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miércoles, 20 de marzo de 2013

La historia de José (parte 4 de 7): La belleza y una prueba


Aunque traicionado y vendido como esclavo, José, el hijo del Profeta Jacob, se instaló en una de las poderosas casas de Egipto. Su amo, Aziz, Primer Ministro de Egipto, se comprometió a tratar a José con amabilidad, y José, que estaba agradecido por la relativa seguridad, respondió que sería leal a su nuevo amo. Agradeció a Dios por mejorar su situación y ponerlo en un lugar desprovisto de maltrato y abuso. José pasó de la posición de hijo predilecto a las oscuras profundidades del pozo, de los grilletes de hierro a una posición de comodidad. La vida de José se retorcía y giraba, pero la casa de Al Aziz fue donde él pasó a la edad adulta.

Los eruditos del Islam han estimado que José tenía alrededor de 14 años cuando fue traicionado por sus hermanos. El Imam Ibn Kazir, uno de los más respetados eruditos del Corán, explicó en su trabajo Historias de los Profetas, que José fue muy probablemente el asistente personal de la esposa de Al Aziz. Ibn Kazir describe a José como obediente, educado y muy bien parecido. El Profeta Muhammad también describió a José y lo llamó “la encarnación de la mitad de toda la belleza”[1]. En tanto José crecía, Dios le otorgó sabiduría y buen juicio, y el Primer Ministro Al Aziz reconoció estas cualidades en su sirviente leal, y por ello lo puso a cargo de todos los asuntos domésticos. Todo el que lo conocía, incluyendo a la esposa de Al Aziz, reconocía la belleza, honestidad y nobleza de José. Ella vio crecer a José y convertirse en un hombre apuesto, y se sintió cada vez más atraída hacia él a medida que pasaban los días.
La prueba

“Y la señora de la casa en la cual estaba [la esposa del administrador] se sintió atraída por él, y cerrando las puertas exclamó: ¡Ven aquí!” (Corán 12:23)

La hermosa esposa de Al Aziz cerró las puertas e intentó seducir al esclavo José, pero él se resistió a sus insinuaciones y buscó refugio en Dios. Buscó la ayuda de Dios. José le dijo a ella que no traicionaría a su marido. Dijo José: “Él ha sido bueno conmigo y me ha tratado con respeto”. José sabía que aquellos que cometen actos malvados no tendrán éxito. La esposa de Al Aziz tenía un deseo maligno y trató de actuar en consecuencia, sin embargo José resistió la tentación e intentó escapar. El Profeta Muhammad nos dice que si uno tiene la intención de cometer un mal y lleva a cabo ese acto, Dios se lo registra como una mala acción. Sin embargo, si uno piensa en cometer el mal pero no lo lleva a cabo, Dios escribirá a favor de uno un acto bueno[2].

José quitó de su mente toda idea de acostarse con la esposa de su amo, buscó refugio en Dios e intentó escapar de esa situación complicada. Quizás José había estado resistiendo sus insinuaciones durante años. Una mujer rica y hermosa, de las esferas más altas de la sociedad egipcia no se rebajaría de inmediato a ese comportamiento. Su belleza, estatus y riqueza significarían que la mayoría de los hombres o muchachos sucumbirían con facilidad a sus deseos. José, sin embargo, no era un hombre ordinario, y cuando buscó afanosamente la ayuda de Dios, Él lo rescató.

“Y ella intentó seducirlo pero él se negó, y bien sabía que se trataba de una prueba de su Señor. Por cierto que lo preservamos del mal y la obscenidad, porque era uno de los siervos elegidos”. (Corán 12:24)

José es uno de los líderes de aquellos que estarán a la sombra de Dios en el Día del Juicio. El Profeta Muhammad explicó que el calor del Día del Juicio será feroz, y la gente se mezclará con miedo mientras esperan ser juzgados por Dios. Habrá, sin embargo, ciertas categorías de personas a la sombra de aquel calor brutal. Una de ellas es la de quienes resistieron las tentaciones de una mujer bella y deseable, buscando refugio en Dios[3].

La negativa de José sólo aumentó la pasión de ella. Él trató de huir y ambos corrieron hacia la puerta. La esposa de Al Aziz alcanzó a José por la camisa y se la arrancó de la espalda. En ese momento se abrió la puerta y su esposo entró. De inmediato, sin vacilar ni por un segundo, la esposa de Al Aziz intentó voltear la situación a su favor. Le lloró a su esposo y le dijo: “¿Acaso la pena para quien pretenda hacer un daño a tu familia no es sino que lo encarcelen, o que reciba un castigo doloroso?” Su acusación era una mentira evidente; sin embargo, la pronunció con facilidad y sugirió que José fuera puesto en prisión. José intentó defenderse y dijo: “Ella intentó seducirme” (Corán 12:25-26). Uno de los familiares de ellos apareció de repente y ofreció una manera de resolver este dilema. Dijo:

“Y entonces un miembro de la familia de ella planteó que si su camisa estaba rasgada por delante, ella habría dicho la verdad y él sería quien mintiese. Y si su camisa estaba rasgada por detrás, entonces ella mentía y él decía la verdad”. (Corán 12:26-27)

Si su camisa estaba desgarrada por la espalda, como en efecto estaba, significaba que él había tratado de escapar y que ella había corrido tras él, rompiendo la camisa por su espalda. La prueba era irrefutable. El Primer Ministro, aunque visiblemente molesto, estaba más preocupado por ocultar este asunto. No quería que su buen nombre y su posición fueran manchados por un escándalo. Pidió a José que guardara silencio sobre la situación y dijo a su esposa que pidiera perdón a Dios. Esto debería haber sido el fin de la cuestión, pero como es común en las sociedades más ricas, la gente tiene un montón de tiempo libre. Muchas horas son desperdiciadas en comidas y chismes sobre los asuntos de los amigos, vecinos y familiares.
Las mujeres

Las mujeres de la ciudad comenzaron a hablar acerca de la esposa de Al Aziz y de su enamoramiento de su esclavo José. Los rumores se extendían y las mujeres se preguntaban cómo ella podía desear a un esclavo y poner así su reputación en peligro. La esposa de Al Aziz ideó la forma de enseñarles a estas mujeres una lección y mostrarles qué tan hermoso y deseable era José. Las invitó a almorzar con ella, puso frente a ellas una hermosa mesa y les entregó cuchillos para cortar la comida. La habitación estaba probablemente llena de miradas tensas y silenciosas mientras las mujeres esperaban darle un vistazo a este esclavo, y además se consideraban a sí mismas mejores que la esposa de Al Aziz. Las mujeres comenzaron a comer, y en ese momento José entró a la habitación. Ellas levantaron sus miradas, vieron su belleza y olvidaron que tenían cuchillos en sus manos. Las mujeres estaban tan fascinadas por su figura que se cortaron los dedos. Describieron a José como un ángel noble. La esposa de Al Aziz, confiada y arrogante, dijo a sus invitadas:

“Éste es aquel por quien me censurabais, y ciertamente quise seducirlo y se resistió. Y si no hace lo que le ordeno, será encarcelado y humillado”. (Corán 12:32)

¿Qué iba a ser de José? Una vez más, con total humildad, él se volvió a Dios diciendo que era preferible ir a prisión que sucumbir a los deseos de la mujer. Por lo tanto, su Señor respondió a su invocación.


Texto tomado de: Islamreligion

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