justa por la paciencia y la total sumisión a la voluntad de Dios que José mostró a través de su largo viaje, enfrentando las intrigas y la traición de quienes lo rodeaban.

La paciencia que aprendió José de su terrible experiencia lo convirtió en uno de los más justos de entre los hombres. Su linaje era impecable, su bisabuelo, su abuelo y su padre también eran Profetas. En las tradiciones cristiana y judía, estos hombres son conocidos como Abraham, Isaac and Jacob.
Engaño y traición

Cuando los hijos mayores de Jacob pidieron permiso para llevarse con ellos a José a las profundidades del desierto para jugar, Jacob sintió miedo en su corazón. Desde sus primeras palabras, él sospechó la traición y expresó su miedo de que un lobo atacara a José. Jacob dijo:

 “En verdad me apena [que se separe de mí y] que os vayáis con él, y temo que se lo coma un lobo cuando estéis descuidados”. (Corán 12:13)

Satanás trabaja de manera sutil y engañosa, y con sus palabras, Jacob les proporcionó involuntariamente a sus hijos la razón perfecta para la desaparición de José. Los hermanos supieron de inmediato que culparían a un lobo por la desaparición de José, y esto se convirtió en parte de su cobarde plan. Jacob estuvo finalmente de acuerdo y permitió a José ir con sus hermanos en su viaje por el desierto.

Fueron directamente al pozo y sin remordimientos, tomaron a José y lo lanzaron en él. José lanzó un grito de miedo, pero sus crueles corazones no sintieron piedad por su hermano menor. Los hermanos confiaban en que un viajero hallaría a José y lo vendería como esclavo. Mientras José pedía auxilio aterrado, los hermanos tomaron un pequeño carnero o cordero de su rebaño, lo sacrificaron y limpiaron la sangre sobre una de las prendas de José. Consumidos por completo por su envidia, los hermanos hicieron un juramento para mantener en secreto su fechoría y se alejaron satisfechos de sí mismos. José, aterrado, se aferró a una cornisa en el pozo y Dios le hizo saber que un día se enfrentaría a sus hermanos. Él le dijo a José  que llegaría el día en que les hablaría a sus hermanos de ese evento cobarde, pero los hermanos no sabrían que estarían hablando con José.

“Ciertamente les recordarás [un día] esta acción, y no se darán cuenta [que ello te fue revelado]”. (Corán 12:15)
El llanto no es evidencia de la verdad

Los hermanos regresaron a su padre llorando. En ese momento, ya era de noche y Jacob estaba sentado en su casa esperando con ansias el regreso de José. El sonido de diez hombres llorando confirmó su temor más profundo. La oscuridad de la noche sólo era comparable con la oscuridad de sus corazones. Las mentiras salieron con facilidad de sus lenguas y el corazón de Jacob se encogió de miedo.

 “Dijeron: ¡Oh, padre! Nos adelantamos para competir [con nuestros arcos], y dejamos a José con nuestras provisiones, y entonces se lo comió un lobo. No nos creerás a pesar de que somos veraces. Y le mostraron su camisa manchada con sangre falsa”. (Corán 12:17-18)

En una historia de los hombres rectos que vinieron después del Profeta Muhammad, viene un relato de un juez musulmán que estaba decidiendo el caso de una anciana. Los detalles del caso no son importantes; sin embargo, la anciana lloraba y lloraba. Con base en la evidencia, el juez falló en su contra. Un amigo del juez dijo: “Ella lloraba y lloraba, es vieja, ¿por qué no le creíste?” El juez dijo: “¿Acaso no sabes, por el Corán, que el llanto no es evidencia de la verdad, pues los hermanos de José fueron llorando ante su padre?” Ellos estaban llorando, pero habían cometido el crimen.

Tanto Jacob como José fueron de los más nobles entre los hombres. El Profeta Muhammad describió a José como el hombre más digno y generoso. Cuando se le pregunto quién era el hombre más temeroso de Dios, dijo: “La persona más honorable es José, el profeta de Dios, el hijo del profeta de Dios, el hijo del siervo amado de Dios (Abraham)”[1]. Mientras José estaba sentado en el pozo, aterrorizado, seguía seguro de su sumisión a Dios; y Jacob, a muchos kilómetros de allí, sentía su corazón encogido de miedo y dolor, pero sabía que sus hijos mentían. Como corresponde a un profeta de Dios, con lágrimas bañando su rostro, dijo Jacob:

 “Eso es lo que les susurra vuestra alma. Tendré paciencia, y Allah es a Quien debo implorar el socorro sobre lo que narráis”. (Corán 12:18)

Este era un dilema para Jacob, ¿qué iba a hacer? Sabía que sus hijos mentían, pero, ¿cuáles eran sus opciones? ¿Matar a sus hijos? Debido a su completa sumisión a Dios, Jacob sabía que este asunto estaba más allá de sus manos. No tenía más opción que confiar en Dios y volverse a Él con esperanza y paciencia.

En lo profundo del pozo, José oró. Padre e hijo se volvieron hacia Dios en la profunda oscuridad de la noche. Una mezcla de miedo y esperanza llenó sus corazones, y la noche dio paso a un nuevo día. Para Jacob, el día amaneció en el comienzo de muchos años a ser llenados con confianza en Dios y con paciencia. Para José, los rayos del amanecer brillaban en los bordes del pozo. Si hubiera podido otear el horizonte, habría divisado una caravana acercándose. Minutos después, un hombre bajó su cubo al fondo del pozo esperando hallar agua clara y fresca.

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