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jueves, 18 de julio de 2013

El alfabetismo en el Islam (parte 1 de 3): Libros en Bagdad

Bagdad fue golpeada por una serie de explosiones. La ciudad, rastrillada por la violencia. Bagdad significa caos, muerte y destrucción. Bagdad es una ciudad que grita de dolor y muere tras una cortina de humo. Mientras miramos el desastre en las pantallas de nuestros televisores, es difícil imaginar que Bagdad fue una vez el gran asiento del aprendizaje. Bagdad y libros fueron sinónimos por cientos de años. Los estantes de libros llenaban las casas familiares y las librerías llenaban las calles de Bagdad. Incluso ahora, entre los escombros y el pandemónium, los residentes de Bagdad compran libros. “Es una vieja enfermedad en Irak, la gente gasta su dinero en libros, no en comida”, bromea un traductor iraquí para Noticias NBC[1].

En el período que la historia occidental ha denominado Oscurantismo, comenzó el romance entre Bagdad y los libros. En una época en que las iglesias por toda Europa se sentían afortunadas de tener una biblioteca consistente de algunos cuantos libros, había una calle en Bagdad llena de más de 100 tiendas que vendían libros, o artículos de papelería, o ambos. Por todo el mundo occidental, el alfabetismo estaba restringido a los ricos o a las autoridades religiosas, pero en Bagdad, la gente tenía acceso a más de 30 bibliotecas.

En el período de 200 años después de la muerte del Profeta Muhammad, la pequeña nación islámica creció convirtiéndose en una enorme civilización que se extendía desde el Norte de África hasta Arabia, desde Persia hasta Uzbekistán, y traspasó las fronteras de India y más allá. Alrededor de 750 d.C., Bagdad, la ciudad construida sobre los bancos del río Tigris, se convirtió en la capital del califato islámico. Su ubicación la conectó a países tan distantes como China, y Bagdad pronto se convirtió no solo en el centro político y administrativo, sino también en el eje cultural y del aprendizaje.

Hombres y mujeres de todas partes del imperio afluyeron a Bagdad y trajeron con ellos el conocimiento de todas las esquinas del mundo conocido.

Musulmanes, judíos, cristianos, hindús, zoroastrianos, e incluso personas de otras creencias más oscuras, vivían en Bagdad. Los libros comenzaron a simbolizar la vida de Bagdad. Las calles estaban vivas llenas de autores, traductores, escribas, iluminadores, bibliotecarios, encuadernadores, coleccionistas y vendedores de libros. Sin embargo, estas personas de orígenes tan diversos, necesitaban estar conectados. El árabe se desarrolló como lengua de erudición y así se estableció la conexión.

Las obras de Platón, Aristóteles, Ptolomeo y Plutarco, entre otras muchas, fueron traducidas al árabe. Los filósofos judíos utilizaban las traducciones al árabe de las obras filosóficas griegas para escribir sus propios tratados y ensayos. Cuando Europa comenzó a emerger del Oscurantismo hacia un periodo de iluminación, ellos se basaron en los libros escritos en árabe para redimir y recuperar las bases del imperio occidental.

Muchos de los libros originales traducidos en Bagdad se perdieron o fueron destruidos en sus países de origen, manteniéndose solo en sus traducciones árabes. Los eruditos de Bagdad fueron los responsables de preservar las obras clásicas de los griegos, los romanos y los egipcios, e incluso tradujeron clásicos de Persia, India y China. Estas grandes obras fueron traducidas del árabe de nuevo a idiomas como el turco, el persa, el hebreo y el latín. El teólogo católico Tomás de Aquino hizo su famosa integración de fe y razón después de leer la filosofía aristotélica en una traducción hecha por los eruditos de Bagdad.

Los eruditos de Bagdad no solo recogieron y sintetizaron las grandes obras, también agregaron su propio conocimiento. Ellos abrieron nuevos campos de erudición, como la mecánica celeste, e introdujeron al mundo el álgebra y la geometría. Un erudito de Bagdad produjo un libro de texto de oftalmología, que se cree es el primer libro médico en el mundo que contenía dibujos anatómicos. Fue la obra definitiva tanto en Oriente como en Occidente, y fue utilizado durante más de ocho siglos.

A medida que Bagdad se transformó en un centro de aprendizaje, el califa Harún Ar-Rashid y su hijo Al Mamún, abrieron uno de los centros del pensamiento más famosos de la historia, Bait Al Hikmah, o la Casa de la Sabiduría. Los eruditos de la Casa de la Sabiduría, a diferencia de sus contrapartes modernos, no se “especializaban”. Al Razi fue un filósofo y matemático así como físico, y Al Kindi escribió sobre lógica, filosofía, geometría, cálculo, aritmética, música y astronomía. Entre sus obras se encuentran títulos como “La razón por la que llueve poco en ciertos lugares”, “La causa del vértigo” y “Cruzamiento de palomas”.

El historiador Al Maqrizi describió la apertura de la Casa de la Sabiduría en 1004 d.C.: “Los estudiantes tomaron su residencia. Los libros fueron traídos de [muchas otras] bibliotecas... y el público fue admitido. Cualquiera que quisiera, tenía la libertad de copiar cualquier libro que deseara, o cualquiera que tuviera la necesidad de leer cierto libro hallado en la biblioteca, podía hacerlo. Los eruditos estudiaban el Corán, astronomía, gramática, lexicografía y medicina. El edificio estaba, por otra parte, adornado con alfombras y todas las puertas y corredores tenían cortinas, y gerentes, sirvientes, porteros y otros empleados, fueron designados para mantener el establecimiento”[2].

Los libros siempre han jugado un papel importante en la vida de Bagdad. En el siglo XI d.C., un manuscrito “era del tamaño de un libro moderno, fabricado con buen papel, escrito por ambos lados, y encuadernado con cubiertas de cuero”. Una librería promedio contenía varios cientos de títulos, incluyendo el Corán y comentarios sobre el Corán, idiomas y caligrafía, escrituras cristianas y judías, obras de gobierno, resoluciones judiciales, biografías, astronomía, medicina griega e islámica, literatura, ficción popular, y guías de viajes (hacia India, China e Indochina)[3].

Hoy día, mientras las bombas explotan a su alrededor y el mundo cae en el abismo, la gente de Bagdad se aferra a su patrimonio literario. Entre los escombros, los libreros ejercen su oficio y los ciudadanos de Bagdad deciden entre leer y comer. Por esto, no es de sorprender que el Islam tenga una larga tradición de alfabetización. La primera palabra del Corán revelada al Profeta Muhammad fue iqra —leer, aprender y entender. En la segunda parte, emprenderemos un viaje de descubrimiento para ver qué dicen el Corán y las tradiciones del Profeta Muhammad acerca de la alfabetización y de la búsqueda del conocimiento.

Texto tomado de: www.islamreligion.com

jueves, 11 de julio de 2013

La preservación del Corán (parte 2 de 2): El Corán Escrito

El Corán entero fue puesto por escrito en el momento de la revelación, siguiendo el dictado del Profeta (la paz y las bendiciones de Dios sean con él).  Fue escrito por algunos de sus compañeros más instruidos, el más prominente de ellos fue Zaid Ibn Zabit.  Otros de sus escribas fueron Ubai Ibn Ka’b, Ibn Mas’ud, Mu’awiah Ibn Abu-Sufian, Jaled Ibn al-Walid y Zubair Ibn Awwam.  Los versículos del Sagrado Corán fueron grabados sobre cuero, en pergaminos, en huesos de animales y en hojas de palmeras.

La compilación del Corán (en formato de libro) se llevó a cabo luego de la Batalla de al-Yamamah (11H/633 DC), después de la muerte del Profeta, durante el Califato de Abu Bakr.  Muchos compañeros que combatieron en la batalla cayeron mártires.  Por este motivo se temió perder partes del Corán con la muerte de aquéllos que lo habían memorizado, y se corría entonces el riesgo de que partes del libro desaparecieran.  Por consiguiente, Umar sugirió recopilar el Corán pidiéndole a Zaid ibn Zabit que encabezara un comité que reuniera las escrituras esparcidas del Corán y preparara un mus-haf – compendio de los escritos que contenían la revelación.  Para salvaguardar esta recopilación de los errores, el comité aceptó sólo material que había sido escrito en la presencia del Profeta (la paz y las bendiciones de Dios sean con él), y que podía verificarse por lo menos con el testimonio fiable de dos personas que realmente habían oído al Profeta recitar el pasaje en cuestión.  Una vez completado y unánimemente aprobado el trabajo por los Compañeros del Profeta, estas hojas se guardaron en la época del Califa Abu Bakr (13H/634 DC), luego quedó en poder del Califa Umar (13-23 H/634-644 DC), que era uno de los principales compañeros y padre de la viuda del Profeta, Hafsah.

El tercer Califa fue Uzmán Ibn Affán (23-35 H/644-656 DC); éste le pidió a Hafsah que le enviara el manuscrito del Corán que ella había guardado, y ordenó la reproducción de algunas copias exactas de él (se las llamó masaahif, plural de mus-haf).  Esta tarea se confió nuevamente a compañeros como Zaid Ibn Zabit, Abdullah Ibn Az-Zubair, Ibn Sa’id, y  Abdur-Rahman Ibn Hariz.  Luego de este trabajo (en el año 25 H / 646 DC), Uzmán devolvió el manuscrito original a Hafsah y envió las copias a las provincias islámicas más importantes.

Varios eruditos no musulmanes que han estudiado el tema de la recopilación y preservación del Corán, han declarado su autenticidad.  John Burton, al final de su trabajo sobre la recopilación del Corán, dice lo siguiente:

“…el texto ha llegado a nosotros en la forma en que era organizado y aceptado por el Profeta….  lo que nosotros tenemos hoy en nuestras manos es el mus-haf de Muhammad”.

Kenneth Cragg, describe la transmisión del Corán en tiempos de la revelación y hasta la actualidad como: “una sucesión viviente e irrompible de devoción”.

Schwally concuerda con esto:

“Aunque en algún momento la revelación estaba fraccionada, nosotros podemos estar seguros que su texto se ha transmitido exactamente como le fue revelado (al Profeta)”.

La credibilidad histórica del Corán está establecida además por el hecho de que una de las copias que mandó el Califa Uzmán todavía se conserva hoy.  Se encuentra en el Museo de la Ciudad de Tashkent en Uzbekistán, Asia Central.  De acuerdo con Memory of  the World Program de la UNESCO, una entidad de las Naciones Unidas: “esta es la versión definitiva, conocida como el Mus-haf de Uzmán”.

Este manuscrito, conservado por la comunidad musulmana de Uzbekistán, es la versión escrita existente más antigua del Corán.  Es la versión definitiva, conocido como el Mus-haf de Uzmán.  La  imagen que aparece más arriba, es cortesía del registro del programa Memory of the World, UNESCO.

Existe una reproducción de la copia de Tashkent que está disponible en la Biblioteca de la Universidad de Columbia en Estados Unidos.  Esta copia es prueba de que el texto del Corán que nosotros tenemos en circulación hoy, es idéntico al del tiempo del Profeta y sus compañeros.  Una copia del mus-haf fue enviada a Siria (se la reprodujo antes de que un incendio en 1310 H/1892 DC destruyera la mezquita central donde fue guardado) También existe una copia en el Museo de Topkapi en Estambul, y un manuscrito antiguo en cuero de gacela se conserva en Dar al-Kutub en Sultaniyyah, Egipto.  Los manuscritos más antiguos de todos los períodos de la historia islámica que se encuentran en la Biblioteca del Congreso en Washington, en el Chester Beatty Museum en Dublín (Irlanda) y en el Museo de Londres, han sido comparados con los de Tashkent, Turquía y Egipto, y los resultados confirman que no se ha realizado ningún cambio en el texto desde el tiempo de su escritura original.

Por ejemplo, el Instituto Koranforschung de la Universidad de Münich (Alemania), había reunido más de 42.000 copias antiguas completas o parciales del Corán.  Después de aproximadamente cincuenta años de investigación, informaron que no había ninguna variante entre las diferentes copias, exceptuando los errores ocasionales del copista que pueden identificarse fácilmente.  Este Instituto fue destruido, desgraciadamente, por los bombardeos durante la segunda Guerra Mundial.

Así, debido a los esfuerzos de los Compañeros, con la ayuda de Dios, el Corán, tal como lo conocemos hoy en día, se recita de la misma manera como se reveló.  Esto lo convierte en la única escritura religiosa que todavía se mantiene inmaculada y se preserva en su idioma original.  De hecho, como Sir William Muir declara: “no hay ningún otro libro en el mundo que se haya mantenido inalterado durante doce siglos (ahora catorce)”.

La evidencia confirma la promesa de Dios en el Corán:

“Ciertamente Nosotros hemos revelado el Corán y somos Nosotros sus custodios”. (Corán 15:9)

El Corán es el único libro que ha sido preservado en ambas formas, oral y escrita; y cada forma confirma la autenticidad de la otra.

La preservación del Corán (parte 1 de 2): la Memorización

El Sagrado Corán, la escritura sagrada de los musulmanes, fue revelada en lengua árabe al Profeta Muhámmad, la paz y las bendiciones de Dios sean con él, a través del ángel Gabriel.  La revelación ocurrió gradualmente, durante un período de veintitrés años, a veces en versículos breves y en ocasiones en capítulos extensos.

El Corán (vocablo que puede entenderse como “lectura” o “recitación”) es distinto de los dichos y hechos  registrados del Profeta Muhámmad (Sunnah), que se conservan mediante la obra de sabios que los coleccionaron y clasificaron, a estos se denomina “hadices”  (las “noticias”; los “informes”; o las “narraciones”).

Al recibir la revelación, el Profeta se comprometió con la misión de llevar el mensaje a sus compañeros recitándoles las palabras exactas que él oía del ángel en su orden exacto.  Esto es evidente cuando se observa que se intercalan versículos en los cuales Dios se dirigió específicamente a él; por ejemplo, los que comienzan con: “Qul” (“Di” [a las personas, ¡Oh, Muhámmad!]).  El estilo rítmico del Corán y su belleza lo hacen fácil de memorizar.  De hecho, Dios describe esto como una de sus cualidades esenciales para la preservación y el recuerdo (Ver Corán. 44:58; 54:17, 22, 32, 40).  Esto era particularmente importante en una sociedad como la árabe, que estaba orgullosa de sus poetas, capaces de componer largas poesías y recitarlas de memoria, pero nada como el Sagrado Corán.  Michael Zwettler hace notar que:

“En tiempos antiguos, cuando la escritura era usada escasamente, se ejercitaba la memoria y la transmisión oral, hasta un grado ahora casi desconocido”.

Porciones extensas de la revelación fueron memorizadas fácilmente por un número grande de creyentes de entre las personas de la comunidad del Profeta.

El Profeta animó a que sus compañeros aprendieran cada versículo que se revelaba y lo transmitieran a otros.  El Corán también es recitado regularmente como un acto de culto, sobre todo durante las oraciones diarias, prescritas como obligatorias (el salat).  A través de estos medios, muchos escucharon los pasajes de la revelación, los memorizaron y los recitaron en la oración.  El Corán entero fue memorizado literalmente (palabra por palabra) por algunos de los Compañeros del Profeta.  Entre ellos se destacan Zaid Ibn Zabit, Ubayy Ibn Ka’b, Muadh Ibn Yabal y Abu Zaid.

No sólo eran memorizadas las palabras del Corán, sino también su correcta pronunciación, después esto se transformó en una ciencia en sí misma y se la llamó Taywid.  Esta ciencia describe meticulosamente cómo cada letra debe ser pronunciada, así como la palabra en conjunto, ambas en el contexto de otras letras y palabras.  En la actualidad, podemos encontrar a personas de muy diversas lenguas capaces de recitar el Corán como si fueran árabes que vivieron durante el tiempo del Profeta.

Además, la sucesión u orden de los versículos del Corán fue estipulada por el Profeta y era muy conocida por los Compañeros.  Cada Ramadán, el Profeta repetiría, después del ángel Gabriel (recitando), el Corán entero en su orden exacto hasta donde había sido revelado, esto en la presencia de varios de sus Compañeros.  En el año de su muerte, él lo recitó completo dos veces.  Por eso, el orden de los versículos en cada capítulo y el orden de los capítulos se reforzaron en la mente de cada uno de los Compañeros presentes en esos momentos benditos.

Cuando los Compañeros se extendieron por distintas geografías y se encontraron con poblaciones diversas, usaron sus recitaciones para instruirlos.  De esta manera, el mismo Corán se retuvo ampliamente en la memoria de muchas personas, por inmensas y diversas áreas del Planeta.

La memorización del Corán surgió como una tradición continuada durante  siglos.  Aparecieron escuelas para la memorización que se establecieron por todo el mundo musulmán.  En estas escuelas, los estudiantes aprenden y memorizan el Corán junto con su Taywid, siguiendo a un maestro que a su vez adquirió el conocimiento de su maestro, formándose así una cadena de trasmisión oral que se remonta al Mensajero de Dios.  El proceso de memorizar todo el Corán normalmente toma entre 3 y 6 años.  Después de que el dominio se logra y la recitación se realiza libre de errores, se le otorga a la persona una licencia formal (iyyaza), certificando que ha dominado las reglas de recitación y puede recitar el Corán de la manera que lo recitó Muhámmad, el Profeta de Dios.

La utilidad de esta licencia formal (iyyaza) emitida al final del estudio, cuando se logra  perfeccionar la recitación del Corán, es que certifica la cadena irrompible de instructores que llegan hasta el mismísimo Profeta del Islam.  La imagen anterior es la iyyaza que certifica la recitación de Qari Mishari Rashid al-Afasy, recitador muy conocido de Kuwait, emitida por el Sheij Ahmad al-Ziyyat.  La imagen es cortesía de (http://www.alafasy.com.)

A.T. Welch, un orientalista no musulmán, escribe:

“Para los musulmanes, el Corán es mucho más que una escritura o la sagrada literatura en el sentido occidental usual.  Su importancia primaria para la inmensa mayoría a través de los siglos, ha estado en su forma oral, la forma en que apareció primero, cuando la “recitación” era pronunciada por Muhámmad a sus seguidores durante un período de aproximadamente veinte años… Las revelaciones fueron memorizadas por algunos de los seguidores de Muhámmad durante su vida, y la tradición oral que se estableció así ha tenido una historia continua desde entonces, de algunas maneras independiente, y superior al Corán escrito… A través de los siglos, la tradición oral del Corán completo se ha mantenido por recitadores profesionales (qurrá).  Hasta recientemente, la importancia del Corán recitado raramente se ha apreciado totalmente en Occidente”.

El Corán es quizás el único libro, religioso o secular, que ha sido memorizado completamente por millones de personas.  El destacado orientalista Kenneth Cragg refleja este concepto:

“… el fenómeno de la memorización y recitación es uno de los medios por los que el texto ha atravesado los siglos en una sucesión viviente e irrompible de devoción.  Por consiguiente, no puede considerarse como un objeto de anticuario, ni como un documento histórico de un pasado distante.  De hecho, la memorización lo ha puesto en posesión del pueblo presente a través de toda la era musulmana y le ha dado un brillo humano en cada generación, permitiendo que el texto pueda ser siempre asequible para todos, sin que jamás fuera patrimonio de ninguna autoridad especial para su preservación”.


Texto tomado de: www.islamreligion.com

lunes, 1 de julio de 2013

El espíritu y Ramadán


Cada año, musulmanes de todas partes del mundo y de todos los grupos étnicos y económicos, comienzan a ayunar desde el alba hasta el ocaso cada día durante un mes bendito en la tradición islámica, conocido como Ramadán. Pero, ¿qué hace de Ramadán un mes bendito? ¿Por qué los musulmanes ayunan durante este mes? ¿Cuáles son los beneficios espirituales del ayuno? Todas estas preguntas y otras más se abordan en este artículo que presenta al lector un viaje espiritual de un mes en el que participan 1 400 millones de musulmanes en todo el mundo.

El Corán dice (lo que significa):

“En el mes de Ramadán fue revelado el Corán como guía para la humanidad y evidencia de la guía y el criterio”. (Corán 2:185)

Todo el mes de Ramadán es, en esencia, una celebración de la revelación del Corán, que es descrito como “Guía y misericordia para quienes hacen el bien” (Corán 31:3). Ramadán celebra la Misericordia de Dios por la que Él envió una luz guía en el Corán, que lleva a la vida humana por el camino del bien y la virtud, y protege el alma humana del mal y el vicio.

Los musulmanes muestran su gratitud a Dios por su guia absteniéndose de comer, beber y tener relaciones sexuales durante el día en Ramadán, como forma de acercarse a Dios y desarrollar una profunda conciencia interior de la presencia de Dios en la vida. Este mecanismo interno de sentir la presencia de Dios lleva al alma a hacer el bien incluso bajo las situaciones más difíciles de la vida, y la protege contra los malos actos, incluso cuando es el camino más fácil o tentador a tomar.

Es por esto que el Corán cambia a una relación más íntima entre Dios y Su siervo inmediatamente después de mencionar el pasaje del ayuno en Ramadán (Corán 2:183-185).

“Y si Mis siervos te preguntan por Mí [¡Oh, Muhammad!, diles] ciertamente estoy cerca de ellos. Respondo la súplica de quien Me invoca. Que me obedezcan, pues, y crean en Mí que así se encaminarán”. (Corán 2:186)

Cuando el alma entra en un estado de gratitud y sumisión hacia su Señor a través del ayuno, hay un reconocimiento de que la vida ha sido dada por Dios como un regalo y un préstamo a ser utilizado para las buenas obras que reflejan la misericordia, la compasión, el amor y la generosidad de Dios. De hecho, el Corán dice que la inclinación natural de nuestras almas es someterse a la Voluntad de Dios, teniendo una creencia sincera en un Dios único y haciendo obras buenas de adoración (Corán 30:30). Como tal, el concepto de pecado en la tradición islámica es conocido como un acto de injusticia contra la propia alma, al forzarla hacia un estado que es antiético a su propia naturaleza y al propósito con el que fue creada (Corán 3:117, entre otros muchos versículos). Cuando un alma persiste en el pecado, se convierte en esclava de sus bajos deseos, prisionera de sus propias pasiones (Corán 25:43).

El ayuno, entonces, busca liberar el alma de estas cadenas suprimiendo el yo inferior del deseo y elevando la conciencia de Dios en el alma, la cual tiene la tendencia natural a aspirar al bien. Al privar al alma de las necesidades básicas de la vida por algunas horas, uno es capaz de enseñarle la moderación y el autocontrol de aquellos males como la ira, la venganza, la mentira, el robo, la inmoralidad sexual y demás. Es por esto que el Profeta Muhammad dijo que “cuando alguno de ustedes ayuna un día, no debe caer en el lenguaje obsceno ni debe levantar su voz; y si alguno lo insulta o trata de pelear con él, debe decir: ‘Estoy ayunando’”. El Profeta también advirtió a los musulmanes que no hicieran del ayuno un ritual que no influencie en nada el carácter y los hábitos de la persona. “Si alguien no se abstiene de mentir y de la conducta falsa, Dios no necesita que se abstenga de comer y beber”.

Una de las cualidades más importantes que el ayuno busca desarrollar dentro de un individuo es la humildad ante Dios y la creación de Dios. El hambre y la sed hacen que uno se dé cuenta de que si no fuera por la Misericordia y la Dotación de Dios, uno estaría en un estado más difícil e indeseable de cosas. Ayunar es una experiencia de humildad, que es una característica importante de un alma justa, pues el falso orgullo y la arrogancia nunca pueden vivir lado a lado con la piedad sincera.

El acto de ayunar, entonces, provee también a los miembros afortunados y pudientes de la sociedad, la posibilidad de experimentar por un tiempo el dolor y el sufrimiento que padecen millones de personas cada día, sin agua ni alimentos ni otras necesidades básicas de la vida. Ayunar establece puentes que reducen la brecha entre ricos y pobres, pudientes y necesitados, satisfechos y menesterosos. Esta experiencia debe inspirarles compasión y misericordia, que se manifiesta en la generosidad con la riqueza y el tiempo para ayudar a aquellos que lo necesitan. Los musulmanes son alentados especialmente en este mes, a salir y sentir hambre, y gastar su riqueza en causas buenas, como construir escuelas, hospitales, comedores comunitarios y demás. Esto es parte de la tradición del Profeta Muhammad, que la misericordia y las bendiciones de Dios sean con él, cuya generosidad se incrementaba por diez durante Ramadán. En la tradición islámica, Dios promete devolver todos los actos de bondad y generosidad en este mes bendito multiplicados por diez, tanto en este mundo como en el más allá.

Debido a las bendiciones y recompensas asociadas con Ramadán, los musulmanes son animados a compartir su comida con sus vecinos y a tener invitados en su casa para comenzar el ayuno al alba y para romper el ayuno al ocaso. Los musulmanes también son animados a incrementar significativamente su adoración a Dios durante este mes y, por tanto, se ofrecen oraciones especiales en cada mezquita bien entrada la noche, con la mayoría de las mezquitas llenas de fieles. Como tal, Ramadán siempre trae consigo una atmósfera comunitaria y, como resultado, los lazos entre la comunidad son fortalecidos en gran medida. La mayoría de los musulmanes, por tanto, se entristecen mucho al ver que el mes de Ramadán llega a su fin y su regreso es muy esperado.

En conclusión, Ramadán es una celebración de la guía de Dios a la humanidad a través del Corán, que es una guía para hacer el bien y una advertencia contra el mal. Con el fin de llevar al alma a la armonía con los ideales coránicos de fe y virtud, el ayuno está prescrito como un medio para que los individuos se acerquen a Dios y levanten sus almas hacia nuevos niveles de piedad. Al hacer esto, todo el cuerpo humano es capaz de transformarse en un agente de moral y cambio social positivo, que busque reemplazar la miseria con la generosidad, la ira con la paciencia, la venganza con el amor, y la guerra con la paz, es decir, reemplazar el mal con el bien en el mundo.

Un dicho de Dios transmitido a través del Profeta Muhammad, conocido como hadiz qudsi, explica mejor la transformación que tiene lugar en un individuo a través de las buenas obras, que son inspiradas en parte por el ayuno: “Y la cosa más querida con que Mi siervo se acerca a Mí es lo que Yo le he ordenado, y Mi siervo sigue acercándose a Mí a través de la realización de obras buenas adicionales (voluntarias), hasta que lo amo. Cuando lo amo, me convierto en los oídos con que escucha, los ojos con que ve, las manos con que actúa y las piernas con que camina; y si Me pide le doy, y si pide Mi protección, lo protejo”.


Texto tomado de: www.islamreligion.com

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